Un final fiel
Recopilación
He peleado la buena batalla, he terminado la carrera y he permanecido fiel. 2 Timoteo 4:7[1]
*
Una noche, soñé que había una multitud de personas de distintos tamaños y medidas que corrían para llegar a la cima. Sin embargo, el camino pavimentado en negro parecía como un muro con una inclinación de noventa grados. Si no se corría a gran velocidad al llegar ahí no se lograba avanzar. Me disponía a enfrentar ese obstáculo y noté que las personas que iban delante de mí disminuyeron la velocidad o se detuvieron, y me aferré al camino con todas mis fuerzas.
Otras personas empezaron a pasar delante de mí, dejándome atrás. Traté de subir, pero no podía. Así que hice lo único que sabía hacer. Grité: «¡Necesito ayuda!»
Como si se tratara de un ángel, un joven llegó al borde y me tomó una mano para ayudarme. Me ayudó a subir y a pasar por un hueco grande en un muro de ladrillos blancos. Continuó acostado sobre su estómago con la intención de ayudar a que otras personas subieran.
Con gran agradecimiento, me agarré de sus pies para que tuviera mayor estabilidad mientras él ayudaba. Luego, se relajó y se sentó. Las personas que pasaron después de mí no necesitaron su ayuda, como en mi caso. Sin esfuerzo y sin ayuda, pasaron por ese camino que parecía una pared escarpada y por el hoyo de ladrillos blancos.
Entonces tuve vergüenza. Inseguridad. Me sentí inútil. ¿Solo me pasó a mí? ¿Fui la única persona que no era lo bastante fuerte? ¿La única que necesitó ayuda para lograr lo que los otros hicieron por su cuenta?
En ese momento, Dios me recordó que corriera mi propia carrera: «No te preocupes por lo que hacen los otros ni te compares con ellos. Está bien que se necesite ayuda. ¡Lo que importa es que lo lograste!»
Necesitamos aferrarnos al objetivo de 2 Timoteo 4:7: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera y he permanecido fiel». ¡Eso es todo! No importa el lugar en el que terminamos. No importa si alguien nos tuvo que sostener mientras cojeamos al cruzar la meta. Solo debemos terminar y ser fieles.
¿Verdad que es admirable la forma en que Dios diseñó a los miembros del cuerpo de Cristo para que se ayudaran unos a otros? Mientras peleamos la buena batalla en un mundo donde abundan las comparaciones, los obstáculos, el freno de actividades y los precipicios peligrosos, no podemos tener miedo de pedir ayuda cuando la necesitamos ni de ofrecer apoyo a los que pasan dificultades.
En última instancia, Dios quiere que todos Sus hijos estén con Él en la eternidad. Envió a Jesús para que hiciera el trabajo que nosotros jamás podríamos hacer. Y Dios dio a los creyentes el Espíritu Santo, nuestro gran Ayudante, para guiarnos y fortalecernos por el camino. Dios proveyó todo lo que necesitamos para que terminemos bien nuestra carrera de la fe. Shala W. Graham[2]
*
Mientras paseaba un domingo por la ribera del río, estuve observando los cisnes y las demás aves. Le conferían un toque de belleza a aquella tarde asoleada que había decidido dedicar a mí mismo. Los últimos años habían sido una pesadilla. Los efectos del alcoholismo se dejaban notar. El sentimiento de culpa, el pesimismo y el abatimiento pendían sobre mí como nubarrones. Me había separado de mi mujer y había perdido mi empleo. También había perdido el respeto de todos mis amigos y compañeros de trabajo. Me sentía inútil y fracasado.
Unas cuantas personas pasaron trotando junto a mí. Un grupo de jóvenes ciclistas hizo lo propio a toda velocidad. Casi ni les presté atención. Andaba abstraído en mis pensamientos, repasando los sucesos de los últimos años. No acertaba a entender en qué punto había tomado las decisiones erróneas que me habían conducido a la penosa situación en que me encontraba.
En ese momento oí una vocecita que decía:
—¡No te rindas! ¡Sigue! ¡No te rindas!
Aquellas palabras retumbaron en mis oídos.
