La fidelidad de Dios
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«Por la misericordia de Dios no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron Sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es Tu fidelidad.» Lamentaciones 3:22-23
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Desde que el Padre celestial creó el tiempo, todo cambia continuamente; todo a excepción, claro está, de Dios mismo. El medio ambiente cambia con las estaciones y, de forma similar, nuestra vida también pasa por estaciones. Algunas están llenas de alegría, mientras que otras se caracterizan por las dificultades. Pero el Señor es fiel y siempre podemos animarnos sabiendo esto.
La fidelidad es uno de los atributos inmutables de Dios. Significa que Dios siempre hace exactamente lo que dice que hará y actúa en consecuencia con Su naturaleza. Nunca se negará a Sí mismo, de modo que cuando promete que nos «santificará por completo»[1], podemos contar con que Él nos hará más como Cristo, incluso valiéndose de las penosas estaciones de la vida para hacerlo.
La naturaleza y fidelidad invariables de Dios constituyen el fundamento de nuestra esperanza. Como no cambiará de parecer con respecto a nuestra salvación, tenemos la confianza de una seguridad eterna. Como Dios es el soberano Gobernante del universo, no debemos temer que nuestro mundo vaya a estar fuera de Su control. Sus planes se formaron hace mucho tiempo con una fidelidad perfecta[2], y nadie puede frustrarlos ni hacerle cambiar de parecer[3].
Debido a que Dios es fiel, podemos tener paz interior en cualquier circunstancia, aun frente a la muerte. Aunque con el tiempo cambiaremos y las estaciones de la vida vienen y se van, nuestro Dios fiel es siempre el mismo. Como le pertenecemos por medio de Cristo, Él nunca nos olvidará, ni nos descuidará ni abandonará. Ha prometido preservarnos «por completo, irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo»[4], y Él lo hará. Tomado de In Touch Ministries[5]
Grande es Tu fidelidad
En el capítulo 3 del libro de Lamentaciones, encontramos las siguientes palabras: «Grande es Tu fidelidad.» Jeremías dice: «Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron Sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es Tu fidelidad. Mi porción es el Señor, dijo mi alma; por tanto, en Él esperaré. Bueno es el Señor a los que en Él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor.»[6]
Noten cuando dice: «Esto recapacitaré.» Es maravilloso recapacitar en la fidelidad que nos ha mostrado el Señor en el pasado. Me encanta el versículo: «Hasta aquí nos ayudó el Señor»[7]. Si meditas en la fidelidad que te ha mostrado antes el Señor, verás cómo el temor huye de ti y andarás en victoria, a la luz de lo que dice en ese versículo de Hebreos 13: «Porque Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré. De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré.»[8]
Jeremías hace que su meditación gire en torno a las veces en que el Señor no lo defraudó y dice: «Esto recapacitaré en mi corazón.» Y prosigue diciendo que esperará serenamente la salvación del Señor, y tranquiliza su corazón con la seguridad de que los recursos de Dios no se agotarán en la hora de grandes pruebas o tribulaciones. Dice: «Porque el Señor no desecha para siempre», y si permite el dolor, «también se compadece según la multitud de Sus misericordias. Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.»[9]
Luego nuevamente habla de la fidelidad de Dios en el Salmo 119: «Para siempre, oh Dios permanece Tu palabra en los cielos. De generación en generación es Tu fidelidad; Tú afirmaste la tierra, y subsiste. Por Tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy.»[10]
El momento de la gran prueba debería ser también un momento de iluminación divina, al descubrir con total seguridad que los recursos de Dios son suficientes y no fallan para cada necesidad que uno pueda tener debido a Su gran fidelidad.
Dices: «En ocasiones he sido tan infiel que no puedo tener la fe y la confianza de que el Señor me va a ayudar.» Sin embargo, Dios todavía perdona. Limpia y restaura. Acude a Él hoy mismo y confiésaselo. Él te ama y te dice: «No te fallaré ni te abandonaré.» Y en Timoteo, Su Palabra dice que aunque «seamos infieles, Él permanece fiel»[11].
