Rogar a Dios
Recopilación
Hoy en día, los cristianos damos por sentado que Dios es nuestro Padre. Pero pocos se detienen a pensar lo que en realidad significa ese nombre. Sabemos que Jesús enseñó a Sus discípulos a orar diciendo «Padre» y que Abba (Padre) es una de las pocas palabras arameas que Jesús empleó y que sigue sin traducir en nuestro Nuevo Testamento. En la actualidad, eso a casi nadie le parece extraño, y muchas personas se sorprenden al descubrir que los judíos en la época de Jesús —e incluso Sus propios discípulos—, quedaban desconcertados por Su enseñanza. […]
Jesús aseveró que Dios era Su Padre primero en un debate sobre el día de reposo. Jesús afirmó que era adecuado que sanara enfermos en el día de reposo porque, según Sus palabras: «Hasta ahora Mi Padre trabaja, y Yo también trabajo» (Juan 5:17). Es decir, aunque el séptimo día Dios descansó de Su obra de creación, seguía en marcha Su labor de preservación y, en última instancia, de redención. Además, Jesús asoció Su propio ministerio con ese trabajo continuo del Padre. […]
Los cristianos llaman Padre a Dios porque es lo que Jesús enseñó a Sus discípulos. No lo hizo para hacer hincapié en que Dios era su Creador (aunque claro que lo era) sino porque Él era su Redentor. Jesús tenía una relación única con Dios, el Padre, y quería que Sus seguidores fueran partícipes de ello. Durante Su tiempo en la Tierra, lo dejó claro: «El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). «Yo y el Padre somos uno» (Juan 10:30). […]
Se nos anima a orar al Padre y estamos habilitados para ello porque el Hijo nos unió con Él en Su muerte y resurrección (Gálatas 2:20). Con ese acto, Jesús nos ha asociado con Él como Sus hermanos. La diferencia es que Jesús es el Hijo del Padre por naturaleza, divino y sin pecado, mientras que nosotros somos pecadores que hemos sido adoptados por Dios. Jesús dijo lo mismo a María Magdalena después de Su resurrección, al decirle que fuera a ver a Sus discípulos, a quienes ahora llamó Sus hermanos, y les dijera lo que iba a suceder: «Suéltame porque todavía no he subido al Padre; pero ve a Mis hermanos, y diles: “Subo a Mi Padre y Padre de ustedes, a Mi Dios y Dios de ustedes”» (Juan 20:17). Gerald Bray[1]
Personeidad de Dios
A lo largo de los Evangelios, Jesús, al referirse a Dios, lo llama Padre, y en el Padrenuestro enseña a Sus discípulos a llamarlo de la misma manera. Algunas personas pueden considerar ofensivo llamar Padre a Dios, pues les parece que refuerza el concepto de patriarcado y de sometimiento de la mujer, y han pedido que se borre toda referencia a Dios como Padre. En el libro Reading the Sermon on the Mount, de Charles Talbert, se da una buena explicación de por qué Dios es llamado Padre. Voy a resumir algunos extractos[2].
En las iglesias cristianas de hoy en día hay dos maneras de entender el lenguaje religioso. La primera es la perspectiva relacional; la segunda, la perspectiva política. La perspectiva relacional presupone que el lenguaje religioso nace de una relación continua entre Dios y Su pueblo. Es similar al lenguaje de las relaciones humanas. Uno puede hablar de su relación con Dios en términos similares a los que usaría para referirse a su relación con otra persona.
La perspectiva política del lenguaje religioso presupone que este es, en su origen, una proyección sobre el lienzo celestial de las estructuras de las relaciones humanas en la Tierra, por lo que todo cambio en el orden social humano exige el correspondiente cambio en la manera de referirse al mundo celestial. Esta perspectiva considera que las referencias a Dios en términos masculinos, como al llamarlo Padre, constituyen una proyección sobre el Cielo de un sistema social patriarcal a nivel humano. Da por sentado que el llamar Padre a Dios es un reflejo del mundo patriarcal en que se escribió la Biblia. Parte de la base de que la Biblia la escribieron hombres, por lo que a Dios se le asigna un papel masculino.
La perspectiva relacional del lenguaje religioso presume que la deidad trasciende la sexualidad, que Dios no es ni masculino ni femenino. Sin embargo, las Escrituras, al hablar de Dios, le asignan un género. A veces se refieren a Él en términos femeninos: «Daré voces como la que está de parto». «¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? ¡Aunque ella lo olvide, Yo nunca me olvidaré de ti!» «Como madre que consuela a su hijo, así Yo los consolaré a ustedes». (Isaías 42:14; Isaías 49:15; 66:13).
Siempre que hay una referencia a Dios en términos femeninos es en un símil, una comparación. Se compara a Dios con una madre, pero nunca se lo llama «Madre».
