Empezar de nuevo
Claire
El año pasado mi esposo y yo nos trasladamos a Canadá, mi patria —por llamarla de alguna manera—, ya que hacía 30 años que no vivía en ese país. Durante esos años he vivido en algunos países del continente americano y nunca se me pasó por la cabeza regresar a mi país de origen para quedarme allí.
El proceso de repatriación fue trabajo arduo además de que nos produjo un choque cultural. No obstante, muy pronto llegué a querer este país que promueve la diversidad y acoge inmigrantes de todo el mundo. Ello da lugar a una mezcla racial y étnica que rebosa de tolerancia además de enseñar paciencia a los muchos que se abren camino, aprenden una nueva lengua y se adaptan a la nueva cultura. De pronto me di cuenta de que este planeta está lleno de personas que están en el proceso de reconstruir sus vidas, buscar vivienda, aprender idiomas y oficios y empezar de cero. Se trata de un fenómeno moderno, no obstante Dios ha dotado al ser humano de la versatilidad que se requiere para volver a comenzar.
Mientras me entregaban los resultados de algunos análisis médicos me puse a conversar con una radióloga, una mujer agradable y amable con mirada paciente y sufrida que tenía profundamente grabada en el rostro. Su historia era fascinante. Nacida en Rusia se graduó como pediatra durante la era comunista. Con la caída del régimen emigró a Israel. Allí tuvo que repetir casi toda la carrera de medicina para poder ejercer su profesión en dicho país. Por considerar que su vocación era la pediatría, dedicó ocho arduos años a repetir sus estudios hasta que finalmente pudo ejercer la profesión. En Israel la vida tanto para ella como para su familia se puso muy difícil al punto de que decidieron emigrar de nuevo, esta vez a Canadá. Una vez más, le informaron que si deseaba practicar la pediatría en su nuevo país tendría que volver a pasarse ocho años estudiando allí la carrera. A esas alturas dejó la práctica de la medicina para convertirse en radióloga debido a que ahora que tenía hijos propios no le sería posible volver a la universidad.
Relataba la historia de su vida con alegría y sin quejarse. Había evaluado las opciones que se le presentaban, cambiado de planes y vuelto a empezar de cero. No me cabe duda de que le había costado mucho adquirir esa jovialidad y paciencia, y le manifesté mi admiración, a lo cual me respondió con una sonrisa.
Sobra decir que empezar de nuevo en la mediana edad no es motivo de envidia. No obstante, es algo que muchos tienen que enfrentar en la actualidad. Al parecer son muy pocas las carreras, profesiones o empleos que estén «garantizados de por vida», y la nueva realidad del mundo contemporáneo requiere que seamos versátiles y adaptables. Gracias a Dios son cualidades que los cristianos hemos aprendido a perfeccionar como me lo dejaron presente los siguientes versículos:
Todo tiene su momento oportuno;
hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir; un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;
Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo,
aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin…
Dios lo hizo así para que se le tema[1].
La Biblia registra numerosos relatos de personas que cambiaron de carrera y de lugar de residencia; también de otras que fueron modificando el rumbo de sus vidas a medida que Dios las guiaba, bien fuera por medio de palabras que les dirigía directamente o debido a las circunstancias. Es más, empezar de cero es tan común en la Biblia que cuesta encontrar personajes en la misma que no tuvieran que hacerlo. Desde Abraham, Isaac, José, Moisés y Ester hasta Rut, Daniel, los apóstoles y muchos otros.
Vivo en una zona en la que hay un buen número de inmigrantes de la primera generación. Ello me ha ayudado a comprender mejor el hecho de que empezar de cero es una realidad para muchos en este mundo contemporáneo. Esto obedece a los cambios de la dinámica prevaleciente que obliga a la población a emigrar y viajar por el mundo en busca de mejorar sus vidas y encontrar nuevas oportunidades. Eligen convertirse en extranjeros y peregrinos en aras de mejorar sus vidas y las de sus hijos, y se lanzan en pos de ello con increíble valor, a menudo con pocos recursos y dejando atrás familiares, carreras y acreditaciones. Aún imaginan un futuro más próspero que justifica los riesgos y desafíos.
Gracias a Dios, siendo cristianos «esperamos con confianza una ciudad de cimientos eternos, una ciudad diseñada y construida por Dios»[2], de tal forma que «ahora vivimos con gran expectación y tenemos una herencia que no tiene precio… que no puede cambiar ni deteriorarse.» Con tan buenas noticias podemos contar con «una alegría inmensa, aun cuando tengan que soportar muchas pruebas por un tiempo breve. Estas pruebas demostrarán que su fe es auténtica.»[3]
Empezar de nuevo sigue siendo todo un desafío y a veces los retos parecen abrumadores. Pero es muy alentador mirar a nuestro alrededor y ver el coraje de personas que han atravesado mares y tierras en busca de mejores oportunidades sabiendo que Dios jamás nos coloca en una situación en la que no podamos crecer y desarrollarnos de forma que «corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe.»[4]
Fue por fe que Noé construyó un arca para salvar a su familia del diluvio. Obedeció a Dios que lo alertó [y esta es la clave] acerca de algo que jamás había sucedido. Algo que no tenía precedentes y que solo se podía creer por fe. Todos queremos que Dios haga algo nuevo, pero nos empeñamos en seguir haciendo lo mismo de siempre. Sin embargo las cosas no suelen ser así. Si de veras esperamos que Dios haga algo sin precedentes, si perseguimos un sueño, vamos a tener que hacer las cosas de modo diferente, incluso hacer algo inédito. Me parece que vale la pena seguir el ejemplo de Noé. Mark Batterson[5]
Traducción: Luis Azcuénaga y Antonia López.
[1] Eclesiastés 3:1–7, 11, 14 NVI.
[2] Hebreos 11:10 NLT.
[3] 1 Pedro 1:3–4, 6–7.
[4] Hebreos 12:1–2.
[5] “Long Obedience,” charla en la National Community Church, 20 de enero de 2013.
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