Resiliencia espiritual
María Fontaine
«Os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas». Hebreos 10:36; Lucas 21:19
Como parte de nuestro crecimiento espiritual y desarrollo cristiano, inevitablemente aprendemos a soportar dificultades y retrasos. Es posible que en diferentes momentos de nuestra vida tengamos que acostumbrarnos a librar más batallas prolongadas. Y en el proceso, aprendemos lo que significa aguantar de verdad, no apenas un día, una semana o un mes, sino tal vez muchos meses seguidos, o incluso años. Por medio de esas experiencias, aprendemos a aferrarnos de verdad a la Palabra de Dios y a sufrir penalidades como buenos soldados de Jesucristo[1].
Es posible que anteriormente no hayamos tenido que aprender paciencia y aguante de una manera tan tremenda; y cuando eso llega a nuestra puerta puede parecer una declaración dura. En nuestras batallas y padecimientos, en muchos casos es posible que las dificultades hayan sido más breves, con victorias rápidas como respuesta a nuestras oraciones. Hemos visto vidas transformadas y que se conquistan almas muy fácilmente. Hemos terminado tareas y hemos recibido rápidas respuestas a nuestras oraciones. Hemos visto curaciones rápidas.
Sin embargo, todos enfrentamos situaciones en que tenemos que aceptar que tal vez nos aguarden temporadas prolongadas en que no veamos pruebas de victoria o ni siquiera mejoras, temporadas en que, en todo caso, es posible que nos sintamos muy mal. Es posible que a veces no podamos apoyarnos en modo alguno en nuestras sensaciones y sentimientos, sino que tengamos que aferrarnos a las promesas de la Palabra de Dios, que Él todavía nos ama y sigue preocupándose por nosotros. Espera que sigamos adelante siguiéndolo a Él, independientemente de cómo nos sintamos, ni por cuánto tiempo no tengamos ganas de hacerlo. Es posible que sea necesario aprender a seguir adelante aunque pensemos que actuamos maquinalmente, cumpliendo simplemente con nuestra obligación porque Dios lo dice en Su Palabra.
La Palabra de Dios nos dice: «Bienaventurado el hombre que soporta la tentación»[2], «He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin que le dio el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo»[3]. «Tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio»[4]. «También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza»[5].
Saber que la Palabra de Dios nos dice que somos bienaventurados al aguantar, puede darnos valor para seguir adelante frente a aparentes situaciones sin esperanza. Puede que tengamos que seguir adelante hasta cuando parezca que todo está en contra de nosotros, confiando en que Dios nunca deja de cumplir ni una sola de Sus buenas promesas. Es posible que debamos optar por esperar en el Señor y reposar en los brazos de Jesús con esas promesas inquebrantables resonando en nuestra mente y corazón, como lo expresaron muchos que escribieron himnos, y que aprendieron a aguantar. Debemos cimentar nuestra fe en Su Palabra y confiar en que se cumplirá el propósito de Dios para cada uno de nosotros, a medida que creemos en Sus promesas y confiamos en ellas.
No se puede ver la fe de la manera en que muchas personas ven el inicio de su matrimonio en la actualidad: «Bueno, si la cosa no sale bien, me divorcio». Debes estar «plenamente convencido» de lo que crees, que Dios es capaz de hacer lo que promete[6]. Tu actitud debe ser: «¿A quién iremos? ¡Tú tienes Palabras de vida eterna!»[7] Si te has consagrado y entregado, si has asumido un compromiso así con el Señor, entonces independientemente de lo difícil que sea la situación, seguirás adelante por Su gracia; y seguirás viviendo para el Señor de la manera que Él te haya pedido.
¿Nos encogeremos de miedo y temblaremos? ¿Esconderemos el rostro ante la posibilidad de sufrir penalidades? ¡No! Deberíamos estar entusiasmados, emocionados, ante las maravillas que el Señor hará por medio de nosotros.
Si estás preocupado, o tienes miedo al futuro y sus incertidumbres, el secreto está en aumentar tu fe por medio de Su Palabra y las maravillosas promesas que ha dado el Señor. Aunque te encuentres en una época de sufrimiento o soportes dificultades en esta vida, puedes regocijarte porque es tu destino y tu llamado salir victorioso de ello, ¡ya sea en esta vida o en la próxima! Lo que debes entender cuando pases por épocas difíciles es que para los cristianos hay un propósito en todo lo que les sucede.
¡No debemos temer! Aunque es posible que tengamos muchos problemas, al menos sabemos que tienen una razón de ser, que todo es con un propósito. Entendemos que estamos en una guerra espiritual, y que la mayoría de nuestros problemas son consecuencia de eso, y que en última instancia nos dejan enseñanzas y nos fortalecen. Así pues, el simple hecho de saber que esos padecimientos tienen un fin útil, eterno, hace que nos resulte mucho más fácil soportarlos.
Tenemos la Palabra de Dios, la oración, las promesas del Señor, un ideal, un propósito, el poder del Espíritu y conocemos el plan del Señor para el futuro y a dónde vamos después de esta vida. Tenemos una razón para soportar con paciencia las épocas de tribulación.
Los cristianos no solo creemos ciertas cosas, sino que deberíamos predicarlas, incluso cuando lo que creemos, practicamos y predicamos es contrario a mucho de lo que creen y practican las personas del mundo. Se nos ha pedido que prediquemos el Evangelio en todo momento. Como cristianos que somos, se nos pide defender lo que creemos, incluso cuando la verdad de Dios no sea popular. Es mucho mejor ser maltratados con el pueblo de Dios ahora que gozar de los deleites temporales del pecado[8].
Más bien, gloriémonos en nuestras debilidades, para que repose sobre nosotros el poder de Cristo[9]. ¡El Señor nos ha prometido que Su gracia será suficiente!
Artículo publicado por primera vez en junio de 1992. Texto adaptado y publicado de nuevo en julio de 2017.
[1] 2 Timoteo 2:3.
[2] Santiago 1:12 (RVR 1995).
[3] Santiago 5:11 (RVR 1995).
[4] 2 Timoteo 4:5 (RVR 1995).
[5] Romanos 5:3-4 (RVR 1995).
[6] Romanos 4:21.
[7] Juan 6:68.
[8] Hebreos 11:25.
[9] 2 Corintios 12:9.
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