La fe es el punto de partida
María Fontaine
«Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe». «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». 1 Juan 5:4, Hebreos 11:1
La fe es la contraseña, la base de la fuerza, el ungimiento y la victoria. La fe es el punto de partida en lo que sea que nos parezca que el Señor nos haya pedido que hagamos. Fe para obedecer la Palabra de Dios, fe para lanzarnos a intentar métodos diferentes, fe en que el Señor puede valerse de nosotros de maneras muy variadas, fe en que podemos contribuir a que el evangelio sea predicado en todo el mundo para testimonio ante todas las naciones[1].
La fe es vital. Será lo que nos permita entrar por las puertas que se abran, aprovechar oportunidades únicas y seguir a Dios a dondequiera que nos guíe. Lo que nos ayude a decirle que sí a Jesús; a arriesgarnos, a intentar métodos nuevos para ganar a las personas, a dedicar tiempo a atender espiritualmente a quien nos ponga el Señor por delante, a no dar por perdida a un alma necesitada; a decir que sí a cualquiera que sea Su voluntad para cada uno de nosotros.
¡Para obtener grandes resultados necesitamos fe! La fe será lo que nos impulse, lo que nos ayude a lograr lo imposible y a sustentar nuestras convicciones y metas con obras, a perseverar cuando la situación se ponga difícil. La fe nos catapultará por encima de los obstáculos.
A veces la fe parece un poco misteriosa, pero en realidad no tiene nada de complicado. No tenemos que esforzarnos por analizar o entender la fe. Simplemente hace falta que confiemos en que tenemos una buena razón para creer que es verdadero, Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, el que honra que confiemos en Él y guía nuestra vida. Una vez que hayamos llegado a ese lugar de confianza, entonces podemos emprender aquello que el Señor nos guíe a que hagamos, y hacerlo con la seguridad de que Él honrará nuestra confianza en Él y que lo reconozcamos por todo el camino.
Vivimos y andamos por fe, que es nuestro título de propiedad, pero la fe también se manifiesta en actos. Es una palabra activa, porque la fe sin obras está muerta[2]. No es preciso que sintamos que tenemos fe ni que pensemos que tenemos mucha fe. Si empezamos a hacer aquello que el Señor nos indique, nos daremos cuenta de que tenemos ese valioso tesoro. Y cuanto más empleemos nuestra fe y la alimentemos, más aumentará.
(Jesús:) Habrán visto entrevistas en las que preguntan al ganador en un deporte, después de un triunfo o un partido, qué le dio la ventaja, la superioridad para vencer a su rival. Muchos dicen que fue la confianza en sí mismos, que creían en su equipo y que podían ganar.
La fe consiste en tener confianza en Mí. En saber que pueden confiar plenamente en Mí. Con fe se sabe que pase lo que pase, o tengan lo que tengan que enfrentar, los ayudaré a salir adelante; haré que todo redunde en bien de ustedes, independientemente de las circunstancias.
La fe no es un sentimiento espontáneo. La fe crece, se va forjando con el tiempo. Cuanto más se ponga a prueba su fe y mientras más acudan a Mí y a Mi Palabra, más aumentará su fe.
Puedo fortalecer su fe cuando se encuentren en situaciones que la generen. Esos desafíos son penosos, pero resultan en más fe si se afirman en la fe y ven que no les fallo.
Ideas para fortalecer su fe y ponerla en acción
Anímense a lanzarse, sobre todo para agrandar su fe.
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Manifiesten fe tomando la iniciativa, pensando de forma novedosa y saliéndose del molde o de los parámetros en que se sienten cómodos.
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Piensen en grande. Su fe casi siempre está limitada por su mentalidad y por lo que están dispuestos a aceptar como posible. Derriben las barreras. Exploren territorio y mares desconocidos.
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No se queden trabados por los fracasos del pasado ni por miedo a fracasos futuros.
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Elaboren un plan para poner la fe en acción, aunque suponga salirse de lo habitual o que tal vez no se consideren completamente preparados. Lanzar unas cuantas ideas es un buen primer paso, pero llega un punto en que hay que ver las que sean válidas y decidir un plan de acción. Una vez que tengan el plan, decidan cuál será el primer paso. Muchas buenas ideas no llegan a ninguna parte porque no se da el primer paso.
