Un tiempo señalado para todo
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«Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo». Eclesiastés 3:1[1]
Esta frase encierra una enorme lección. Para todo hay un tiempo oportuno. Independientemente de la etapa de la vida por la que estés pasando, es de esperar que en algún momento se produzca un cambio, pues como bien sabemos, una temporada sucede a otra.
Por ejemplo, si actualmente estás bregando y luchando, y atraviesas por una época muy difícil, puedes abrigar la confianza de que esa temporada pasará. Cuando el rey Salomón escribió el anterior versículo, dio muchos ejemplos de los ciclos por los que pasamos y de los cambios que puede experimentar nuestra vida:
Un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser;
un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar, y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.
Eclesiastés 3:2-8[2]
Todos nacimos y todos ciertamente moriremos. Habrá momentos en que reiremos y otros en que lloraremos. Hay momentos en los que nos aferramos y momentos en que cedemos. Tiempos de éxito y tiempos de fracaso.
Una de las promesas más bellas de la Biblia se nos ofrece en ese mismo capítulo: «Todo lo hizo hermoso en su tiempo». Sea que estés pasando por una buena temporada o por una época difícil, puedes tener la certeza de que todo será hermoso en el momento que Dios disponga. «Ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin»[3].
Me gusta la parte que dice: «El hombre no alcanza a comprender». De jovencita yo abrigaba muchas aspiraciones e ideas sobre cómo debía ser mi vida. La mayoría de esas ideas eran buenas o por lo menos eso pensaba yo. Deseaba poder salir corriendo a cualquier parte del mundo que necesitara ayuda. Quería socorrer a los huérfanos y erradicar la pobreza. Sin embargo, Dios tenía un plan para mí que yo ni de lejos alcanzaba a comprender.
Todavía estoy viendo cómo se va fraguando ese plan. En todo caso, he aprendido lo suficiente como para saber que los designios de Dios son mucho más trascendentales que lo que yo pueda alcanzar a entender. Me he dado cuenta de que Él está presente tanto en las épocas de siembra como en las de cosecha. Otra cosa que he constatado es que ambas temporadas son cíclicas.
El agricultor siembra cada primavera y cosecha cada otoño. Año tras año. No se altera por tener que sembrar cada año. No grita irritado: «¡Pero si hice lo mismo el año pasado!» Sabe que el ciclo se repite cada año y no tiene inconvenientes con eso.
De la misma manera, todos debemos conciliarnos con los ciclos de la vida. Hay momentos para reírse y momentos para llorar; momentos para sembrar y momentos para cosechar; momentos para dar y momentos para recibir. Cuando pasamos momentos tristes, a veces es difícil recordar que por lo general disfrutamos de muchos momentos felices. Cuando algo nos decepciona, es fácil olvidar todas las cosas que han salido a las mil maravillas.
Para Dios ninguna temporada es más bonita que otra. Él puede aprovechar cada etapa de nuestra vida para hacer que se cumpla Su designio. A veces, cuando las cosas marchan magníficamente, me imagino que Dios me está sonriendo. En cambio pienso que una prueba o un infortunio significan que he caído en desgracia con Él. No obstante, la experiencia me ha demostrado que no es así. Un gran pintor emplea colores vivos —rojos, amarillos, morados y azules— para expresar su inspiración; pero no deja de contrastarlos con negros, grises opacos y blancos difuminados.
Es preciso que confiemos en el Pintor. Su obra habla por sí sola. Una y otra vez ha demostrado que efectivamente lo hizo «todo hermoso en Su momento». La vida de cada uno de nosotros está marcada invariablemente por una alternancia de crestas y valles. Y ninguna fase es una excepción a la promesa de que será hermosa en Su momento. Mara Hodler[4]
Temporadas de la vida
La vida consta de muy diversas temporadas, que no solo comprenden invierno, primavera, verano y otoño. Diversas temporadas para diversas emociones y tareas.
