Verdaderas riquezas
Recopilación
«No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y donde los ladrones minan y hurtan. Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. Pues donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón». Mateo 6:19-21[1]
Solo Dios sabe por qué dispuso que algunos de los recursos más preciados se alojen en sitios de muy difícil acceso. Si Su intención era poner a prueba nuestra voluntad —es decir, ver hasta dónde estamos dispuestos a llegar y qué sacrificios estamos dispuestos a hacer para conseguirlos—, dio resultado.
Bien si se trata de perforar en busca de petróleo en los desiertos de Arabia o en inhóspitos parajes del Círculo Polar Ártico, o de descender al frío y oscuro subsuelo para extraer oro, diamantes y otras piedras y metales preciosos, los más empeñosos soportan algunas de las condiciones más adversas del mundo y hasta arriesgan la vida y su integridad física para llegar a ellos y hacer fortuna.
Cabe preguntarse, sin embargo, si todo ese esfuerzo vale la pena, incluso para los pocos afortunados que tienen éxito. ¿Cuánto tiempo les duran sus riquezas, y de cuánta felicidad auténtica gozan entre tanto? Profundizando en ello, se hace evidente que si esos triunfos no les dejan algo más perdurable, terminan siendo verdaderas desventuras.
Por contraste, ¿no te parece una maravilla que Dios haya puesto al alcance del más débil e incapaz de los seres humanos lo más preciado que se puede poseer en la vida, lo único que tiene la virtud de satisfacernos de verdad y durar por la eternidad? Naturalmente me refiero al amor. La Biblia enseña que «Dios es amor»[2]. Él es el amor mismo, la fuente de donde brota el amor en todas sus extraordinarias manifestaciones. ¿Para qué perder el tiempo buscando en otra parte cuando podemos ir directamente a la fuente y hallar la plenitud de amor con que siempre soñamos y aún más? Nos aguardan océanos del amor de Dios: para alcanzarlos, basta una simple plegaria. Keith Phillips
Las riquezas de Su bondad
Los cristianos tienen para disfrutar tantas verdaderas riquezas que es triste que muchos se esfuercen tanto para acumular las riquezas de este mundo, las cuales son inciertas. Jesús dijo: «No os hagáis tesoros en la tierra»[3].
Por ejemplo, Pablo habla de «las riquezas de Su benignidad, paciencia y generosidad»[4], que llevaron al Señor a darnos salvación eterna. A los que han sido salvados, escribe que «las riquezas de Su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que había preparado de antemano para gloria»[5]. Luego, al meditar sobre el gran plan de Dios para judíos y gentiles, exclamó: «¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios!»[6] De hecho, en Él «están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento»[7].
Cuando escribió a los cristianos de Éfeso, Pablo les recordó que Cristo los había redimido por medio de Su sangre y les había perdonado sus pecados «según las riquezas de Su gracia», con la esperanza de que entendieran «las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos». Les dijo que «Dios, que es rico en misericordia», los había salvado «para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de Su gracia en Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús»[8].
Por último, al hacer un resumen de todas esas riquezas verdaderas —misericordia, gloria, gracia, bondad, sabiduría, conocimiento— Pablo habló de «las insondables riquezas de Cristo»[9]. «Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman»[10]. Henry M. Morris
Invertir en la eternidad
En Lucas 16:13, Jesús deja claro que no podemos servir a Dios y a las riquezas al mismo tiempo. Dice: «Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro». Cuando volvemos al versículo 9, sin embargo, Jesús dice algo muy importante: «Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas». En otras palabras, deberíamos emplear nuestras posesiones terrenales para beneficiar a otros, de modo que cuando muramos y dejemos atrás nuestras posesiones, seamos recibidos en el Cielo por aquellos a los que ayudamos.
Se nos indica que empleemos nuestro dinero para lo que es eterno. Y, ¿qué es eterno en nuestra vida? ¡Las personas! A diario, lo único que encontramos que es duradero, son las personas. El alma humana es eterna. […]
Lo que importa no es cuánto tenemos, sino de quién es. Todo el dinero que tenemos es de Dios, no nuestro. Jesús me dice que necesito ser fiel con lo que es de otra persona, porque «si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?»[11] Cuando obedecemos las palabras de Jesús en Lucas 16, demostramos a Dios que se nos puede confiar más, y lo que es más importante, que de verdad ponemos nuestros tesoros en el Cielo. Robert Morris
Ricos de verdad
Conocer a Dios por medio de Cristo y Su obra redentora es ser ricos de verdad.
Las Escrituras tienen mucho que decir de las riquezas ilimitadas de Dios. Nos hablan de «las riquezas de Su gloria»[12], «las riquezas de Su sabiduría y conocimiento»[13], «las riquezas de Su benignidad, paciencia y generosidad»[14] y «las riquezas de Su gracia»[15]. Dios quiere que disfrutemos de esas riquezas por medio de la fe en Cristo, que murió por nuestros pecados.
«Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con Su pobreza fuerais enriquecidos»[16].
Deberíamos regocijarnos continuamente porque Dios, además de ser rico en sabiduría, conocimiento, gloria y poder, también es «rico en misericordia»[17] y porque «el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que lo invocan; ya que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo»[18].
A San Pablo —el principal de los pecadores, salvo por gracia—, Dios le reveló la mayor de todas las riquezas. Pablo dijo: «A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo»[19]. Esas riquezas incluyen, entre otras cosas, «todas las riquezas de pleno entendimiento»[20]. ¡Es estupendo tener una buena comprensión del plan de salvación que tiene Dios y de todo lo que Él ha planeado con tanto amor para los que aceptan la salvación que ha dado por medio de Su amado Hijo!
Las verdaderas riquezas no son materiales. Las Escrituras llaman «inciertas» a las riquezas materiales y nos advierten que no confiemos en ellas[21]. La verdadera riqueza es «conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento» y ser «llenos de toda la plenitud de Dios»[22]. Cornelius R. Stam
Publicado en Áncora en septiembre de 2018.
[1] RVC.
[2] 1 Juan 4:8.
[3] Mateo 6:19.
[4] Romanos 2:4.
[5] Romanos 9:23.
[6] Romanos 11:33.
[7] Colosenses 2:3.
[8] Efesios 1:7, 18; 2:4, 7.
[9] Efesios 3:8.
[10] 1 Corintios 2:9.
[11] Lucas 16:12.
[12] Romanos 9:23; Efesios 3:16.
[13] Romanos 11:33.
[14] Romanos 2:4.
[15] Efesios 1:7; 2:7.
[16] 2 Corintios 8:9.
[17] Efesios 2:4.
[18] Romanos 10:12-13.
[19] Efesios 3:8.
[20] Colosenses 2:2.
[21] 1 Timoteo 6:17.
[22] Efesios 3:19.
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