La verdad del Cielo
Recopilación
[The Reality of Heaven]
La Biblia dice en Colosenses 3:1: «Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del Cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios». Así pues, ¿qué dice la Biblia acerca de esas «verdades del Cielo»?
El Cielo es donde Dios vive y gobierna. La Biblia habla del Cielo como la morada de Dios, la casa de Dios y la ciudad de Dios. Esas frases hacen pensar en el Cielo como el lugar donde vive Dios.
Además, en las Escrituras Jesús habla del Cielo como «el reino de Dios» o el «reino de los cielos». Así pues, el cielo no es solo donde vive Dios; también es donde Él gobierna. El Salmo 123:1 dice: «Hacia ti, Señor, miro suplicante; hacia ti, que reinas en el cielo»
El cielo es un lugar verdadero. El cielo no es un estado mental. No es un estado de ser. Y no es un lugar donde tu esencia flote como un fantasma. Es un lugar de verdad. De hecho, la Biblia dice que en el Cielo habrá calles, árboles, agua y casas. Muchos pasajes de las Escrituras aluden al hecho de allí hay animales. Tendrás un cuerpo físico, renovado por la resurrección. Y habrá un lugar verdadero para que habite nuestro cuerpo real: «En la casa de Mi Padre muchas moradas hay. De otra manera, se los hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para ustedes» (Juan 14:2).
Y Jesús dijo en Mateo 6:20: «Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar». No se pueden almacenar tesoros en un lugar que no es real.
El Cielo está diseñado para ti y para mí. Dios no diseñó el Cielo para sí mismo. Lo diseñó para sus seguidores. La Biblia dice: «Vengan ustedes, a quienes Mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes» (Mateo 25:34). […]
Las personas no estaban destinadas a vivir en la Tierra para siempre. ¡Tú y yo fuimos hechos para el Cielo! Hebreos 13:14 dice: «Este mundo no es nuestro hogar permanente; esperamos el hogar futuro». Una vez que eres parte de la familia de Dios, hay mucho más en la vida que solo el aquí y el ahora. En realidad, este mundo no es tu hogar; ¡solo estás de paso!
En lo referente al Cielo: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman» (1 Corintios 2:9). Independientemente de cómo hayas imaginado que es el Cielo, ¡la realidad lo superará con creces! Rick Warren1
Transición, no terminación
Siempre es difícil enfrentar la muerte de un amigo o ser querido. Por lo general, hay una gran mezcla de emociones.
Siempre hay tristeza porque una persona ya no estará con nosotros. Pero también hay alegría porque una persona está en el Cielo. Hay pesar porque se ha cerrado un capítulo de nuestra vida, y porque alguien muy importante para nosotros ahora estará solo en nuestro recuerdo. También hay una sensación de alivio y liberación… porque alguien que queremos ya no tendrá que sufrir ni experimentar el dolor y las molestias que puede traer esta vida.
Todo lo anterior, y otras emociones incontables pueden ser muy fuertes en momentos como este, y podemos entender por qué Jesús dijo: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados» (Mateo 5:4). […]
La Biblia deja muy claro que la muerte física es más una transición que una finalización. Hay un elemento de término, el cuerpo físico deja de funcionar, pero la Biblia describe más que solo un cuerpo, un hombre exterior. La Biblia describe un hombre interior.
El hombre es un ser espiritual con un alma, y vive dentro de un cuerpo. Cuando el cuerpo ya no funciona, el espíritu del hombre simplemente se va a un nuevo lugar. Para un creyente, ese nuevo lugar es magnífico, y se llama Cielo. Cuando decimos que un creyente que ha muerto se ha ido a un mejor lugar, no es solo un cliché.
El Cielo no es un sueño. No es solo un producto de la imaginación de alguien, […] una abstracción metafísica, […] el concepto teológico de alguien. El Cielo es un lugar real.
Pablo dijo: «Partir y estar con Cristo […], es muchísimo mejor» (Filipenses 1:23). Dijo que si se destruyera esta «tienda de campaña» en la Tierra, tenemos un edificio de Dios, una casa que no fue construida por manos humanas, sino que es eterna y está en los cielos (2 Corintios 5:1). Dijo que «estar ausentes del cuerpo [es] estar presentes delante del Señor» (2 Corintios 5:8). […]
A los que creen en el Señor Jesucristo, los animo: Verán de nuevo a su amigo y ser querido. Y como dice un antiguo himno: ¡Será un día de gran regocijo! Tony Cooke2
Esperanza viva
Hace poco reflexioné sobre la muerte, cómo a pesar de todos los avances de la medicina, tarde o temprano todo ser vivo muere. Sentí curiosidad por saber qué dice la Biblia al respecto. Encontré algunos pasajes asombrosos.
