Hacer el bien
Virginia Brandt Berg
[Going About Doing Good]
Hoy me arrodillé donde Jesús se arrodilló,
donde a solas rezó,
en el huerto de Getsemaní,
mi corazón no sintió temor.
Mi pesada carga levanté
y con Él a mi lado
subí el monte del Calvario,
donde en la cruz murió.
Hoy caminé por donde Jesús caminó
y muy cerca de mí lo sentí1.
Cada vez que pienso en esa canción me viene a la memoria el versículo que aparece en Hechos 10:38 que dice: «De cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y lo llenó de poder; de cómo Jesús pasó por todas partes haciendo el bien y curando a todos los que padecían oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él». Qué maravillosa escritura.
Una vez escuché un relato, y se dijo que aquello de verdad ocurrió. Se trataba de un chico vendedor de periódicos que quedó gravemente herido en un accidente. Un amigo suyo también canillita como él, lo fue a visitar y le preguntó si quería algo. El niño respondió:
—Sí, me gustaría que fueras a la librería y me trajeras el libro acerca del hombre que fue por todas partes haciendo el bien.
No sabía cómo se llamaba el hombre. Así que su amigo le preguntó al encargado de la librería y éste le dijo que se trataba de la Biblia y que Jesús era el Hombre que iba por todas partes haciendo el bien.
De manera que el muchachito lisiado leyó una y otra vez esa maravillosa Biblia. Finalmente le vino el deseo de hacer el bien, como Jesús, así que se puso a escribir versículos de la Biblia y allí en el desván donde vivía, acercaba su lisiado cuerpo hacia la ventana y desde allí dejaba caer los versículos a la calle.
Cierto día, un señor muy acaudalado notó la delgada mano que se extendía sobre la ventana y dejaba caer un papelito y se apresuró en ir a recogerlo. Y en él estaba escrito aquel versículo sobre Jesús que iba por todas partes haciendo el bien y que Dios estaba con Él. Lo pensó un buen rato y subió y encontró al muchachito lisiado y rápidamente se hicieron amigos. Aquel señor entregó su corazón a Jesús por medio del testimonio del niño.
Entonces, un día el señor acaudalado fue a visitar al muchachito y le dijo:
—Tengo buenas noticias para ti. Te sacaré de este conventillo y te llevaré a mi hermoso hogar. Vas a tener una habitación solo para ti; allí tenemos sirvientes y cosas ricas para comer. Será un lugar estupendo para ti.
El muchacho le respondió:
—Bueno, lo voy a pensar, señor Hatfield. Vuelva mañana y le diré si voy o no.
El señor Hatfield regresó al día siguiente y el muchacho le dijo:
—Me gustaría hacerle una pregunta acerca de su casa. ¿Pasan personas bajo la ventana del lugar donde voy a vivir?
Y el señor Hatfield le contestó:
—No, allí es todo muy tranquilo, con hermosos jardines en forma de terrazas, no hay nadie que pase debajo de la ventana.
¿Saben lo que le dijo el pequeño Jimmy? Le dijo:
—De veras lo siento, pero no podría vivir donde no pasara gente debajo de mi ventana.
Y no se fue a vivir con él, permaneció en la pequeña habitación de aquel pobre vecindario.
Qué hermoso es que haya personas que harán cualquier sacrificio para hacer el bien, como hizo Jesús. Y si nosotros vamos a caminar por donde caminó Jesús, vamos a hacerlo donde podamos ayudar a otras personas. Eso suena medio trillado, sin embargo, el maravilloso versículo dice que Él fue por todas partes haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el Diablo.
Me recuerda que una vez le preguntaron a un niño pequeño:
—¿Está tu mamá en casa?
Y él respondió que no estaba.
—¿Y dónde está?
—No sé dónde está, lo que sí sé es que dondequiera que esté está haciendo el bien, porque ella siempre ayuda a la gente.
Qué hermoso poder decir eso.
Ya saben que la Palabra de Dios dice que todo lo que hagamos de palabra o de hecho, lo hagamos para la gloria de Dios(Colosenses 3:17; 1 Corintios 10:31). Y si bien es estupendo hacer cosas buenas, debemos tener mucho cuidado que sean como para el Señor y que no dependamos solo de nuestras buenas obras.
La Palabra de Dios dice que no es por obras. Estos versículos del segundo capítulo de Efesios son realmente buenos. «Pero Dios, que es rico en misericordia, por Su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)», ¡no por tus obras! «Juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de Su gracia en Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe»(Efesios 2:4-9).
No les parece maravilloso que Dios concibiera un plan, porque de cualquier otro modo habría sido sumamente injusto. Algunas personas han tenido un buen pasado y buenos padres, y son, por naturaleza, buenas personas. Otros han tenido un pasado malo con padres malos y sería muy injusto si solo nos pudieran salvar nuestras buenas obras. Sin embargo, Dios, en Su infinita sabiduría ideó un plan en el que todos tuviéramos que transitar por el mismo camino, y es por la sangre derramada por Su Hijo, el Señor Jesucristo, el sacrificio que hizo en el Calvario.
Lo voy a leer otra vez: «Porque por gracias sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe». Sino que es por la gracia de Dios. De modo que si vas a ir por ahí haciendo el bien y buenas acciones solo para conseguir un poquito de gloria para ti mismo, no tendrás recompensa en el Cielo. Tiene que ser hecho en el nombre del Señor Jesucristo, y es la única manera en que puedes ser salvo. «Porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos»(Hechos 4:12).
Que Dios te bendiga y te guarde y haga de ti una bendición. Y adondequiera que vayas, haz buenas obras en el nombre del Señor Jesucristo.
Texto adaptado de la transcripción de un programa de Momentos de meditación. Publicado en Áncora en agosto de 2024.
1 «Hoy caminé por donde Jesús caminó», de Geoffrey O’Hara (1937).
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