Sus caminos más altos
Steve Hearts
Al igual que todos los aspectos relacionados con nuestra relación con el Señor, lo relativo a la oración es, y será siempre, un aprendizaje constante. Si algo he aprendido de una vida de oración es que los caminos de Dios verdaderamente son superiores a los nuestros. Con frecuencia nos acercamos a Él al orar pensando que tenemos buena idea de lo que queremos o necesitamos. A veces es cierto y recibimos la respuesta exacta a lo que pedimos. Pero, ¿qué pasa cuando pedimos algo y como respuesta se nos da justo lo contrario? Cuando me ocurrió eso, me quedé desconcertado por un tiempo, lo que hizo que mi vida de oración se fuera cuesta abajo. Pero Jesús, fiel como siempre, me lo aclaró todo como nadie más podría hacerlo.
Todo comenzó a mis 13 años. Nuestra familia vivía en EE.UU. con varios compañeros en la fe. A uno de ellos, una querida señora a la que llamaré M., le diagnosticaron un cáncer avanzado. No le daban muchas esperanzas de vida. Mi familia y yo, junto a muchos amigos más, hicimos vigilias de oración diarias pidiendo por su curación. Salió adelante milagrosamente y todavía vive.
Cuando le diagnosticaron a mi mamá la misma clase de cáncer años después con poca esperanza de vida igualmente, M. fue una fuente de aliento constante para ella. Nos repetía constantemente que para el Señor era poca cosa ayudar a mi mamá a recuperarse, si ese era Su plan. Las palabras de M. me animaron mucho.
Un día mientras pedíamos por la salud de mi mamá, el Señor le recordó a M. un versículo al que se había aferrado durante su enfermedad y que se había cumplido maravillosamente. Era una declaración que hizo Jesús en Juan 11:4, cuando escuchó de la muerte de Lázaro: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Esa promesa me dio aún más esperanzas. Me aferré a ella con todo el corazón aun cuando a mamá la apareció un coágulo el día de Acción de Gracias y le dieron 24 horas de vida. Cuando se estabilizó y la pasaron a cuidados paliativos, no perdí la esperanza. Me aferré a esa promesa hasta último momento, cuando finalmente falleció un par de meses después.
Luego de nuestro luto, logré mantenerme entero al menos en apariencia. Pero por dentro estaba confundido y sin poder explicar lo que había sucedido. ¿No se nos había dicho específicamente que la enfermedad de mamá no era «para muerte»? ¿Qué pasó con todas las oraciones que hicimos para que se curara? ¿Fueron una pérdida de tiempo?
Pasaron varias semanas hasta que cobré valor para preguntarle estas cosas al Señor y pedirle Sus respuestas. Finalmente decidí intentarlo al menos y comencé a confiarle mis más íntimas emociones a Jesús. Esperé en silencio. No pasó mucho tiempo antes de que Su presencia inundara la habitación, y sentí Sus palabras en mi interior.
Me dijo que a mamá se le había presentado la difícil decisión de quedarse con nosotros o marcharse con el Señor. Se le dijo que la última opción resultaría más beneficiosa para todos a la larga, aunque pareciera la más difícil en el momento. Al someterse a la suprema voluntad de Dios, ahora se encontraba con Él. Mientras tanto, se me aseguró que Jesús había escuchado cada una de las oraciones que hicimos por ella.
Entendí lo maravilloso que es Jesús por darnos la libertad de tomar decisiones y actuar según esas decisiones, al igual que sucedió con la ciudad de Nínive en el relato de Jonás. Cuando a Jonás se le ordenó que advirtiera a Nínive de su destrucción inminente, lo hizo, sin tomar en consideración la posibilidad de que la gente de Nínive podría arrepentirse y dejar sus malas costumbres. Cuando lo hicieron, logrando que Dios cambiara de opinión y los salvara, Jonás se enojó. Pero ese día vio un aspecto de Dios que aparentemente no había visto antes. También recordé las palabras de Isaías 55:8-9. «Mis pensamientos nos son los de ustedes ni sus caminos son los Míos. Mis caminos y Mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!»
Aunque sabía sin sombra de duda que las respuestas que recibí eran ciertas, tuve que hacer un esfuerzo para creer y aceptarlas. Sinceramente, este proceso me tomó unos ocho años. Pero cuando finalmente acepté todo lo que había ocurrido y aprendí a agradecerle a Jesús por ello, la tumba perdió su victoria y la muerte su dolor. Es más, Jesús me dio el don de la sanidad, renovando mi fe para orar por los enfermos, y confiar en Él por las respuestas. Todavía hace uso de ese don para Su gloria.
La nueva actitud que me fue dada, de gratitud y aceptación de los caminos más altos de Dios, se expresa claramente en una canción que hace poco escuché por primera vez. Es de Steven Curtis Chapman y se llama «Caminos más altos».
Tus caminos más altos me enseñan a confiar.
Tus caminos no son como los míos.
Tus caminos son los caminos del Padre
abrazando a Sus hijos con Su amor.
Un día volaré y…
Quizás me apartes a un lado
y me muestres el panorama completo.
Pero hasta que te vea
estaré aquí con un corazón veraz
y un alma que descansa
en Tus más altos caminos.
Nota de la Redacción: La letra de la canción en inglés se encuentra aquí. Y el siguiente es un enlace de YouTube para escuchar la canción (en inglés).
Traducción: Rody Correa Ávila y Antonia López.
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