Resulta que la muerte no figuraba en el plan original de Dios para Su creación. Fue introducida a raíz de la desobediencia del hombre. El designio divino era que el hombre viviera para siempre; pero Dios no pudo permitir eso a causa de la naturaleza pecaminosa del hombre tras la caída. La muerte es el castigo que se nos impone por el pecado. Todos debemos sufrirla. «Como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre [Adán], y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron». (Romanos 5:12).
Afortunadamente, el aguijón de la muerte fue anulado. Con Su resurrección, Jesucristo venció la muerte. La Biblia alude a la «esperanza viva» que representa la resurrección de Jesús (1 Pedro 1:3). Esta lleva implícita la promesa de que otros también resucitarán. Eso sucederá en el tiempo de la segunda venida de Jesús, cuando todos los que lo hayan aceptado en su corazón y estén aún con vida recibirán cuerpos sobrenaturales semejantes al cuerpo glorioso que tenía Jesús después que resucitó (1 Corintios 15:51,52).
Por otra parte, a los creyentes que hayan muerto antes de ese acontecimiento Jesús les promete que la muerte no será el fin, sino el umbral de una nueva vida en la dimensión espiritual. Él dijo: «Porque Yo vivo, también ustedes vivirán» (Juan 14:19). Para los creyentes, la muerte es como pasar de una habitación a otra y cerrar la puerta. Es librarse del peso y las limitaciones de esta vida terrenal y entrar en el reino eterno de Dios.
Los que confiamos en Jesús tenemos la esperanza viva de entrar en esa relumbrante dimensión cuando concluya nuestra vida actual. Allí disfrutaremos eternamente de los esplendores del Cielo, sin el dolor ni las contrariedades que sufrimos ahora. «Dios enjugará toda lágrima de [nuestros] ojos [...]. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas [pasarán]» (Apocalipsis 21:4). Uday Paul
Confianza en el Cielo
Pues confiamos y consideramos mejor estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor. 2 Corintios 5:8
Un antiguo refrán dice que en la vida hay dos cosas de las que estamos seguros: la muerte y los impuestos. Aunque no nos gusta pagar impuestos, lo hacemos de todos modos, con la esperanza de tratar de pagar lo menos posible. Incluso aunque trates de reducir la factura de impuestos, al final se tendrá que pagar.
Lo mismo es cierto acerca de la muerte. Podemos tratar de comer bien y llevar una vida saludable, pero a la larga, algún día este cuerpo no resistirá y todos experimentaremos la muerte. No digo eso para desanimarlos, pero es una realidad, y mientras más edad se tiene, más real se vuelve esa verdad. Sin embargo, para nosotros los cristianos, la muerte significa algo totalmente distinto de lo que significa para los que no creen. En 2 Corintios se hace referencia al proceso de lo que la muerte significa para los que creen. […]
«De hecho, sabemos que, si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas» (2 Corintios 5:1).
El concepto de eternidad es difícil de entender mientras estamos en estos cuerpos terrenales. ¿Han tratado de pensar en vivir para siempre? Llega un momento en que deja de tener sentido porque esa no es la realidad en la que vivimos en esta Tierra, donde todo tiene un comienzo y un final. […]
Lo que Pablo nos anima a hacer es conocer que la eternidad con Dios es nuestra realidad, y esto debería verse en lo que creemos y cómo vivimos. Cuando sabemos que un día estaremos en la presencia de Dios, y que un día estaremos de pie delante de Él, entonces eso debería guiar todo lo que hacemos en esta vida.
Lo último que quiero dejarles es esto. Desde el momento en que entregan su vida a Cristo, nunca volverán a separarse de la presencia de Dios ni del amor de Dios. Si viven, Su presencia va con ustedes. Cuando mueran, su fe se convierte en vista, y aunque estarán ausentes del cuerpo, estarán presentes con el Señor. Así pues, si se encuentran en esta vida, ganan. Y si pasan de esta vida a la otra, ganan. Por eso su salvación es la mayor victoria que tienen en la vida, porque es la garantía de su esperanza y su vida eterna. Clarence L. Haynes Jr.3
Publicado en Áncora en julio de 2024.
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