La lucha contra el desaliento
María Fontaine
El otro día estaba pensando en el desaliento. Me había desanimado varias veces porque no había logrado hacer algunos cambios necesarios en mi régimen de trabajo cotidiano y hábitos de salud. Esa experiencia de estar deprimida y alicaída, y el esfuerzo para librarme, me llevó a escribir algunas reflexiones y también acerca de otros aspectos relacionados con el tema. Resultó terapéutico para mí, así que decidí pasarles mis apuntes, por si acaso también les sirven de ayuda. Al final incluyo algunas palabras de ánimo que Jesús dio en profecía.
1. El desánimo puede abarcar muchos sentimientos, desde algo relativamente pequeño —como en mi caso—, hasta sentirnos agobiados, abrumados, como Pablo lo describió: «hasta perdimos la esperanza de salir con vida»[1]. En los diccionarios de sinónimos o de ideas afines se puede encontrar una lista larga de emociones asociadas con el desaliento, como por ejemplo: sentir desilusión o tristeza, sentirse abatido, abrumado, apesadumbrado y desesperanzado. Desanimarse es perder el ánimo, desmoralizarse. A veces es algo que afecta toda nuestra vida.
2. El desaliento puede surgir de problemas, fracasos, dificultades, obstáculos, soledad, situaciones traumáticas como la muerte de un amigo o un ser querido, la pérdida de empleo, la necesidad de mudarse lejos de familiares y amigos, ser víctima de chismes, la pérdida de una mascota querida, el diagnóstico de una enfermedad grave, etc.
3. Cuando estoy desanimada, solo tengo ganas de pensar en mí y en mis problemas. Pero eso solo empeora la espiral hacia abajo. Es de suma importancia salir de esa espiral descendente a fin de vencer el desaliento.
4. Jesús conoce nuestras debilidades y sabe que no siempre vemos más allá del aluvión de emociones que nos llegan. Jesús camina con nosotros en esos momentos, nos ayuda con nuestra carga y nos anima a mirar hacia arriba, a fin de que podamos encontrar la salida.
5. Dios no me menosprecia por tener estas emociones humanas. La Biblia dice: «Pues Él sabe lo débiles que somos; se acuerda de que somos tan solo polvo»[2].
6. Creo que al superar el desánimo una vez, eso hace que sea más fácil hacerlo de nuevo. Sin embargo, cada vez que se combate el desaliento se enfrentan desafíos y se obtienen beneficios al salir vencedores.
7. Algo alentador que puede resultar de una lucha contra el desaliento es que podemos ser más comprensivos y compasivos con quienes también se esfuerzan por salir victoriosos en ese aspecto. En mi caso, creo que así ha sido.
8. Es alentador para mí y estoy segura de que anima a millones saber que en la Biblia abundan los relatos de personas que tuvieron que superar experiencias parecidas cuando estaban desanimadas. Es posible que sus circunstancias fueran diferentes, pero las causas subyacentes eran muy parecidas a las que enfrentamos ahora. Si se estudia la vida de Job, Moisés, David, Jeremías, Elías, Pedro, Pablo, etc., se verá que también pasaron épocas muy difíciles en que estuvieron desanimados y desesperanzados.
9. Cuando leemos acerca de hombres y mujeres de fe que son muy conocidos, y de su determinación, vemos que a veces combatieron una gran tristeza o pérdida, o bien, montañas de abatimiento les impedían avanzar. Sin embargo, una y otra vez, a pesar de lo que enfrentaban, se aferraron a Jesús y Él fue su fortaleza.
10. Todos enfrentamos épocas de desánimo en que tal vez nos sintamos aporreados y golpeados. En esos momentos, es importante que alguien ore con nosotros, que nos ayude a llevar nuestras cargas y así cumplir la ley de Cristo[3].
11. El mismo Jesús algunas veces tuvo la tentación de desanimarse. Recordemos que incluso Sus discípulos, con los que Él contaba para que llevaran el mensaje a todo el mundo, a veces no entendían lo que Él trataba de enseñarles. Juan 6:66 (NVI) nos dice que después de que Jesús expresó algunas cosas que eran difíciles de aceptar, «desde entonces muchos de Sus discípulos le volvieron la espalda y ya no andaban con Él».
12. La Biblia es muy clara al decirnos que Él fue tentado en todo al igual que nosotros. Sin embargo, no pecó[4]. No es un pecado la lucha contra la tristeza, la profunda pena o el desánimo[5]. Jesús hasta soportó el tormento de espíritu en el jardín de Getsemaní donde Su sudor fue como gotas de sangre y los que lo acompañaban no se quedaron despiertos para orar por Él, después de todo lo que había hecho por ellos y lo que estaba a punto de hacer por ellos[6].
13. En definitiva, Jesús pasó por una desesperanza insondable, la agonía de separarse del Padre, pues tomó para Sí el castigo por los pecados del mundo. Así que sé que entiende plenamente lo que me pasa.