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No se queden en un primer paso bueno; tengan una motivación que los lleve a la meta.
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Es probable que no todo salga como estaba previsto. En ese caso, reformulen el plan y sigan avanzando.
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¡El principio básico de la fe y acción es actuar! Empiecen. Una vez que conozcan la voluntad de Dios en su caso en particular, pónganse manos a la obra.
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Estén dispuestos a hacer el trabajo difícil que se presenta cuando se pone la fe en acción. La fe es la convicción interior de que un plan puede funcionar. Pero a veces para llevar adelante un proyecto que vale la pena hay que trabajar con ahínco, no cejar, perseverar; a veces eso hace falta nada más para hacerlo despegar.
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Dediquen tiempo a manifestar fe una vez que sepan que algo es la voluntad de Dios. No se achiquen a la primera dificultad. No desistan enseguida. La fe acepta los desafíos, tanto esperados como imprevistos, a medida que van llegando, y los resuelve. No es que los haga desaparecer con solo quererlo; idea un plan para solucionarlos y luego lo pone en práctica.
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Sean positivos, pero también realistas. Poner la fe en acción no significa ser utópicos. Significa que mientras se proyectan al futuro y apuntan a su ideal, lo traducen en pasos prácticos y concretos que pueden dar con la ayuda de Dios.
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La fe exige voluntad de trabajar. No se queda esperando tranquilamente a que caiga un rayo del cielo para poner manos a la obra. Aunque el rayo esté a punto de caer, la fe no se quedará ociosa hasta que caiga; si tienen fe trabajarán activamente confiando en el Señor y haciendo todo lo que puedan.
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No se desanimen si después de haber empezado tienen que cambiar de planes. La fe no tiene miedo de adaptar los planes, porque ustedes confían en que Dios lleva las riendas. El cambio es compañero de fatigas de la fe.
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No se metan en una rutina con relación a dónde los puede llevar su fe. Cuenten con que los lleve muy lejos, y pónganse a probarlo.
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Cuenten con algunos reveses, y no se dejen disuadir por ellos. Aprendan a sortearlos. Muchas veces los contratiempos sacan a relucir elementos que no se habían tomado en cuenta al principio, y por consiguiente, pueden servir para que el plan resulte más exitoso. La fe los ayudará a ver los reveses con la perspectiva debida y a aprovecharlos como peldaños hacia el éxito.
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Celebren las victorias, por pequeñas que sean. Celebren hasta los imprevistos que tuvieron que resolver y resultaron en una victoria.
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Si les parece que su fe está siendo atacada, pidan oración.
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No descuiden la lectura de la Palabra de Dios. Eso refuerza la fe y aumenta la motivación.
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Escuchen testimonios que estimulen la fe. Rodéense de personas con fe.
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Mantengan un diario de las oraciones contestadas. Eso refuerza mucho la fe y es una ayuda excelente en los ratos de alabanza y adoración.
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El músculo de la fe no crece ni se fortalece cuando se queda en lo que le resulta cómodo. Una vez que hayan llegado a dominar un paso, den el siguiente; de la misma forma en que se prepara un atleta que se entrena con pesas de más kilos una vez que ha logrado dominar cierto nivel. La fe crece y se fortalece al seguir ejercitándola.
(Jesús:) La fe está en su mejor punto cuando sale con una sonrisa de una dura experiencia. Esa es una señal de fe duradera. Tienen que hacer la parte que les corresponde para fortalecer su fe y nutrirla en los momentos que pasan conmigo y leyendo Mi Palabra.
La fe también tiene un elemento activo. La fe transforma lo que era un pensamiento bueno en un acto que cambia el mundo. Tener fe no es una actitud relajada; deben estar dispuestos a dejar de calentar el asiento, arremangarse y ponerse a trabajar con ganas.
Su trabajo para Mí es una obra de Mi Espíritu, pero también es un trabajo físico. La fe es lo que los llevará de tener un simple plan a la realidad. La fe no está completa sin acción; las dos son inseparables.
La fe les cambiará la vida, porque no solo esperarán grandes cosas, sino que actuarán motivados por la fe. La fe será la certeza de lo que ustedes esperan y la convicción de lo que todavía no ven[3].
Artículo publicado por primera vez en agosto de 2008. Texto adaptado y publicado de nuevo en julio de 2015.
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