Él ha prometido hacerte notoria Su fidelidad, porque Él sigue en el trono y la oración cambia las cosas. ¡Grande es Su fidelidad! Aférrate a ella hoy mismo. Virginia Brandt Berg
Aprender a confiar en la fidelidad de Dios
El salmo 119:89-90 dice: «Para siempre, oh Señor, permanece Tu Palabra en los cielos. De generación en generación es Tu fidelidad.» Aquí la fidelidad se equipara con la Palabra de Dios. Dios habla verdades eternas. Si Dios dijo algo hace mil años, sigue vigente. Él es fiel a Su Palabra, porque es una expresión de Su carácter. Las promesas que Él hizo siguen siendo ciertas porque Él no cambia[12].
Cuando estudiamos la Palabra de Dios, surge un patrón. Aprendemos que Dios no cambia ni miente[13]. Por medio de las Escrituras aprendemos que Dios nunca nos defraudó en el pasado[14]. Dios nunca dejará de ser soberano, santo o bueno[15].
También sabemos por experiencia propia que Él jamás nos ha defraudado. Un mandato que Dios a menudo les dio a los israelitas fue «acuérdense»[16]. Cuando recordaban todo lo que Dios había hecho por ellos, podían confiar más fácilmente y dejar el futuro en Sus manos. Debemos esforzarnos por recordar todas las maneras en que Dios ha provisto para nosotros y nos ha librado en el pasado.
Cuando acudimos a Él en oración, sabemos que siempre nos oye[17]. Provee para nuestras necesidades[18]. Y siempre hará que todo redunde para nuestro bien cuando depositamos nuestra confianza en Él[19]. Aprendemos a confiar en la futura fidelidad de Dios al recordar Su fidelidad pasada.
También podemos aprender a confiar en Él aprendiendo a distinguir Su voz de las otras que compiten por atención. Jesús dijo: «Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco, y ellas me siguen»[20]. Los que pertenecemos a Jesús necesitamos cultivar la habilidad de escucharlo. El Señor habla en primer lugar a través de Su Palabra, pero también puede hablar por medio de otras personas, de circunstancias y por medio de la confirmación interior del Espíritu Santo[21]. Lo que el Espíritu nos muestra en Su Palabra se debe tomar por fe como un mensaje del Señor para nosotros.
Por encima de todo, a Dios le encanta que tengamos fe[22]. Tener fe es confiar en el carácter de Dios antes que veamos cómo Él va a solucionar las cosas. Nos ha dado Su Palabra y Sus promesas siguen vigentes. Cuando vemos la forma en que lleva a cabo Sus promesas, aumenta nuestra confianza en Su fidelidad.
Así como nuestra confianza en otras personas crece al interactuar a diario, de igual manera crece nuestra confianza en Dios. Confiamos en Él cuando lo conocemos y conocerlo es confiar en Él. Al conocer a Dios podemos descansar en Su bondad, aunque no entendamos las circunstancias que parezcan contradecirla. Podemos confiar que prevalecerá el plan de Dios para nosotros[23]. Tal como un niño confía en un padre amoroso, nosotros podemos confiar en que nuestro Padre celestial siempre hará lo mejor. Tomado de gotquestions.org[24]
Publicado en Áncora en febrero de 2021. Leído por Gabriel García Valdivieso.
[1] 1 Tesalonicenses 5:23.
[2] Isaías 25:1.
[3] Isaías 14:27.
[4] 1 Tesalonicenses 5:23.
[5] https://www.intouch.org/read/magazine/daily-devotions/gods-faithfulness.
[6] Lamentaciones 3:21–26.
[7] 1 Samuel 7:12.
[8] Hebreos 13:5–6.
[9] Lamentaciones 3:31–33.
[10] Salmo 119:89–91.
[11] 1 Crónicas 28:20; 2 Timoteo 2:13.
[12] Malaquías 3:6.
[13] Números 23:19; 1 Samuel 15:29.
[14] Isaías 51:6.
[15] 1 Timoteo 6:15; 1 Pedro 1:16.
[16] Deuteronomio 8:2; Isaías 46:9.
[17] 1 Juan 5:14; Salmo 34:15.
[18] Filipenses 4:19.
[19] Romanos 8:28.
[20] Juan 10:27.
[21] Romanos 8:16.
[22] Hebreos 11:6.
[23] Proverbios 19:21.
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