¡Jesús me ama!
Recopilación
Den gracias al Dios de los cielos. Su gran amor perdura para siempre. Salmo 136:26[1]
*
Ocasionalmente, demasiado ocasionalmente, siento la verdad de la gracia. Hay veces que cuando estudio las parábolas comprendo que hablan de mí. Yo soy la oveja que el pastor salió a buscar dejando atrás el rebaño, el hijo pródigo por quien el padre busca en el horizonte, el siervo cuya deuda ha sido perdonada. Soy el amado de Dios.
No hace mucho recibí en el correo una postal de un amigo que tenía solo seis palabras: «Yo soy aquel a quien Jesús ama». Sonreí cuando vi el remitente, porque mi extraño amigo se luce con estos lemas piadosos. Sin embargo, cuando le llamé, me dijo que el lema era del autor y orador Brennan Manning. En un seminario, Manning se refirió al amigo más cercano de Jesús en la tierra, el discípulo llamado Juan, identificado en los Evangelios como «el amado de Jesús». Manning dijo: «Si le preguntaran a Juan: “¿Cuál es tu identidad principal en la vida?”, él no respondería: “Yo soy un discípulo, un apóstol, un evangelista, autor de uno de los cuatro Evangelios”, sino más bien: “Yo soy aquel a quien Jesús ama".»
Me pregunto: ¿Qué significaría si mi identidad primaria en la vida también fuera «aquel a quien Jesús ama»? ¿Qué tan diferente imagen de mí mismo tendría yo en conclusión?
Los sociólogos tienen una teoría acerca de la imagen que vemos en el espejo: te conviertes en la percepción que tiene de ti la persona más importante de tu vida (esposa, padre, jefe, etc.) ¿Cómo cambiaría mi vida si yo realmente creyese las sorprendentes palabras de la Biblia sobre el amor de Dios por mí; si me mirara en el espejo y viera lo que Dios ve?
Brennan Manning cuenta la historia de un sacerdote irlandés que, en un recorrido a pie por una parroquia rural, ve a un viejo campesino de rodillas a un lado de la carretera, orando. Impresionado, el sacerdote le dice al hombre: «Usted debe estar muy cerca de Dios». El campesino levanta la vista en medio de sus oraciones, piensa un momento y luego sonríe. «Sí, Él me tiene mucho cariño». Philip Yancey[2]
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Así como el Padre me amó, así te amé Yo a ti. [...]
Te conozco de pies a cabeza. Conozco todo sobre ti. Cada cabello de tu cabeza está contado. No hay nada que no sea importante para Mí sobre tu vida. Todos estos años te he seguido, y aun cuando te desviabas seguía amándote.
Conozco cada uno de tus problemas, sé cuáles son tus necesidades y tus deseos, y sí, también sé cuáles son tus pecados. Aun así, vuelvo a repetirte que te amo, no por lo que hayas hecho o dejado de hacer, sino porque eres tú, por el bien de la belleza y el valor que Mi Padre te ha dado, habiéndote creado a Su semejanza. Ese valor que muchas veces tú olvidas, esa belleza que has cubierto de pecado. Te amo tal como eres, y he derramado Mi sangre para ganarte otra vez. […]
Yo te cuido, más de lo que te imaginas, hasta morir en la cruz por ti.
Tengo sed de ti. Sí, esta es la única manera en que puedo expresarte Mi amor. Tengo sed de ti, sed de amarte y sed de ser amado por ti. Eres un ser muy precioso para Mí. Tengo sed de ti. Ven a mí y llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te reharé y serás una nueva criatura, y aún en todas las pruebas te daré paz. Tengo sed de ti.
Jamás dudes de Mi misericordia, de Mi deseo y voluntad de perdonarte, de Mi ansia de bendecirte y vivir en ti. Tengo sed de ti. Si a los ojos del mundo eres alguien de poca importancia, eso no significa nada. En este mundo, no tengo a nadie más importante que tú. Tengo sed de ti. Ábrete a Mí, ven a Mí, ten sed de Mí. Entrégame tu vida y Yo te mostraré cuánto significas para Mi corazón.
No importa cuán lejos te hayas desviado, no importa cuántas veces me hayas olvidado, no importa cuántas cruces puedas acarrear; hay una sola cosa que debes recordar que es cierta, que jamás cambiará: Yo tengo sed de ti, tal como eres. Jesús, hablando en profecía, anotado por la Madre Teresa[3]
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La Biblia nos dice: «Dios es amor»[4]. No es un déspota cruel ni un monstruo que se esfuerza por asustarnos a todos con mandarnos al infierno; ¡sino que es un Dios que quiere amarnos a todos para llevarnos al cielo! Está muy cerca de nosotros, muy íntimamente, de forma muy personal; es muy amoroso, muy bondadoso, muy tierno y considerado, lleno de interés por nosotros. Él es el gran Espíritu de amor que nos creó, y que también creó este hermoso mundo y el universo entero. Para demostrarnos Su amor y para ayudarnos a comprenderle, envió a Su propio Hijo a la tierra en la forma de un hombre: Jesucristo.
Dios te ama tanto que dio lo que más amaba, aquello que más quería, Jesús, «para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna»[5]. Compartió Su amor con el mundo entero.
Dios está representado en Su Hijo, Jesús, un Hombre que a todos amó, aun a los más pobres y a los peores de todos. Vino por amor, vivió con amor y murió por amor, para que nosotros viviéramos y amáramos para siempre. Su muerte da vida, perdón y alegría eterna a todos aquellos que lo aman por lo que hizo.
Te ama con mayor intensidad y profundidad de lo que las palabras podrían jamás expresar. No se puede comprender el amor de Dios, es demasiado grande, sobrepasa todo entendimiento. Solo tienes que recibirlo y sentirlo con el corazón[6]. David Brandt Berg
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Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. Romanos 8:38–39[7]
Publicado en Áncora en febrero del 2017.
[1] NVI.
[2] Philip Yancey, What’s So Amazing About Grace? (Zondervan, 1997).
[3] Tomado de los escritos privados de la Madre Teresa (1910-1997).
[4] 1 Juan 4:8.
[5] Juan 3:16.
[6] Efesios 3:19.
[7] NVI.
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