La cafeína de la vida
Recopilación
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Señor, Tu grato aroma se deja sentir en el mundo. Al pasar dejaste el rastro de Tu divino perfume. También nos regalas el olfato con infinidad de fragancias físicas deleitosas. Aroma de jazmín, jengibre, azucenas y magnolia. Aroma de madera recién cortada en la carpintería, esencia de bosque. Aroma de pan recién cocido. Aroma de vino envejecido en la fresca sombra de un barril de roble. Aroma leve de manzana que se esparce desde el frutero. Aroma de café recién molido. Aroma de la leña que se consume en la chimenea. Aroma de azahar y de eucalipto. Aroma de especias. Aroma de aceite de oliva. Fragancia de retama. Aroma de pasto recién cortado. Olor de mar que difunde la brisa en la playa. Efluvios de los pinares que inundan el pecho de alegría. Mas por encima de los mil y un olores con que nos deleitas la vida, has dejado el perfume de Tu presencia en el ambiente.
La cafeína de sorpresas
La vida viene con la cafeína de las sorpresas. Modificaciones. Alteraciones. Bajas por una escalera, sales de la casa, te mueves para dar lugar al chico nuevo, subes por la escala del sistema. Todo ese movimiento. Algunos cambios se reciben con beneplácito; otros no. Y en las temporadas excepcionales en que piensas que el mundo se ha apaciguado, ten cuidado. […]
Es posible que pidamos una vida descafeinada, pero no la recibimos. Los discípulos no la tuvieron.
—Me voy[1].
Imaginemos el asombro de los discípulos cuando oyeron que Jesús pronunciaba esas palabras. Les habló la noche de la celebración de la Pascua, la noche del jueves en el aposento alto. Cristo y sus amigos habían disfrutado de una cena tranquila en medio de una semana caótica. Tenían razones para el optimismo. La popularidad de Jesús iba en aumento. Las oportunidades se incrementaban. En solo tres años las multitudes habían aclamado a Cristo […] Él era la esperanza del hombre común.
Los discípulos hablaban de la retórica del reino; estaban listos para que lloviera fuego sobre sus enemigos; se disputaban un puesto en el gabinete de ministros de Cristo. Se imaginaban el restablecimiento de Israel a sus días de gloria. No más ocupación romana ni opresión extranjera. Aquel había sido el desfile hacia la libertad, y Jesús lo dirigía.
¿Y ahora eso?
—Me voy —dijo Jesús.
El anuncio los dejó atónitos.
Jesús explicó:
—Ustedes conocen el camino que lleva adonde voy.
Tomás exasperado, contestó:
—No, Señor, no lo conocemos. No tenemos ni idea de adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?[2]
Cristo entregó a los discípulos una taza de transición importante; y ellos trataron de devolverla. ¿No haríamos lo mismo? Sin embargo, ¿quién lo consigue? ¿Qué persona pasa por la vida sin sorpresas? […]
Los cambios impulsan nuestra vida como un trampolín o cama elástica. Y cuando eso pasa, Dios envía a una persona excepcional para estabilizarnos. En vísperas de Su muerte, Jesús dio a Sus seguidores esta promesa:
—Cuando el Padre envíe al Abogado Defensor como Mi representante —es decir, al Espíritu Santo—, él les enseñará todo y les recordará cada cosa que les he dicho. Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que Yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo»[3]. Max Lucado
Una taza de café
Me he dado cuenta de que los días que inicio con Dios son los mejores. Él es como una buena taza de café: aspiro profundamente el aroma, paladeo su sabor, disfruto del calorcito que me da en una fría mañana y me rindo ante sus bondades, que me proporcionan estímulo para emprender la jornada. Es algo que me motiva a levantarme por la mañana, y su grato recuerdo me acompaña luego el resto del día.
Cuando empiezo el día con Dios, tengo la seguridad de que Él está conmigo, de que está de mi parte, escucha mis oraciones y las responderá. Es fantástico tener esa tranquilidad. Parecido a cuando mi marido me dice:
—Llámame si surge alguna cosa o necesitas algo. Estaré deseando que llegue la noche para volver a verte. Te quiero.
Cuando Dios promete pasar el día conmigo y ayudarme con cualquier cosa que se presente, sé que cumplirá lo que me ha dicho. Es un verdadero caballero, y no puede faltar a Su Palabra. Dice: «Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan», y: «Mi presencia irá contigo, y te daré descanso»[4].
Cuando lo busco a primera hora, Su presencia luego tiende a permanecer conmigo el resto del día, y soy más consciente de Su cercanía y de Su capacidad de guiar mis pensamientos y acciones para que sean lo más provechosos posibles. Una vez establecida la conexión es más fácil tenerlo presente a lo largo de la jornada.
La quietud de la mañana —antes que el ajetreo cotidiano nos inunde la mente— es ideal para escuchar los susurros de Dios al oído de nuestra alma. A Él le encanta escucharnos cuando oramos, pero también le gusta comunicarnos respuestas. Puede darnos sabiduría, inspiración, ideas y paz también. Si tenemos necesidad de algún consejo práctico, de una mejor perspectiva sobre algún asunto espiritual o simplemente de paz interior, vale la pena que nos tomemos un rato para buscarlo, escucharlo y llegar a conocerlo mejor. Maresha Voorn
Publicado en Áncora en mayo de 2018. Leído por Gabriel García Valdivieso.
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