La fe y los desafíos
Marie Story
[Faith and Comfort Zones]
Mucha gente habla sobre abandonar la zona de seguridad. A mí no me gusta escuchar eso. Debo admitir que me gusta la seguridad. No me gusta hacer cosas nuevas, especialmente si es algo que no entiendo o no creo que pueda hacerlo bien. Me cuesta mucho arriesgarme, incluso asumir riesgos calculados, porque los riesgos son incómodos y me llevan a un terreno desconocido.
Pero últimamente me he visto forzada de forma regular a abandonar mi zona de confort y, en ese entorno, muy rápidamente empiezo a sentirme abrumada. El trabajo no me asusta. Pero el concepto me aterra. Cuando empiezo a dimensionar la magnitud de un proyecto o emprendimiento, empiezo a sentirme inquieta, retrocedo mentalmente con consternación.
Hace un tiempo, mientras conversaba con un amigo sobre un concepto para un nuevo proyecto, él me estaba explicando sus ideas. Es el tipo de persona con ideas ambiciosas, y las estudia al detalle y a largo plazo; desde luego no le asustan ni el trabajo ni los riesgos. Es más, para él, cuánto más fuera de lo establecido y mayor sea el proyecto, mejor. Mientras él describía el plan, automáticamente mi mente comenzó a cerrarse, encogerse y entrar en modo «agobiante». Se me pusieron los ojos vidriosos, y él se dio cuenta.
—¿Qué pasa?
—Es que... —balbuceé, procurando ser positiva— parece un buen plan, pero me parece un poco complicado y abrumador.
—¿Es la idea lo que te está agobiando, o te está costando considerar la idea de enfrentar cambios?
Eso me dio que pensar (aunque no me gustaba reconocerlo), y dediqué un momento a comulgar con el Señor y a orar al respecto. Me di cuenta de que soy un poco cobarde cuando se trata de hacer cosas que me incomodan, y que eso me iba a frenar en la vida. Debía establecer un plan para fortalecer mi fe para el cambio. El siguiente es un plan de tres pasos para edificar la fe que a mí me funcionó, y pensé en compartirlo, en caso de que te encuentres en una situación similar:
Primer paso: Alimenta tu fe. La Biblia dice que la fe viene por el oír la Palabra de Dios, y que necesitamos desear la Palabra de Dios para crecer por medio de ella (Romanos 10:17; 1 Pedro 2:2). Si queremos crecer en la fe, debemos asegurarnos de tener una dieta saludable de la Palabra. Al igual que nuestro cuerpo no puede sobrevivir a base de comida chatarra —ni siquiera si de vez en cuando lo alimentamos bien—, nuestra fe no crece —y mucho menos se fortalece—, sin una buena dieta espiritual.
Es preciso leer artículos que edifiquen la fe. En la Biblia abundan las promesas que Dios nos ha hecho y enseñanzas que nos guiarán en la vida y nos aportarán principios para tomar decisiones inspiradas por Dios. Su Palabra nos guiará en nuestro proceso de transformación y nos ayudará a no caer en el error de conformarnos o amoldarnos a este mundo, y nos guiará para discernir la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12:2). Cuando tu corazón está lleno de la Palabra de Dios, Su verdad y Sus promesas, tu fe no se tambalea con facilidad.
Segundo paso: Fortalece tu fe. Nuestra fe no crece cuando elegimos la opción cómoda para evitar el sacrificio, las dificultades o los obstáculos. Cuando todas nuestras necesidades están atendidas, podemos manejar el trabajo por nuestra cuenta y estamos seguros de lo que está por venir, sentimos la tentación de procurar cargar con todo por nuestra cuenta. Pero nuestra fe se fortalece cuando enfrentamos dificultades y simplemente no podemos llevar la carga, porque entonces nos vemos obligados a entregarle a Jesús la carga y poner nuestra confianza en Él (Mateo 11:28–30).
La Biblia dice: «Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia», ni en tus propias fuerzas, «y Él enderezará tus sendas» (Proverbios 3:5–6). Y «echa sobre el Señor tu carga y Él te sustentará» (Salmo 55:22). Es decir, que dejemos de llevar la carga. Al hacerlo, cuando dependemos más de Jesús y confiamos en Sus promesas, nuestra fe se fortalece.
Tercer paso: Estira tu fe. Prepárate para atreverte a hacer lo que Dios te pide que hagas y que parece abrumador. Es decir, sal de tu zona de confort. A menudo se presentan dificultades o retos en nuestra vida cotidiana y no tenemos otra opción que afrontarlos. Pero en otras ocasiones, Dios nos presenta nuevas oportunidades en la vida y debemos estar dispuestos a esforzarnos y elegir dar un paso adelante con fe y confiando en Su plan, incluso cuando no tenemos la certeza de cuál será el resultado.
Cuando leemos historias en la Biblia, queda claro que muchas veces las personas afrontaban situaciones difíciles en las que su fe tenía que aumentar para satisfacer la necesidad; otras veces Dios esperaba que eligieran dar un paso de fe antes de realizar el milagro.
Por ejemplo, cuando Jesús caminó sobre el agua hacia Sus discípulos fue en medio de una tormenta, y el barco estaba muy lejos de tierra y estaba siendo «azotado por las olas y el viento estaba en contra de ellos». Jesús calmó los vientos, y ese fue un gran milagro, y fortaleció su fe, y ellos «lo adoraron, diciendo: "Verdaderamente eres el Hijo de Dios"».
Pero lo más memorable de este pasaje fue que Pedro se atreviera a dar un paso de fe y saltara del barco al agua. No tenía que hacerlo, pero decidió hacerlo. Dijo: «Señor, si eres Tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas» (Mateo 14:24–33).
¿Para qué entonces debemos aumentar y fortalecer nuestra fe? Jesús dijo que la fe del tamaño de un grano de mostaza puede mover montañas (Mateo 17:20-21). Y a veces esa pequeña fe es todo lo que podemos reunir, pero aun así, «al que cree todo le es posible». (Marcos 9:23).
Dios tiene planes para cada una de nuestras vidas, y paso a paso nos prepara para esos planes. Sin embargo, a veces tenemos que dar un paso de fe y atrevernos a efectuar esos planes (ya sea que sepamos cómo resultarán las cosas o no). Debemos tomar medidas y comenzar a construir sobre lo que es la voluntad de Dios para nosotros. Si esperamos hasta sentirnos seguros, podríamos perdernos la oportunidad.
El libro de Romanos resalta el ejemplo de la fe de Abraham, quien «tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido». Por eso su fe «le fue contada por justicia». Este pasaje continúa diciéndonos que las palabras «le fue contada» no fueron escritas solo para él, sino también para nosotros. Nos será contada a los que creemos en Aquel que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor (Romanos 4:20–24).
Una definición de fe es «confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo». La fe comienza reconociendo que somos incapaces por nosotros mismos, pero aun así damos un paso adelante con fe para hacer lo que Dios nos pide porque confiamos en Su capacidad de obrar a través de nosotros (Filipenses 2:13).
Me queda un largo camino por recorrer para fortalecer mi fe. Sin embargo, estoy empezando a ver cada situación «abrumadora» como una oportunidad para ejercitar mi fe.
Adaptación de un podcast de Solo1cosa, textos cristianos para la formación del carácter de los jóvenes.
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