Integridad y la ética cristiana, 1ª parte
Tomado de la serie Roadmap (hoja de ruta)
Las personas con integridad son aquellas cuyas palabras concuerdan con sus hechos y cuyo comportamiento refleja sus valores. Se puede confiar incondicionalmente en su honradez y moral. Cumplen sus compromisos. Son dignas de confianza. Son conocidas por hacer lo correcto, por las razones correctas, en los momentos adecuados. Aunque numerosos casos de integridad ocurren en lugares públicos donde otras personas los pueden ver, en muchos casos excelentes ejemplos suceden en la quietud de un momento privado, cuando nadie más lo ve. Stephen Covey[1]
William Shakespeare escribió algo parecido, y se cita con frecuencia: «Y sobre todo, sé sincero contigo mismo, / que a esto seguirá —como el día a la noche— / el que seas sincero con todos los demás».
Hablen siempre con la verdad, sean personas íntegras, de las que se puede tener la certeza de que tratarán a los demás con honradez, justicia y verdad. Eso es dar un buen ejemplo de lo que soy, ser un buen reflejo de Mí, y obtendrán bendiciones por ser francos y honrados. Jesús, hablando en profecía
Es posible que la integridad tenga diferentes significados para distintas personas, pero creo que la mayoría de la gente estará de acuerdo en que se centra en mantener creencias y valores claros, afirmarse en los principios cristianos. Como se acaba de mencionar, con frecuencia es en esos momentos en que estás solo con el Señor, cuando nadie más lo sabe, cuando nadie más lo ve, cuando se ponen a prueba tu carácter e integridad. Este es un ejemplo:
En un torneo de tenis en el Madison Square Garden de la ciudad de Nueva York, en enero de 1982, Vitas Gerulaitis y Eliot Teltscher se encontraron en las semifinales. Empataron en los dos primeros sets. En el octavo juego del decisivo tercer set, Gerulaitis acortó el camino y llegó a punto de partido.
Después de un feroz intercambio de jugadas, Gerulaitis golpeó una pelota que tocó lo alto de la red y dribló a lo que sin duda parecía que lo llevaría a ganar el partido. Pero Teltscher corrió hacia la red, dirigiéndose hacia la pelota, y milagrosamente logró lanzarla por encima de la cabeza de Gerulaitis. Asombrado, Gerulaitis se movió hacia atrás, pero lo hizo tarde, y la pelota salió desviada.
La multitud enloqueció. Teltscher sobrevivió al punto de partido; o así parecía. Cuando las ovaciones cesaron, Teltscher indicó que al dar el último golpe tocó la red; eso fue una infracción. No importaba que el árbitro no lo hubiera visto, ni que hubiera mucho dinero en juego. Para Teltscher nada de eso cambiaba las reglas del juego ni el código de conducta de un caballero que es su fundamento. Le dio la mano a Gerulaitis, saludó a la multitud con un movimiento de la cabeza y se fue de la cancha. En la derrota, fue un ganador. Laurence Shames[2]
Para los que les gustan los relatos de deportes, este es otro relato acerca de un hombre íntegro.
Bobby Jones no era solamente un golfista talentoso. También ejemplificaba los principios del espíritu deportivo y el juego limpio. Cuando era amateur, en las eliminatorias finales del Abierto de 1925 en el club deportivo Worcester, se encontraba en un partido. Entonces, la pelota terminó en el rough, un poco fuera del fairway, y cuando se disponía a dar un golpe, el palo hizo que la pelota se moviera un poco. Se enojó consigo mismo, y de inmediato miró a los árbitros y se marcó a sí mismo una falta. Los árbitros hablaron entre ellos y preguntaron al público si alguien había visto ese movimiento de la pelota de Jones. Llegaron a la conclusión de que ninguno de ellos había visto lo que pasó, así que dejaron la decisión a Jones. Bobby Jones se dio una penalidad de dos golpes, sin saber que perdería el torneo por ese golpe. Cuando lo alabaron por ese gesto, Jones respondió: «Es como si elogiaran a alguien por no robar un banco».
