Aprovechar la Cuaresma
Mark Batterson
El año pasado escribí un artículo para un blog de CNN dando mi punto de vista sobre la Cuaresma. Se me ocurre que a lo mejor valga la pena volver a leerlo.
Cuando estudiaba teología, mi esposa y yo fuimos al centro de Chicago para una filmación del programa de Oprah Winfrey. Cuando el productor me llamó para que nos prepararan para el programa, me dio vergüenza ajena ver que tenía suciedad en la frente. ¿Acaso no se había mirado al espejo esa mañana? ¿Por qué nadie se lo dijo? La vergüenza que sentí por él se convirtió en vergüenza propia cuando me di cuenta de que era miércoles de ceniza[1] y que esa suciedad que tenía en la frente en realidad simbolizaba el día de arrepentimiento que da inicio a la Cuaresma.
Me crié asistiendo a una serie de iglesias protestantes pero ninguna practicaba ni siquiera mencionaba la Cuaresma. Fue apenas hace unos pocos años, cuando ya llevaba buen tiempo como pastor principal de la National Community Church, que descubrí el valor de la Cuaresma. Desde entonces, ha pasado a ser una época muy significativa en el ciclo de mi vida espiritual. En las últimas temporadas de Cuaresma, he incorporado a mi rutina un ayuno. Un año dejé de ver televisión. Otro año no tomé bebidas gaseosas. También he hecho una serie de ayunos de alimentos durante las Cuaresmas.
En mi experiencia, renunciar a algo durante la Cuaresma ha dado mayor sentido y profundidad a la celebración de la Pascua e incluso me ha ayudado a desarrollar la disciplina espiritual del ayuno. Ayunar durante la Cuaresma me ha servido para identificarme con los sacrificios que Cristo hizo por mí, y también me ha ayudado a concentrarme en el significado de dicha temporada. La celebración de la resurrección de Cristo ha cobrado mucho más sentido desde que empecé a guardar la Cuaresma.
La iglesia que pastoreo es, podría decirse, poco tradicional en comparación a las demás iglesias protestantes. Somos absolutamente ortodoxos en lo que a doctrina se refiere pero no tanto en cuanto a la práctica. Nos congregamos en cinco teatros distintos ubicados por la zona del metro de DC. Somos dueños y manejamos nosotros mismos un café en Capitol Hill que dona todas sus ganancias a proyectos de las comunidades locales y otras causas humanitarias de diversos países.
Junto con todas las innovaciones, sin embargo, también hemos redescubierto el valor de las antiguas tradiciones. Si bien no practicamos la Cuaresma de la misma manera en que lo hace la Iglesia Católica, la estamos reinventando de una manera que a nosotros nos resulta significativa. Les ponemos a esas tradiciones nuestra propia huella, y eso hace que no se conviertan en rituales vacíos.
Me temo que muchas iglesias protestantes tienen una memoria demasiado corta. Para ellas, la historia de la iglesia solo se remonta a la Reforma protestante y a Martín Lutero. Puede que tengamos nuestras diferencias en lo que a teología respecta, pero compartimos una larga historia, y estoy convencido de que hay cosas que la iglesia protestante puede aprender de la católica y viceversa sin poner en riesgo sus creencias centrales.
Por lo pronto yo agradezco la tradición cuaresmal que la Iglesia Católica ha cultivado, celebrado y guardado cuidadosamente. Creo que muchas iglesias protestantes volverán a adoptar algunas de esas tradiciones que forman parte de nuestra historia compartida desde antes de la Reforma protestante.
Yo concibo la Cuaresma como una especie de adelanto de la estación a la que precede. Los seis domingos que preceden a la Pascua se consideran «mini pascuas». Y al igual que los juegos de pretemporada, nos preparan para la celebración más importante del cristianismo: la resurrección de Jesucristo. Y uno de los beneficios, similar en cierto sentido a la celebración del Aviento que precede a la Navidad, es que hace que el periodo de celebración sea más largo.
Hace unos años me inventé una fórmula para el crecimiento espiritual: cambio de ritmo + cambio de lugar = cambio de perspectiva.
Permítanme explicarles lo que significa:
La clave para el crecimiento espiritual consiste en desarrollar rutinas diarias saludables y sagradas. Se llaman disciplinas espirituales. Pero una vez que la rutina se vuelve rutina es necesario romper con la rutina mediante un cambio de ritmo o de lugar. ¿Por qué? Porque las rutinas sagradas pueden convertirse en rituales vacíos si uno olvida la razón por la que comenzó a practicarlas en primer lugar.
Con eso de ninguna manera quiero dar a entender que las rutinas son algo malo. La mayoría de nosotros practicamos un ritual por las mañanas que incluye ducharnos, cepillarnos los dientes y ponernos desodorante. Por el bien de sus familias y amigos, los animo a que sigan practicando esa rutina.
Sin embargo, hay una paradoja espiritual: las rutinas buenas pueden volverse negativas si no las renovamos. Cuando uno llega al punto en que practica determinada rutina de manera automática, es hora de introducir cambios en dicha rutina. Y la Cuaresma nos presenta una oportunidad fantástica para un cambio de ritmo.
La Cuaresma interrumpe el fluir natural de las cosas. Puede sacarnos de una vieja rutina y conducirnos a una nueva.
Cuando hacemos ejercicio físico, a la larga seguir una misma rutina se vuelve contraproducente. Si uno ejercita los músculos de la misma manera cada vez que hace ejercicio, sus músculos empiezan a adaptarse y dejan de ganar masa. Es preciso desorientar a los músculos cambiando de rutina. Lo mismo sucede en el plano espiritual.
Cuando me estanco —espiritualmente hablando— a menudo logro superar ese estancamiento variando el ritmo o cambiando de lugar. En realidad fue Jesús el que inventó esa práctica: a menudo elegía la playa o subía al monte. Creo que esos cambios de geografía tenían cierta conexión con las prácticas espirituales. Lo que precipita muchas de las epifanías que se mencionan en las Escrituras son simplemente cambios de lugar.
Para salir del estancamiento, a veces lo único que hay que hacer es introducir un pequeño cambio en la rutina. Ofrecerse como voluntario en algún orfanato o asilo de ancianos. Llevar un diario para registrar las cosas por las que uno se siente agradecido. Incorporarse a un pequeño grupo de estudio de la Biblia. Tomarse un día libre para hacer un retiro espiritual individual. O levantarse un poco más temprano por la mañana y dedicar un tiempo adicional a la comunión con Dios.
Uno de los pequeños cambios de rutina que me ha rejuvenecido es elegir una traducción distinta de la Biblia. Las palabras nuevas me evocan nuevos pensamientos. Esos cambios se pueden incorporar en cualquier momento, y la Cuaresma nos presenta la excusa perfecta para incorporar factores nuevos a nuestra rutina espiritual.
¿Por qué no aprovechar la Cuaresma para hacer cambios en tu rutina? Si lo haces, celebrarás la Pascua como nunca.
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Traducción: Irene Quiti Vera y Antonia López.
[1] El miércoles de ceniza es el primer día de la Cuaresma en el calendario cristiano del mundo occidental. Ocurre 46 días antes de la Pascua y no siempre cae en el mismo día, cae entre el 4 de febrero y el 10 de marzo. El miércoles de ceniza de 2014 será el 5 de marzo.
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