¿Qué significa eso? Que el Señor concibió que pasáramos en la vida por distintas temporadas para formarnos, ayudarnos a lidiar con las circunstancias y forjarnos en lo que Él quería que fuéramos. Se vale de las distintas fases para enseñarnos que Él es bueno y capaz de «hacerlo todo hermoso en su tiempo»[5]. Las temporadas, sean buenas o malas, son medios de los que Dios se sirve para captar nuestro corazón y nuestra fe.
¿Qué significa eso para mí? Que Dios cambiará la temporada de la vida en que me encuentro cuando esté listo para cambiar algo en mí. Hay temporadas difíciles, pero el Señor simplemente quiere que confíe en Él a lo largo de cada una de ellas. A despecho de la época o temporada por la que esté atravesando, puedo tener presente que Dios siempre promete «hacerlo todo hermoso a Su tiempo. NewSpring Church FUSE[6]
Designios divinos para cada temporada
Hasta de los labios de un ateo, de un agnóstico o de una persona que poco ha tenido en cuenta la religión, es factible que uno oiga la afirmación: «Todo sucede por un motivo». El concepto de destino es dominante en nuestra cultura. Aparece por todas partes, así en predicciones astrológicas que señalan que los astros gobiernan nuestra fortuna, como en las películas románticas cuyo mensaje exclama que el destino quería que los dos protagonistas estuvieran juntos. En todos esos casos, no obstante, es una especie de fuerza impersonal la que se supone que gobierna las cosas. Rara vez, por no decir nunca, se hace mención de un ser personal que dirige y otorga sentido a todo.
Sin embargo, como lo han señalado muchos filósofos y apologistas cristianos, la realidad impersonal no es capaz de dar sentido ni finalidad a nada. Por definición, el sentido o propósito es patrimonio del designio personal. Solo los seres personales pensantes pueden actuar con sentido; una mera fuerza simplemente es. Por ejemplo, la gravedad de por sí no actúa con intencionalidad; simplemente existe; es una realidad que no elabora planes ni encamina las cosas hacia determinado objetivo o finalidad. Las cosas no tienen un propósito primordial simplemente porque lo deseemos. De no existir un Dios creador que lo dirija todo, es iluso pensar que todo sucede por un motivo.
De ahí que al abordar un pasaje como Eclesiastés 3, debemos tener en cuenta que el Predicador se desenvuelve en un marco en que supone la existencia del Dios de Israel, fiel cumplidor de Su pacto y cuyos objetivos no puede dejar de realizar[7]. […] Los tiempos y la sazones mencionados en Eclesiastés 3: 1-8 abarcan toda la vida, incluidos su principio («un tiempo para nacer») y su fin («un tiempo para morir»), el ciclo agrícola («un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar») y mucho más.
La vida en muchos aspectos es cíclica; mas no es un ciclo interminable. Se produce un avance hacia una meta dispuesta por Dios, y parte de ello conlleva tiempos y épocas establecidos por un Creador personal. No es que «todo sucede por un motivo»; sino que «todo tiene un motivo divino».
Para todo hay una temporada y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora, porque el Señor lo determina. Nuestra vida y nuestro mundo no está controlado por algún hado impersonal, sino por el Dios de gracia cuyos designios se extienden hasta tocar las cosas que consideramos más insignificantes del mundo. Él hace todas las cosas conforme al designio de Su voluntad[8]; por ende podemos estar tranquilos sabiendo que nada lo toma por sorpresa ni lo desvía de Su curso. Ligonier Ministries[9]
Publicado en Áncora en mayo de 2020. Leído por Gabriel García Valdivieso.
[1] NVI.
[2] NVI.
[3] Eclesiastés 3:11.
[4] Just1Thing.
[5] Eclesiastés 3:11 (NVI).
[6] https://newspringfuse.com/studies/understanding-and-applying-the-bible/seasons-of-life.
[7] Isaías 46:8–11.
[8] Efesios 1:11.
[9] https://www.ligonier.org/learn/devotionals/time-everything.
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