La caja fuerte
Virginia Brandt Berg
Estuve meditando en algo que me ocurrió recientemente y me hizo reconsiderar las grandes ventajas que tiene ser cristiano. No es preciso nombrarlas en este instante, pero se me ocurrió que a nuestros oyentes que aún no han aceptado al Señor les interesaría conocerlas para ver cuántas ventajas tiene un cristiano.
No compadezcas a los cristianos, pues somos inmensamente ricos. Al tener a Cristo, lo tenemos todo. Eso me recordó un escrito del Pastor William Thomas titulado «Mi caja fuerte». Aquí lo tienen:
Un caballero cristiano, estando en su lecho de muerte, pidió a su pastor —que había ido a verlo— que le entregara su caja fuerte. Al ver su titubeo, el caballero repuso: «Está sobre la mesa», señalando su Biblia. Luego añadió: «Quiero repasar con usted mis documentos pues soy un hombre rico y poseo una enorme herencia».
El pastor le entregó la Biblia, el caballero la abrió y dijo: «Estos son mis documentos y tratan sobre las riquezas de las que deseo hablarle. El primer documento certifica quién soy. Dice en 1 Juan 3:2. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es.”
»El segundo documento se refiere a mi legado. Es una gran dádiva que he recibido. Usted ya conoce Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Esta también la he heredado. Además en Juan 1:12 y13 afirma: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
»El tercer documento es mi seguro de vida, Juan 11:25 y 26: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá eternamente.”
»El cuarto es mi seguro contra incendios. Se encuentra en la segunda epístola de Pedro, en el tercer capítulo: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según Sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.”
»El quinto documento es mi seguro contra accidentes. Romanos 8:28 afirma: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados.”»
«Esto es maravilloso», exclamó el pastor, «pero ¿qué me dice de su seguridad? ¿Qué pasa si algún ladrón trata de robarle esto?»
«No», contestó el moribundo. «Todos estos tesoros están depositados en un lugar donde no llegan ladrones. Se lo mostraré.» Y con mano temblorosa señaló los siguientes versículos: «Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día»[1]. Y luego añadió alegremente Juan 10:35: «La Escritura no puede ser quebrantada».
«Mire este», repuso, «Juan 10:29: “Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre”.»
Luego, el anciano cerró la Biblia y sonrió: «¡Menuda herencia tengo! ¡Es la que posee todo cristiano! ¡Somos inmensamente ricos! Existen otras seguridades y bienes de los que me gustaría hablarle. Llevo muchos años empleándolos pero ahora estoy cansado y, pastor, sé que usted también posee todo esto.» Entonces, el anciano llegando al final de su vida cerró los ojos y el pastor vio el resplandor del cielo en su rostro.
Confío en que todas estas riquezas y ventajas del creyente están a tu disposición. Pueden ser tuyas. Están al alcance de todos y son gratuitas, y no es más que el comienzo. Este anciano conocía bien su herencia.
Para mí, una de las posesiones más valiosas que contiene mi caja fuerte es el recibo de una cuantiosa deuda que tenía y que el Señor pagó por mí: la deuda de mis pecados. La canceló en el Calvario. Jesús la pagó completa.
Se lo debo a Él.
Como nieve dejó
las manchas de mi ser.
Nada bueno en mí
merece Su gracia.
Pero he lavado mi ropa
en la sangre del Cordero.
Solo Su poder
puede curar
las heridas del leproso
y derretir el corazón de piedra.
Cristo ya pagó,
se lo debo a Él.
Y como nieve dejó
las manchas de mi ser.
Elvina M. Hall, 1865
Creo que como mejor puedo expresar mi sentir y lo que dijo el anciano es con las estrofas de un precioso himno. Se trata de una de las canciones más hermosas que conozco y se titula: Si ganare todo el mundo pero perdiera al Salvador:
Si ganare todo el mundo pero perdiera al Salvador,
¿mi existencia tendría algún provecho y valía?
¿En todo lo material que pronto perderá valor
hallará mi doliente corazón consuelo y alegría?
Si ganare todo el mundo pero perdiera al Salvador,
¿los afanes y luchas de esta vida tendrían razón?
¿Un instante de una vida plena de Su gracia y amor
con todos los tesoros mundanos tendrán comparación?
Si gozara de gran renombre mundial
y de muchos amores y fortuna ilimitada
mas carezco de esperanza y puerto seguro
donde encallar mi pobre nave zozobrada.
Si ganare todo el mundo pero perdiera al Salvador
que soportó la cruel cruz y murió por mí,
¿el mundo entero me ofrecería un refugio
a donde en mi pesar y angustia poder huir?
Rodeado de tristezas y pesares,
sin Jesús, un vacío sin fin.
La eternidad tenebrosa,
solo llanto, oscuridad y lamento.
¿Cómo sería, si al llegarme la hora de morir,
encaro el valle de sombra de muerte
solo, sin mi Salvador, y para siempre,
por toda la eternidad vivir?
Anna Olander, 1904
Ahora hagamos una oración.
Padre, acudimos a Ti en nombre de quienes se sienten sumamente vacíos; los que no han conocido al Salvador y se esfuerzan por conseguir beneficio. Llevan vidas demasiado ajetreadas. Dales paz espiritual para que escuchen Tu voz en su corazón.
Jesús, te pedimos por los que sufren amargas tentaciones. Socórrelos en la hora de prueba. Te pedimos, nuevamente, por los enfermos y dolientes, los que padecen numerosas penalidades.
Te pedimos que estés con los que aún no te han aceptado, los que todavía no te conocen. Toca su corazón. Pon un anhelo en su alma por Ti. Y, Señor, te rogamos por los que te conocen pero se han descarriado. Te pedimos que los atraigas de nuevo con Tus cuerdas de amor. Que sientan Tu precioso Espíritu Santo que toca su corazón. Lo pedimos en el nombre de nuestro amado Jesús, amén.
Recuerda, Dios todavía está en el trono y la oración surte efecto.
Texto adaptado de una transcripción del programa Momentos de meditación. Publicado en Áncora en diciembre de 2022.
[1] 2 Timoteo 1:12.
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