Libertad en Cristo
Recopilación
Para muchos de nosotros la libertad se ha vuelto sinónimo de independencia personal, la capacidad de tomar nuestras propias decisiones y elegir nuestro sendero en la vida, hacer lo que mejor nos parezca, en el momento que queramos. Es lo que yo llamo «libertad externa».
Sin embargo, esta no es la libertad que Jesús nos promete. Cuando Jesús se reveló como el Mesías, dijo que había venido a la tierra a «pregonar libertad»[1]. Y en otra ocasión, dijo: «Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres»[2].
Jesús no nos estaba liberando para hacer lo que quisiéramos; nos liberaba para hacer lo correcto. Nos estaba liberando para tener una relación con Dios y para ser la clase de personas que Dios quiere que seamos. Esta libertad espiritual es lo que yo llamo «libertad interna», la capacidad de obedecer a Dios y elegir Su voluntad para nuestra vida. Y esta es la libertad que el pecado nos ha negado por mucho tiempo.
Jesús dejó estupefactos a los fariseos, los dirigentes espirituales de Su tiempo, cuando declaró: «De cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado»[3]. Jesús afirmó que todos estamos bajo el poder y dominio de una tendencia natural a pecar; no nos podemos liberar por nosotros mismos. El pecado trae consigo un castigo del cual, por nosotros mismos, no nos podemos librar. La Biblia dice: «La paga del pecado es muerte»[4].
¿Cómo hayamos libertad del castigo y dominio del pecado? Eso ocurre al aceptar la muerte de Jesucristo en la cruz como pago por nuestro pecado. Al someternos a Cristo, el pecado pierde su poder y el poder de Cristo asume el control.
Cuando elegimos confiar y seguir al Señor, nuestros hábitos, pensamientos y actitudes pecaminosos pierden su dominio. La culpa desaparece, y prevalece la paz interior. Hábitos correctos se vuelven la norma. Eso es libertad, verdadera libertad. Larry Fowler[5]
El precio de nuestra libertad
Un concepto bíblico que contribuye a explicar cómo la muerte de Jesús nos trajo la salvación es el de la redención. Los términos redimir y redención provienen de vocablos griegos que significan soltar, rescatar, poner en libertad por medo del pago de un rescate.Otras variaciones son precio de rescate y el acto de pagar por un rescate. A continuación, algunos de los versículos en los que se emplean esos términos:
«Como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por todos»[6].
«Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre, el cual se dio a Sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo»[7].
El uso de los términos rescatar y redimir expresa el concepto del pago de un precio, un rescate por la libertad de alguien, a fin de exonerarlo de un yugo o de una dominación. En los versículos referidos más arriba, Jesús dijo que había venido a ofrendar Su vida en rescate por todos. Somos redimidos o rescatados por medio de Su muerte sacrificial, Su sangre derramada por nosotros. Pagó para librarnos de la pena que merecíamos por nuestros pecados asumiendo el castigo en nuestro lugar.
El rescate se paga a Dios Padre, pues es Él quien ha instituido la pena. Jesús —Hijo de Dios— paga el rescate con Su muerte. Se hace justicia, se paga la pena por el delito y el culpable queda libre. Además de declararse inocente al culpable, este se transforma en una nueva criatura, que idealmente comienza a vivir una vida caracterizada por el amor a Dios y a los demás en gratitud por haber recibido ese don inestimable de Dios.
Gracias al amor que alberga por nosotros, Dios nos juzga y a la vez nos redime. Si bien Su plan satisface la necesidad de justo juicio, Dios —el Juez— también ha pagado el precio de nuestra redención derramando la sangre de Su único Hijo.
«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él.»[8] Peter Amsterdam
Libertad para servir
La creencia en la libertad individual para ser, hacer o decir lo que queramos con frecuencia se ve interrumpida y aislada de toda consideración hacia consecuencias o deberes comunitarios. Lamentablemente, la libertad rara vez se ve como una oportunidad de servir a los demás.
El apóstol Pablo planteó este tema cuando escribió a los primeros cristianos de Corinto. Hablando de asuntos relacionados con la libertad individual, exhortó a aquellos primeros cristianos que «todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro. Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.»[9]
En su carta a los cristianos de Galacia, Pablo asocia el don de la libertad a un sentido de responsabilidad corporativa: «A libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: amarás a tu prójimo como a ti mismo.»[10]
La definición de Pablo de libertad por amor y servicio parece ir en dirección opuesta cuando se entiende la libertad como algo para hacer lo que a uno mejor le parezca, individualmente hablando. Se nos ha llamado a libertad, libertad en pro de los demás y no solamente como una búsqueda individualista por el interés propio.
Entendida correctamente, la libertad está fundada en el amor de unos por otros. Margaret Manning Schull
El precio de la libertad
Todo el mundo anhela libertad, pero rápidamente nos damos cuenta de que la libertad tiene su precio. Alguien dijo en broma: «La libertad absoluta es poder hacer lo que uno quiera sin considerar a nadie más excepto a la esposa, los hijos, la empresa, el jefe, los vecinos, las amistades, la policía, el gobierno, los doctores y la iglesia».
En la sociedad humana, el caos surge cuando solo tomamos en cuenta nuestros propios intereses. Las leyes son necesarias para garantizar la libertad. Esto también es cierto con la ley espiritual de Dios. El salmo 119 es un hermoso tributo a las libertades que provienen de obedecer la ley de Dios. Nótense los versículos 44 y 45: «Guardaré Tu ley siempre, para siempre y eternamente. andaré en libertad, porque busqué Tus mandamientos»[11].
Santiago llama a la ley de Dios la ley de la libertad, cuando dice que «el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace»[12]. Prosigue en el capítulo siguiente: «Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad»[13].
Jesucristo, como ejemplo perfecto de libertad, guardó los mandamientos de Dios[14]. La verdadera libertad no debe estar apartada de los mandamientos de Dios sino en armonía con ellos. Como Cristo pregunta en Lucas 6:46: «¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que Yo digo?» También dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»[15]
Una amorosa obediencia a la ley de Dios no es un esfuerzo con el fin de obtener la salvación por obras, sino una reacción sincera y de corazón por querer servir y complacer al gran Dios del universo que nos dio Sus leyes espirituales por nuestro propio bien. No se trata de qué es conveniente, sino de qué complace a Dios. Es una ironía que, cuando obtenemos libertad por medio de Cristo, nos volvemos Sus esclavos, como se indica en 1 Corintios 7:22: «Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo».
En última instancia, la verdadera libertad vendrá por medio de la resurrección durante la venida de Cristo. Como lo explica Pablo en Romanos 8:21: «también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios». ¡Que Dios acelere la llegada de ese día! Rainer Salomaa[16]
Publicado en Áncora en junio de 2021.
[1] Lucas 4:18.
[2] Juan 8:36.
[3] Juan 8:34.
[4] Romanos 6:23.
[5] https://www.focusonthefamily.com/parenting/freedom-in-christ.
[6] Mateo 20:28.
[7] 1 Timoteo 2:5-6; ver también Tito 2:13-14; 1 Pedro 1:18-19.
[8] Juan 3:16-17.
[9] 1 Corintios 10:23-24, 31.
[10] Gálatas 5:13-14.
[11] Salmo 119:44-45.
[12] Santiago 1:25.
[13] Santiago 2:12.
[14] Juan 15:10.
[15] Mateo 19:17.
[16] https://www.ucg.org/the-good-news/what-does-it-mean-to-have-freedom-in-christ.
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