Jesús, nuestro buen Pastor
María Fontaine
«Te entregaré tesoros escondidos y te daré a conocer recónditos secretos, para que sepas que Yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llamo por tu nombre». Isaías 45:3[1]
A mí siempre me ayuda saber que toda dolencia, prueba o desafío que soporto en última instancia servirá a un buen propósito. Me consuela mucho recordarme a mí misma que el Señor tiene un plan, a pesar de los reveses o pérdidas que enfrentemos en la vida, y que si no dejo de confiar en Él, podrá culminar ese plan conforme a Su voluntad. Aunque a veces pueda parecer como que estamos sin entender lo que hace, no nos deja en esa situación. No se limita a pedirnos que aceptemos todo únicamente por fe, sin alentarnos, sin una meta ni promesa para el futuro. En Su Palabra nos ha dado muchísimas promesas de que al final todo saldrá bien, porque sabe que eso nos ayuda a sentirnos amados y a tener más fe y paciencia cuando interviene en nuestra vida.
Uno de los beneficios principales de esos momentos de prueba es que a menudo en esos casos acudimos a Él y encontramos los tesoros ocultos que brinda la dulce comunión con Él en Su rincón secreto. Quiere que clamen a Él en esos momentos y que dejen que Él mismo les dé Sus Palabras de orientación, aliento, Palabras que infunden tranquilidad. Figúrense que el Señor quiere pastorearlos personalmente. Cuando se sientan solos, cuando necesiten un paño de lágrimas, alguien que los comprenda, una palabra de compasión y aliento, ¡Jesús siempre está con ustedes!
Es posible que piensen: «Esto no va a solucionar la falta de dinero, ni curar a nuestros niños enfermos, ni los problemas que enfrentamos. Está muy bien pasar tiempo con el Señor y buscar Sus soluciones en oración y escuchar de Él, pero no aporta soluciones concretas». Si eso es lo que piensan, es tiempo que modifiquen su forma de pensar. Nos referimos a poner en manos del Dios del universo nuestros problemas, interrogantes y hasta embrollos, dejando que no solo nos dé el consuelo, la fuerza y la sabiduría que necesitamos, sino que también nos guíe a Sus soluciones.
Cuando escuchamos lo que nos dice el Señor y seguimos Su guía y hacemos lo que nos dice Su Palabra, ¡da resultado! Jesús sabe las situaciones por las que están pasando y puede darles algo más que simples sermoncitos que alivien sus cargas por un rato. Él quiere darles lo que necesitan: respuestas a sus interrogantes, instrucción cuando no sepan qué hacer, consuelo cuando sientan que ya no pueden más, aliento para testificar cuando no se atrevan, soluciones para desavenencias personales que parezcan irreconciliables, ánimo para hacer la voluntad de Dios cuando tienen que tomar una decisión difícil y las fuerzas sobrenaturales que solo se pueden obtener apoyándose en Él.
Jesús ha prometido todo esto y más; no tienen más que presentarle sus problemas, batallas, necesidades e interrogantes. El Señor es nuestro pastor y Su Palabra promete que nada nos faltará, y que no quitará el bien a los que lo siguen[2]. A diario les hablará al corazón, a lo largo del día, los consolará y los orientará como lo haría una persona con la que pasaran todo el día y a la que pudieran acudir constantemente en busca de consejo.
Jesús promete mucho más de lo que te podría dar cualquier consejero o compañero terrenal. Es muy generoso. Así pues, si les parece que llevan una carga muy pesada y quieren abrirle el corazón a alguien, si los agobia todo lo que tienen que hacer o los desanima que las cosas no salgan como esperaban, Jesús el Buen Pastor, el que los conoce mejor que nadie, siempre los apoya. Basta con que acudan a Él; entréguenle todas sus ansiedades y preocupaciones[3].
El Señor no tiene que intentar que se ajusten al horario de Él mientras se ocupa de atender al mismo tiempo a infinidad de personas y de crisis. ¡En todo momento pueden contar con Él! Puede proporcionarles un grato alivio a las preocupaciones y desvelos que los abruman. Lo fabuloso es que entiende todos los aspectos de lo que pasa. Y es magnífico que Él entienda todos los aspectos de la situación y que tenga una perspectiva más amplia. No los malinterpreta ni saca conclusiones apresuradas. Ve la situación desde todos los ángulos; no solo desde la perspectiva terrenal, sino también desde la celestial.
Jesús sabe lo que es soportar cargas pesadas y entiende lo difícil que es sentirse solo. Conoce por experiencia la soledad y las molestias físicas de la vida en la Tierra. Jesús tuvo que vivir en difíciles condiciones de hacinamiento. Es más, se pasaba la mayor parte del tiempo viajando y tenía que buscarse alojamiento o dormir a la intemperie. No conocía el placer de volver a un hogar para poder descansar. No tenía un rincón especial al que retirarse para meditar y orar. Era muy solicitado. Y además de tener que atender sin parar a las ovejas hambrientas, ¡tenía que enfrentar a los que se burlaban, y a quienes le daban la lata y trataban de hacerle la vida imposible! Al final de la jornada terminaba agotado, exhausto. Por eso entiende lo que están pasando ustedes y los compadece.
«No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado»[4]. Aunque no se den cuenta de ello, cuando enfrentan en esta vida batallas, pruebas y dificultades pasan por unas experiencias educativas similares a las que tuvo Jesús. Todo ello contribuye a convertirlos en los discípulos que Jesús quiere que sean.
Si no tuviéramos que enfrentar situaciones difíciles o imposibles, el Señor sabe que por naturaleza no nos sentiríamos impulsados a clamar a Él y aprender a buscar Su guía, Su orientación, y a escucharlo. Así pues, sabiamente permite que las circunstancias que enfrentemos nos obliguen a acudir a Él y que aprendamos a comunicarnos con Él de modo íntimo. Mientras miren hacia abajo, a las olas y el agua barrosa que les enturbia la visión, no podrán beneficiarse del poder de Jesús. En cambio, si ponen los ojos en Jesús y en las promesas de Su Palabra —no solo para esta vida sino para el futuro—, se obrará una transformación en su forma de ver las cosas.
Jesús les está enseñando a conocerlo de un modo nuevo, diferente. Esas circunstancias tan difíciles no se mantendrán para siempre: el Señor les dará un tiempo de paz y abundancia. Y en esas experiencias descubrirán que Él nos basta. Nos basta y sobra.
Pueden confiarle su corazón, su futuro, sus decisiones. Nunca los decepcionará ni los descarriará.
Artículo publicado por primera vez en octubre de 1996. Texto adaptado y publicado de nuevo en junio de 2018.
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