La existencia de Dios
Recopilación
Multitudes, multitudes en el valle de la decisión. Porque cerca está el día del Señor en el valle de la decisión. Joel 3:14 (LBLA)
¿Existe Dios? Podría decirse que esa es la pregunta más importante que alguien pueda plantearse. La respuesta afecta el enfoque que cada cual tenga de la realidad, la moralidad, la ética, los valores y las decisiones de la vida. La existencia de Dios determina cómo vemos el mundo e interpretamos la realidad. La respuesta tiene repercusiones eternas. Mortimer Adler, filósofo y escritor estadounidense, señaló: «Más consecuencias en forma de pensamientos y acciones se derivan de la afirmación o negación de Dios que de la respuesta a cualquier otra pregunta básica». Brian Auten
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C. S. Lewis comentó en una ocasión que Dios no es un tema en el que uno pueda interesarse moderadamente. Al fin y al cabo, si Dios no existe, no hay razón para tener ningún interés en Él. Por otro lado, si es cierto que existe, ese hecho tiene una importancia fundamental, y nuestra mayor preocupación debería ser cómo relacionarnos adecuadamente con ese Ser de quien depende en todo instante nuestra existencia. Los que se encogen de hombros y dicen: «¿Qué más da si existe Dios?» solo demuestran que todavía no han reflexionado mucho sobre esta cuestión. William Lane Craig
Reflexionar sobre la existencia de Dios
Vivimos en un mundo en continua transformación, cada vez más complejo y computarizado, en el que aumenta constantemente el número de personas que se ven atrapadas en una angustiosa carrera hacia el éxito económico, la cual con frecuencia les deja poco tiempo para considerar asuntos en apariencia tan abstractos como el sentido de la vida, la paz de espíritu, el amor hacia los semejantes o incluso el bienestar eterno de su propia alma. Después de todo, esas inquietudes pueden representar una gran distracción y hasta un perjuicio en la búsqueda del dios más popular de este mundo, el cual exige el culto y la devoción de todos: el dios del dinero y de los bienes materiales.
Desde su más tierna infancia, a muchas personas se les inculca que la única manera de alcanzar la felicidad en la vida es:
1) Recibir una buena educación, y lograr preferiblemente un título de alguna universidad de renombre.
2) Obtener un puesto prometedor dentro de alguna pujante empresa o institución.
3) Ganar dinero suficiente para adquirir un automóvil nuevo, una o dos casas bonitas y todo el mobiliario y los aparatos lujosos y ultramodernos que son sinónimo de una situación desahogada.
Esa senda hacia la riqueza suele exigir una vida entera de sangre, sudor, lágrimas y esfuerzos. Sin embargo, a medida que pasan los años la gente en muchos casos se encuentra con que las presiones de la empresa o del entorno social le causan estrés y angustia en lugar de depararle paz y satisfacción. Como consecuencia, su vida privada se suele resentir, por la incapacidad de disponer de suficiente tiempo que dedicar a sus familiares y seres queridos.
Este mundo, con todas sus riquezas y efímeros placeres, nunca logra satisfacer plenamente el alma humana. Puede que los bienes materiales procuren una satisfacción temporal, pero son incapaces de saciar el anhelo eterno del alma o del espíritu humano, que busca una alegría, una paz y un bienestar duraderos que los simples logros materiales no pueden proporcionar.
A eso se debe que los ricos y poderosos sean con frecuencia los seres más desgraciados. Ya tienen todo lo que la mayoría de la gente considera necesario para alcanzar satisfacción y dicha. Tras conseguir todas las cosas materiales que deseaban, descubren con tristeza que estas no llenan su corazón vacío ni sacian su alma hambrienta.
Si bien hoy en día la mayoría de las personas dedican poco tiempo a reflexionar sobre la existencia de un Creador, de Dios, cuando las golpea una crisis personal o una tragedia —un accidente inesperado, una grave enfermedad, el fallecimiento de algún familiar o una pérdida personal de gran magnitud—, todos los bienes de este mundo y los placeres de esta vida son inútiles para devolverles a un ser querido que haya traspasado el umbral de la muerte. Las casas, las tierras o un cúmulo de artículos de lujo son impotentes para reavivar un amor que se ha apagado o sanar las heridas de un corazón quebrantado. En esos momentos de angustia es cuando la gente suele entender que los verdaderos valores de la vida son inmensamente más importantes que los simples bienes materiales.
«¿Qué sentido tiene la vida? ¿Para qué estoy en el mundo? ¿Existe algún propósito, algún plan trazado para mí? De ser así, ¿cuál es?» Interrogantes como esos han inquietado el alma y la mente del ser humano a lo largo de la Historia. Sea cual sea nuestra nacionalidad, credo o color de piel, nuestro corazón ansía siempre lo mismo: amor perdurable, felicidad verdadera, paz interior, verdad, belleza, sentido de trascendencia y un objetivo en la vida. David Brandt Berg
La prueba de la existencia de Dios
Sin duda es razonable que se proponga que, si Dios existe, Él nos daría pruebas suficientes para poder demostrar Su existencia. Sin embargo, ¿existen esas pruebas? Y si las hay, ¿de qué clase son? […] Todo efecto material debe tener una causa antecedente adecuada. Hay un universo; hay vida inteligente; hay moralidad; hay amor. ¿Cuál es la causa antecedente adecuada de todo eso? Dado que el efecto nunca puede ser anterior a la causa ni mayor que ella, es lógico pensar que la Causa de la vida tiene que ser una Inteligencia viviente que es en sí misma moral y amorosa. Cuando la Biblia dice: «En el principio creó Dios…», nos da a conocer esa Causa primera. Bert Thompson
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En lo relativo a las cuestiones fundamentales, la pregunta concreta que uno se plantea es si hay alguien. ¿Debemos creer que hay un Dios detrás de todo lo que vemos, o debemos llegar a la conclusión de que no lo hay, o de que en realidad no es posible llegar a saberlo? En general, ¿cómo sabemos si hay alguien? Por supuesto, lo más fácil es ver a la persona. Eso constituye una prueba directa. En los tribunales de justicia, una prueba directa de identificación suele ser bastante útil. Pero hay otras formas igualmente válidas de llegar a saber algo, por ejemplo por deducción o inferencia. Unas huellas visibles en la arena son una señal bastante convincente de que alguien caminó por allí recientemente. El correo que hay en nuestro buzón no llegó allá de modo espontáneo. Es posible que no tengamos mucha información sobre el origen de esas cosas, pero sería prudente llegar a la conclusión de que no aparecieron por sí solas. Al Serrato
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Cuando se habla de la existencia de Dios, suele surgir la palabra prueba en la conversación. Sí, he oído decir: «No se puede probar la existencia de Dios». El inconveniente de esa frase es que la palabra probar se presta a equívoco. Si lo que hace falta es una prueba matemática de la existencia de Dios, estoy de acuerdo en que no se puede probar Su existencia de esa manera. En cambio, si al decir probar nos referimos a que se nos pide que demos una justificación adecuada, en ese caso sí es posible probar la existencia de Dios. Eric Chabot
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Dos cosas colman el ánimo de creciente admiración y respeto cuanto más reiterada y persistentemente reflexionamos en ellas: el cielo estrellado que hay sobre mí y la ley moral que hay en mí. Immanuel Kant
Publicado en Áncora en mayo de 2015.
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