Me di la vuelta y vi a un niño como de siete años que venía corriendo hacia mí, seguido de su hermana menor, que tendría unos cinco años. Me imagino que ésta tenía ganas de abandonar la carrera que habían acordado entre los dos, por lo que al pasar a mi lado él volvió a gritarle:
—¡No pares ahora! ¡Tienes que llegar a la meta!
Me recordó una escena de la película Carrozas de fuego (1981) en la que Eric Liddell —uno de los participantes en una carrera de 440 yardas clasificatoria para las Olimpíadas de 1924— sufre un empujón de otro corredor y cae fuera de la pista. Me imagino lo que debió de pensar en ese momento mientras los demás velocistas lo adelantaban. «¡Date por vencido! ¡Has perdido! ¿Para qué terminar la carrera?» Pero Liddell se levantó, volvió a la pista, corrió como si estuviera destinado a ganar y, en efecto, ganó.
Por primera vez en mucho tiempo esbocé una sonrisa. Un haz de luz atravesó mis tinieblas. Había tocado fondo. ¿Y qué? No tenía más remedio que incorporarme y echar para adelante. Me convencí a mí mismo de que podía levantarme. Podía volver a la pista y ponerme a correr. Tal vez no gane tan dramáticamente como Liddell, pero puedo terminar la prueba, la gran carrera de la vida.
Ha pasado el tiempo. Sigo corriendo y he hecho avances importantes. Soy un alcohólico en rehabilitación y he encontrado renovada ilusión y satisfacción dedicándome una vez más a dar a conocer el amor de Dios y la esperanza que Él nos infunde.
Nunca es tarde para levantarse y hacer otro intento. Scott Montrose
*
«He terminado la carrera» es la segunda cláusula de tres en un pasaje escrito por el apóstol Pablo a Timoteo: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe»[3]. El apóstol escribió esas palabras al acercarse al final de su vida. Esas tres frases reflejan las dificultades de Pablo al predicar el evangelio de Cristo y su victoria en esas batallas.
En el siglo primero, los romanos llevaban a cabo las olimpíadas y los juegos ístmicos. Los competidores dedicaban hasta diez meses a los entrenamientos intensos. Como los corintios conocían bien esas competiciones, Pablo utilizó los juegos como una analogía de la vida de fidelidad de un creyente. Escribió a la iglesia de Corinto: «¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre»[4]. La exhortación de Pablo es que los creyentes deberían estar tan concentrados y dedicados como los antiguos corredores que participaban en los juegos. Nuestra motivación al servir a Cristo es mucho mayor; no corremos, por así decirlo, por una corona temporal, sino por una que es eterna.
En su carta a Timoteo, Pablo no se elogia a sí mismo por haber recorrido toda la distancia: «he corrido hasta llegar a la meta»[5]. Más bien, solo describe lo que la gracia de Dios lo ayudó a hacer. En el libro de Hechos, Pablo dice estas potentes palabras: «Considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios»[6].
Así pues, al declarar «he terminado la carrera», Pablo le dice a Timoteo que ha puesto todo su esfuerzo en la labor de proclamar a todos el evangelio de salvación. Terminó la carrera que tuvo por delante; no dejó nada sin hacer. Estaba listo para pasar por la meta que lo llevaría al Cielo. […]
Todo creyente corre su propia carrera[7]. Cada uno de nosotros puede ser un ganador. Pablo nos exhorta a correr de manera que obtengamos el premio, y al hacerlo debemos dejar de lado lo que pueda impedirnos vivir y enseñar el evangelio de Cristo. El escritor de Hebreos hace eco de las palabras de Pablo: «Despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos delante de nosotros puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe»[8].
Que seamos diligentes en nuestra carrera, que mantengamos la mirada en la meta y que, al igual que Pablo, con fortaleza y determinación lleguemos al final. Tomado de gotquestions.org[9]
Publicado en Áncora en octubre de 2021.
[1] NTV.
[2] https://proverbs31.org/read/devotions/full-post/2020/09/14/help-for-the-faithful-finish.
[3] 2 Timoteo 4:7 (NVI).
[4] 1 Corintios 9:24,25 (NVI).
[5] BLPH.
[6] Hechos 20:24 (NVI).
[7] 1 Corintios 9:24.
[8] Hebreos 12:1,2 (RVA-2015).
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