Hacer lo que sabes que es honorable, según los principios de la Palabra de Dios y por convicción personal de lo que está bien y lo que está mal, es vivir con integridad. Tu conciencia, lo que la Biblia dice que es la voz suave y apacible del Señor, es muy a menudo una guía fiable cuando se trata de determinar lo que está bien y lo que está mal.
Gandhi lo expresó muy bien de esta manera: «El único tirano que acepto en este mundo es mi propia voz interior».
A continuación reproducimos el relato acerca de una señora que murió. Era madre de ocho hijos y no tenía esposo. Así que sus hijos se quedaron huérfanos.
La hija mayor, que tenía 16 años cuando murió la madre, se encargó de criar a sus siete hermanos y hermanas, lo cual fue un desafío enorme, una tremenda lucha. Extrañaba mucho a su madre, pero lograba mantener limpios a sus hermanos y hermanas, alimentarlos bien y enviarlos al colegio.
Cuando alguien elogió el sacrificio que hacía, diciéndole que en realidad no tenía que hacer todo eso, ella respondió. «No puedo atribuirme el mérito por algo que tengo que hacer». El que preguntaba lo puso en duda y señaló: «No tienes que hacerlo, podrías dejar esas tareas».
Ella hizo una pausa por un momento. Luego respondió: «Sí, es verdad. Pero, ¿y la voz en mi interior que me dice que tengo que hacerlo?» Stephen Covey[3]
Todos tenemos una brújula interna que dirige nuestros pensamientos y decisiones. Cómo desarrollemos el carácter depende de si estamos dispuestos a confiar en nuestra conciencia interna y respetarla. Eso será lo que inevitablemente nos guiará a tomar decisiones difíciles de vez en cuando si queremos hacer lo correcto. No es fácil.
A menudo hay una forma, en particular en la sociedad actual y en el mundo de los negocios, de justificar pequeños desvíos de lo que sabemos que es correcto, y esas desviaciones nos pueden poner muy rápidamente en una pendiente resbaladiza. Un error conduce a otro, y al poco tiempo disminuyen nuestras convicciones, nos disculpamos a nosotros mismos; y ahí es cuando corremos peligro de que se debilite nuestro carácter, de dañar nuestra integridad, de manchar nuestra reputación, y de llegar al punto en que desvalorizamos la obligación de cumplir nuestra palabra y permitimos que nuestra felicidad y tranquilidad sean atacadas mediante la culpa, el remordimiento y la vergüenza.
Creo que todos queremos vivir sin remordimientos. Pero ¿cómo se hace? Tomando decisiones basadas en nuestras convicciones personales, en nuestro patrón de conducta cristiana.
Independientemente de que una persona sea cristiana o no, hay características, actitudes y acciones que obstaculizarán su éxito y perjudicarán su reputación. Hablo de comportamientos como mentir, contar chismes, tener prejuicios, no cumplir su palabra, no cumplir sus compromisos, no ser digno de confianza para que haga un trabajo de calidad, no cumplir con los plazos.
Hay métodos prácticos para llevar una vida cristiana, en torno a los principios, una vida de la que te sientas orgulloso. Veamos algunos consejos de varios expertos en el tema de liderazgo.
John C. Maxwell, estadounidense considerado un experto en materia de liderazgo, es autor de libros que han sido éxito de ventas. Escribió para el New York Times y ha vendido más de 19 millones de libros. Algunos de esos libros se han traducido a más de 50 idiomas. Es cristiano. Su libro Ethics 101 presenta el concepto de que una persona puede vivir con integridad al seguir la regla de oro: «Trata a los demás como quieres que te traten a ti».
Así pues, pregúntate: «¿Cómo me gustaría que me trataran en esta situación?» Hacer esto es una guía para comportarse con integridad en cualquier situación.
Hablemos por un minuto de la regla de oro. Creo que a veces estamos tan familiarizados con esa frase que no captamos su poderoso significado. Un dato interesante de la regla de oro es que se encuentra una versión de ella en la mayoría de las creencias más extendidas. La regla de oro es una guía de vida en casi todas las culturas que conozco. Es posible que te sorprendas al enterarte de que las religiones que hay en el mundo enfocan este concepto de manera similar. Veamos unos ejemplos:
El confucianismo dice: «No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti».