14. A veces, cuando estamos viviéndolo, da la impresión de que jamás terminarán esas emociones profundas, oscuras, con las que nos inunda esta vida. Sin embargo, Jesús siempre está presente para ayudarnos a superar esas etapas, de una manera u otra.
Así pues, ¿qué hacemos cuando nos parece que nos ha golpeado una ola de problemas, o que nos han lanzado una andanada de sufrimiento, o que tropezamos y caímos al pozo sin fondo del remordimiento, sea cual sea la causa? ¿Cómo nos recuperamos?
El ideal es que tengamos objetivos que queremos alcanzar, que tomemos medidas, que resistamos al Enemigo, que llenemos nuestra vida de oración, y de actos y pensamientos positivos a fin de dejar de lado el desaliento y la depresión. Suena estupendo como teoría, pero ¿cuánto espera el Señor que hagamos cuando nos sentimos tan deprimidos que apenas tenemos fuerzas o motivación?
Jesús nos dio en profecía el siguiente mensaje a fin de ayudarnos a poner esto en perspectiva:
Sea cual sea la causa, superar el desaliento puede ser un corto recorrido o uno muy largo. Lo importante es que no te rindas ni te hundas más en el pozo de melancolía y desesperanza, pues eso solo empeorará la situación. Debes hacer lo que puedas cada día.
Aunque todo lo que puedas hacer sea sentarte, llorar y aferrarte a Mí, hazlo. Aunque no puedas imaginarte por qué deberías hacerlo, de todos modos haz lo que puedas a fin de seguir adelante. A medida que lo hagas, minuto a minuto, hora por hora, día por día, puedes avanzar un poco más hacia la victoria de a la larga quitarte las cadenas de desaliento que pueden surgir de la profunda pena, tristeza o pérdida, o hasta de esas veces en que no entiendes bien qué es lo que te desanima.
Lo que importa no es el gran paso que des a diario, sino que des ese paso. Lo que importa es que te esfuerces al máximo por hacer lo que puedas en ese momento. Eso es progreso.
Piensa en Job. Se sentó allí, en un montón de cenizas, en las profundidades del abatimiento. A veces se hundía en el desaliento, la ira y el odio a sí mismo, y hasta dudó de Mí, me desafió y me acusó. Incluso entonces, trataba por todos los medios de aferrarse a Mí. Expresaba su desesperanza, confiaba en que Yo entendería la confusión y el tormento de su corazón.
Habrá momentos en que te parecerá que haces progresos; y otras veces, te parecerá que caes de nuevo en la derrota. Sin embargo, cada vez que hagas el esfuerzo, por difícil que sea, de dar otro paso, aunque solo sea clamar a Mí por ayuda, estaré presente para llevarte en brazos en esos momentos, no importa por cuánto tiempo. Nunca te dejaré ni te abandonaré[7].
Aunque Job cayera en el pozo de abatimiento y desesperanza, siguió intentándolo. Superar los obstáculos de la vida pocas veces es algo rápido y sencillo; es un proceso. Lo que importa más que nada es que no te rindas. A veces querer avanzar es todo lo que puedes hacer en el momento. Otras veces, puedes actuar mucho, tener gran determinación y esforzarte en gran medida. En ese caso, eso es lo que te pido.
Haz lo que puedas. Ten la seguridad de que sea poco o mucho, estaré ahí contigo. A veces te animaré y otras veces te sostendré en silencio. A veces solo es necesario que me permitas que te apoye. Otras veces, es un progreso enorme solo permitir que ese consuelo fluya en tu corazón.
Hay un hermoso cuadro que alguien dibujó en el que estoy Yo sosteniendo a un hombre débil en Mis brazos. El hombre está tan golpeado que casi no tiene ni la fuerza para aferrarse a Mí. Sin embargo, permite que Yo lo sostenga. Veo tu corazón.
Siempre estaré cerca de ti. Te apoyaré, te ayudaré y cuidaré de ti. Estoy orgulloso de ti, aunque en el momento solo puedas tener fuerzas para permitirme que te sostenga cerca de Mí. Mi amor por ti es incondicional y eterno.
Artículo publicado por primera vez en abril de 2017. Texto adaptado y publicado de nuevo en mayo de 2020.
[1] 2 Corintios 1:8 (NBLH).
[2] Salmo 103:14 (NTV).
[3] Gálatas 6:2.
[4] Hebreos 4:15.
[5] Juan 11:33.
[6] Mateo 26:37-38; Lucas 22:44.
[7] Deuteronomio 31:6.
Artículos recientes
- Vencer el temor con fe
- La descuidada virtud de la gratitud
- La fe y los desafíos
- Un puesto en la mesa del Padre
- La asombrosa gracia de Dios
- Cómo enfrentar y superar la adversidad
- Obras en curso
- Respuesta cristiana en un mundo polarizado
- La viuda de Sarepta: Un relato de esperanza
- Superar el temor y la preocupación