En otros pasajes de las Escrituras hay referencias a Dios en términos masculinos, en símiles: «El Señor saldrá como un gigante y como el de un guerrero despertará Su celo» (Isaías 42:13), y también en metáforas: «¡Tú, Señor, eres nuestro padre. Redentor nuestro es Tu nombre desde la eternidad». «Señor, Tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y Tú el alfarero. Así que obra de Tus manos somos todos nosotros» (Isaías 63:16; 64:8).
En la Biblia, por una parte se compara a Dios con un varón (símil) y por otra se le llama Padre (metáfora). Jesús rezó: «¡Abba, Padre!» (Marcos 14:36).
¿Cómo es que en las Escrituras a veces dice que Dios es como una madre, aunque sin llamarlo madre, y por otra parte dice que es como un padre y se lo llama Padre? Las principales razones son dos.
La primera tiene que ver con el concepto de quién es Dios con relación a Su creación. Él, que es todopoderoso y está por encima de la creación, lo creó todo de la nada, y por consiguiente, Él y el universo son cosas distintas. Ciertas religiones o sistemas de creencias tienen una visión diferente: consideran que Dios y la creación son lo mismo o que la creación forma parte de Dios. En general, los sistemas de creencias que no distinguen a Dios de la creación entran en la categoría de panteístas.
Desde el Génesis y a lo largo de todas las Escrituras se habla de que Dios existe por encima e independientemente de la creación. Si en las Escrituras se lo llamara «Madre», podría haberse dado un malentendido en cuanto a la trascendencia de Dios. En la Antigüedad, llamar «Madre» a Dios habría dado a entender que la creación era fruto de un proceso de alumbramiento, con lo que el universo y todo lo que hay en él formarían parte de Dios; en ese caso el universo sería divino (panteísmo) en vez de ser creación de Dios (teísmo).
Dios reveló a los autores del Antiguo Testamento que Él es un Espíritu, por lo que no es ni masculino ni femenino. No obstante, se refirió metafóricamente a Sí mismo como si fuera un ser masculino, para mantener así Su alteridad y evitar dar la impresión de que el mundo fue parido en vez de creado. Eso nos permite relacionarnos con Él de un modo personal sin caer en un concepto equivocado de Su relación con la creación.
Un motivo importante para llamar Padre a Dios se deriva de la manera de actuar de Jesús. En los Evangelios, no solo lo llamó Padre al referirse a Él, sino también al dirigirse a Él (Marcos 13:32). Expresó Su relación con Dios valiéndose del concepto del Padre amoroso que cuida y ama intensamente a Sus hijos, e invitó a Sus discípulos a entablar una relación de amor con Su Padre.
Jesús también aclaró que Dios es Espíritu (Juan 4:24), por lo que no tiene sexo; aun así, Él dio a conocer Su relación con Dios mediante el concepto de Padre, lo llamó Padre e invitó a Sus discípulos a hacer lo mismo. Ahora bien, se trata de un concepto para dar a entender la personeidad de Dios, no de una declaración de sexo. Los que, a raíz de sus experiencias con su padre, tengan dificultades para llamar Padre a Dios pueden usar otras expresiones para dirigirse a Él, como Señor, Dios, Todopoderoso, Creador, etc. Peter Amsterdam
La experiencia Abba
En su recorrido humano, Jesús experimentó a Dios de una manera que ningún profeta de Israel había soñado, ni se había atrevido a hacerlo. En Jesús habitaba el Espíritu del Padre y le dio un nombre a Dios que escandalizaría a la teología y la opinión pública de Israel; el nombre que salió de la boca del carpintero nazareno: Abba.
Para dirigirse a sus padres, los niños judíos empleaban una forma coloquial y Jesús la utilizó con José, Su padre adoptivo. Sin embargo, como término para la divinidad, era algo sin precedentes, no solo en el judaísmo, sino en las grandes religiones del mundo. Joachim Jeremias escribió: «Abba, como una manera de dirigirse a Dios, es […] una expresión original de Jesús. Enfrentamos algo nuevo y asombroso. En esto radica la gran novedad del evangelio.»
Jesús, el amado Hijo, no se queda con esa experiencia. Nos invita, nos llama para que seamos partícipes de la misma relación íntima y liberadora. Pablo escribió: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que han recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: “¡Abba, Padre!” El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios» (Romanos 8:14-16). […]
El mayor regalo que Jesucristo me ha dado, ha sido la experiencia Abba. «Todas las cosas me han sido entregadas por Mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mateo 11:27). Brennan Manning[3]
Publicado en Áncora en julio de 2023.
[1] https://www.thegospelcoalition.org/essay/god-as-father.
[2] Charles H. Talbert, Reading the Sermon on the Mount (Grand Rapids: Baker Academic, 2004), 113-15.
[3] Brennan Manning, Abba’s Child: The Cry of the Heart for Intimate Belonging (Tyndale House, 2014).
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