¿Muerte o amanecer?
David Brandt Berg
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«En el fin de los tiempos, Cristo se presentó una sola vez y para siempre para quitar el pecado mediante Su propia muerte en sacrificio. Y así como cada persona está destinada a morir una sola vez y después vendrá el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez y para siempre, a fin de quitar los pecados de muchas personas. Cristo vendrá otra vez, no para ocuparse de nuestros pecados, sino para traer salvación a todos los que esperan con anhelo Su venida». Hebreos 9:26–28[1]
Jesús al morir, no solo sufrió física sino también espiritualmente, así como el pecador sufre por sus pecados en la otra vida. De lo contrario, Él no habría podido sufrir por nuestros pecados. Pero lo cierto es que sí sufrió por nuestros pecados.
La peor muerte de los perdidos es la muerte espiritual, un sufrimiento espiritual que sus espíritus padecerán en la otra vida. La Palabra de Dios dice que pasó tres días y tres noches en el corazón de la Tierra[2]. Dice que allí predicó a los espíritus encarcelados, y les dio el evangelio, ¡les dijo la verdad![3] Dirás: «Yo creía que una vez que alguien se iba al infierno se quedaba allí para siempre».
Si no era posible que se salvara alguien que estaba en el corazón de la Tierra, ¿por qué se tomó la molestia de predicarles? Pues eran personas que, evidentemente, nunca habían escuchado la verdad, nunca habían escuchado el evangelio. De modo que el propio Jesús fue hasta allá y sufrió tal como ellos sufrían mientras les predicaba para que se salvasen.
Imagínate lo que sufrió Jesús por nosotros. Tres días y tres noches en el corazón de la Tierra. ¡Sufrió eso por todos los pecados de la humanidad! Asombroso, ¿verdad? ¡Cuánto amor! Murió para que tú pudieras ser salvo.
De modo que si naces dos veces, solo mueres una. Pero si solamente naces una vez, morirás dos. El primer nacimiento es el de agua. El bebé está nadando en agua dentro del útero de la madre, y el primer indicio de que va a nacer es que se suelta un chorro de agua y el bebé «nace de agua»[4].
El siguiente es un renacimiento espiritual, o sea, cuando «naces de nuevo»[5]. Jesús dice que eres nacido del espíritu. Es un renacimiento espiritual, un renacimiento del hombre interior, de tu personalidad, tu verdadero ser, aquel que vive dentro de ese cuerpo físico.
Tu cuerpo no es tu verdadero ser. Es solo la casa física en que habitas. Tú estás allí dentro y estás mirando hacia afuera, hacia mí. Te veo mejor a través de tus ojos que al mirar tu cuerpo. Tu verdadero ser es el espíritu que está adentro, el cual seguirá viviendo eternamente después de que muera el cuerpo.
De manera que Jesús dijo que tienes que nacer de nuevo. Él tiene que darte un nuevo espíritu. Él dice que este es el segundo nacimiento[6]. El primer nacimiento solamente es físico; el segundo es espiritual.
Jesús le contestó: «En verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo le dijo: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?» Jesús respondió: «En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”. El viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquél que es nacido del Espíritu». Juan 3:3–8[7]
De manera que si naces dos veces —la primera físicamente y la segunda espiritualmente— solo morirás una vez. Pues solo padecerás la muerte física una vez y tu espíritu nunca morirá, ya que Jesús murió para que tu espíritu no tuviera que morir. «Los espíritus de los justos hechos perfectos»[8]. Eso fue lo que hizo en la cruz.
Pero en cuanto a los que no reciben a Jesús, y cuyos pecados no les son perdonados, serán resucitados de la muerte para el Juicio Final, y serán juzgados según sus obras, algunos serán enviados al lago de fuego y otros vivirán fuera de la Ciudad Celestial[9].
«Esta es la muerte segunda»[10]. ¿Por qué? Porque solo nacieron una vez y no se salvaron. Nunca recibieron a Jesús, así que no nacieron de nuevo. Cuando recibes a Jesús, ello constituye un nuevo nacimiento para tu espíritu; en tu interior eres una nueva persona.
Pablo dice que el «viejo hombre», el «yo» físico muere cada día; pero el hombre interior vive más cada día. «El hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día»[11]. El cuerpo está muriendo, no obstante tu espíritu está cobrando fuerzas diariamente.
La muerte es libertad para el cristiano. ¡Es una maravillosa liberación! Para el que cree en Cristo, es ser liberado de este viejo cuerpo que nos causa tantos problemas.
Un día de estos serás libre. ¡Podrás dejar atrás este viejo cuerpo! Recuerdo una antigua canción que decía: «Esta casa vieja ya no va a durar mucho». Este cuerpo no es más que una casa vieja en la que vivo, no es mi verdadero ser; yo solo vivo aquí adentro. Te estoy mirando desde aquí adentro.
¡Gloria a Dios! ¡La muerte es verdadera libertad para el cristiano! De modo que si naces dos veces, solo mueres una: muerte del cuerpo, pero el espíritu no muere. Pero si solo naces una vez y no naces de nuevo, mueres dos veces: una para el cuerpo y otra para el espíritu.
Pues eso es lo que hizo Jesús en la cruz cuando murió por nosotros: Él no solo murió en cuerpo, sino que además sufrió la sensación del pecador en la muerte del espíritu. Ahora bien, en realidad no sabemos qué es esa muerte del espíritu. Jesús la llama el infierno, para algunos, ¡semejante al fuego! Sea lo que fuere, es algo terrible, terrible, alguna especie de sufrimiento por tus pecados.
Al fin y al cabo, si no crees en que Jesús sufrió por tus pecados, entonces tú mismo tendrás que sufrir por tus propios pecados. En cambio, si crees en Jesús, naces dos veces y solo mueres una. Pero si no crees en Jesús, naciste solo una vez ¡y morirás dos!
Las Escrituras dicen: «Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio»[12]. Así que a todos les toca morir por lo menos una vez, pero no todos tienen que morir dos veces. ¡Gloria a Dios!
Podemos dar gracias a Dios por la muerte, ¡nuestra graduación, nuestra liberación! Como dice la letra de una antigua canción:
Al despuntar el alba ¡dejaremos todo dolor y pena terrenal!
En el mañana de Dios no habrá ya muerte; ¡la noche oscura muy lejos quedará!
Parecerán pequeños los problemas, ¡las grandes cargas livianas se verán!
La pena más profunda de esta vida, ¡se olvidará como un sueño fugaz![13]
¡Que Dios te bendiga! ¡Feliz viaje! ¡Allá nos vemos!
Artículo publicado por primera vez en octubre de 2015. Texto adaptado y publicado de nuevo en diciembre de 2015. Leído por Miguel Newheart.
[1] NTV.
[2] Mateo 12:40.
[3] 1 Pedro 3:18-19.
[4] Véase Juan 3:5.
[5] Véase Juan 3:3.
[6] Juan 3:3.
[7] NBLH.
[8] Hebreos 12:23.
[9] Véase Apocalipsis 20 y 22.
[10] Apocalipsis 20:14.
[11] 2 Corintios 4:16.
[12] Hebreos 9:27.
[13] Texto adaptado de When Morning Dawns, de Alfred H. Ackley, 1939.
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