Sedientos del agua de vida
George Sosich
Justo antes de entregar su espíritu en la crucifixión, Jesús pronunció las palabras «Tengo sed» (Juan 19:28). No hay duda de que tenía sed a nivel físico. Pero, ¿habría también un simbolismo más profundo detrás de Su sed? ¿Revelaría un anhelo más profundo de la presencia de Su padre, la presencia relajante y reconfortante del agua de vida, el Espíritu de Dios, durante el momento más acuciante y agonizante de su vida?
El que tiene sed, venga. El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida. (Apocalipsis 22:17).
¿Qué es esta agua de vida y cómo podemos obtenerla gratuitamente?
La Biblia a menudo compara nuestro anhelo de aliviar los contratiempos de la vida con una sed física y espiritual. Utiliza la imagen del agua de vida o agua viva como una metáfora del Espíritu de Dios, que nos brinda el consuelo y el respiro que anhelamos.
El agua es crucial para mantener la vida humana. Alrededor de dos tercios de nuestro peso corporal es agua, y cumple una serie de funciones vitales, como:
- Regular la temperatura corporal
- Descargar de desechos
- Humectar los tejidos de los ojos, la nariz y la boca
- Proteger los órganos del cuerpo y los tejidos
- Llevar nutrientes y oxígeno a las células para fomentar su crecimiento y reproducción
- Lubricar las articulaciones
- Disolver los minerales y nutrientes para hacerlos accesibles para el cuerpo
- Ayudar a la digestión y la función cerebral
Puedes vivir sin alimentos hasta uno o incluso dos meses, pero solo unos tres días sin agua. Y es nuestra sensación de sed la que nos impulsa, casi nos obliga, a desear la ingesta de líquidos, especialmente el agua, para satisfacer la necesidad de hidratación.
Te diré que sé mucho sobre tener sed porque he estado luchando contra la sed todo el día cada día durante más que ocho años de mi vida; todo este período he estado viviendo con diálisis renal. ¿Por qué? Porque una de las consecuencias de la insuficiencia renal es no poder descargar orina. Por lo que no he orinado durante años. Todo el líquido que ingiero, en lugar de ser eliminado de mi cuerpo por los riñones, se tiene que filtrar de mi torrente sanguíneo durante los tratamientos de diálisis que tengo tres veces a la semana. Como hay límites en cuanto a la cantidad de agua que mi cuerpo puede soportar entre tratamientos y la cantidad que se puede filtrar durante la diálisis, solo puedo beber dos tazas moderadas de cualquier tipo de líquido al día. Por eso tengo sed constantemente. Y cuando bebo algo, me aseguro de disfrutarlo y saborear cada sorbo. En particular en el verano, anhelo más las bebidas frescas, pero no puedo beberlas. Cuando estoy cerca de agua dulce, como en una piscina, un río o un arroyo, me dan ganas de sumergirme y deleitarme solo para sentir una sensación refrescante, aunque no pueda beber nada.
La lucha constante contra la sed me ha enseñado lecciones espirituales sobre la condición humana y nuestra necesidad acuciante de Dios. Así como mi cuerpo anhela alivio al beber agua, también mi espíritu anhela un respiro de las luchas diarias de la vida bebiendo del Espíritu de Dios. El escritor del Salmo 42 compartía sentimientos similares cuando escribía lo siguiente:
Como ciervo jadeante que busca las corrientes de agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios? (Salmo 42:1–2)
La ilustración de este Salmo es de una persona muy angustiada que compara su necesidad imperiosa de Dios con un ciervo que vaga por la tierra seca en busca de agua que da vida.
¿Alguna vez te sentiste así? ¿Te sientes así ahora? El agua de vida, el agua viva que Dios nos da te brindará el alivio que necesitas. Y afortunadamente existe una fuente que no se agota; Él la derrama libremente a cualquiera que la desee. Jesús deseaba con tal urgencia que las personas entendieran esto, que prácticamente les gritó en medio de una multitud en un festival religioso.
En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: «¡Si alguno tiene sed, que venga a Mí y beba! De aquel que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.» Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en Él. (Juan 7:37-39).
El agua de vida, el agua viva, es el Espíritu de Dios. Y la sensación angustiante durante épocas de debilidad y dificultades es simbólica de tu sed espiritual del Espíritu de Dios.
¿Y cómo obtienes esta agua viva? Acercándote a Jesús, dedicando tiempo a estar a solas con Él para leer Su Palabra y orar. Así es como te refrescas y te rellenas, te vuelves a hidratar con las aguas frescas de Su Espíritu.
Y una vez que te vuelves a llenar espiritualmente, como dice esa escritura, de tu interior correrán ríos de agua viva que pueden desbordarse hacia los que te rodean, para que ellos también puedan refrescar sus espíritus mediante el Espíritu de Dios.
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