A los zoroástricos se les aconseja: «Si no quieres que otros te traten mal, no maltrates a nadie».
A los musulmanes se les enseña que nadie es un verdadero creyente «hasta que desea para su hermano lo que desea para sí mismo».
A los seguidores del hinduismo se les advierte que nunca se debe actuar con los demás de manera que sería desagradable para uno mismo.
La Torá dice: «Lo que para ti es odioso, no lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Torá; el resto son comentarios. Ve y aprende eso». Jon Huntsman[4]
Es interesante ver que muchas otras religiones tienen ese valor fundamental como un principio de su convicción religiosa. Eso hace ver claramente lo importantes y valiosas que son las palabras de Jesús: «Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes» (Lucas 6:31 NVI). Toma un momento para meditar en esas palabras. ¿De verdad vives así?
Si necesitas una aplicación más práctica de este enfoque de integridad de la regla de oro, toma en cuenta lo que piensas al tomar decisiones, lo que te dices a ti mismo.
Racionalizar una decisión contraria a la ética, como al justificar o minimizar el posible impacto de tus actos, puede distorsionar lo que piensas. Para ver si estás racionalizando, pregúntate:
Si en esta acción estuvieras en el lado receptor, ¿cómo te sentirías?
¿Querrías que un ser querido recibiera eso?
Si se hablara de esta acción tuya en el noticiero nocturno, ¿cómo te sentirías?
¿Te gustaría que tu hijo o hija imitara esta acción?
¿Cómo te sentirías si tu madre, padre, o alguien a quien admiras mucho, se enterara de esto? Ronald A. Howard y Clinton D. Korver[5]
En Ethics 101, Maxwell también explica que las personas toman decisiones poco éticas, o eligen un camino contrario a la ética, por tres razones:
La primera es que hacen lo que les parece fácil en vez de lo que saben que está bien.
La segunda es que creen que deben tener una conducta no ética a fin de abrirse camino en la vida.
La tercera es que se dejan guiar por la ética circunstancial, hacer lo que parece adecuado en situaciones específicas, en vez de seguir un código de conducta coherente.
Vale la pena que reflexionemos en esas tres trampas para ver si somos culpables de tener esa conducta, o estamos a punto de resbalar y de caer en un comportamiento poco ético.
Claro, no siempre es fácil tomar las decisiones correctas. Habrá veces en que nos costará tomar esas decisiones difíciles, y tal vez te preguntes si, en términos generales, de verdad tiene tanta importancia en la vida. Entonces es cuando es importante recordar que la buena reputación no se desarrolla rápidamente. Se crea a lo largo de años de tomar decisiones éticas. Así pues, si quieres tener una excelente reputación, las decisiones cotidianas difíciles serán las que marcarán la diferencia. Y si optas por el camino fácil, es posible que nunca llegues a tu destino deseado. John C. Maxwell[6]
Bien, y ¿qué me dices de la idea de que debes alejarte de tu conjunto de creencias y de tu código moral cristiano a fin de abrirte camino? ¿Es cierto? Muchas personas, estoy seguro, quieren que creas eso. Y tal vez quieran que sigas esa corriente de opinión, posiblemente en un esfuerzo por justificar su propio razonamiento errado. Sin embargo, entonces es cuando es importante recordar «el factor Dios». Dios todo lo ve, todo lo sabe. Nos ama y quiere que seamos felices y tiene muchos deseos de que tanto nosotros como nuestra familia tengamos lo que necesitamos. No es tacaño, ni de línea dura, ni un tirano descontento que quiere que suframos o que vivamos en la miseria y en la pobreza. Es un Dios generoso, amoroso, que quiere proveer lo que necesitamos. Así pues, pensar que tenemos que apartarnos de la regla de oro a fin de abrirnos camino es un insulto a Dios. Es como darle una bofetada, diciéndole que Él no va a cumplir Sus promesas.
Organizaré las cosas de modo que estés feliz, que tengas satisfechas tus necesidades, y hasta haré algo adicional para recompensarte. Olvidarás los sacrificios que has hecho, porque te lo devolveré en abundancia. Y recuerda que cuando te devuelvo hasta que te parezca que no has hecho un sacrificio, en ese momento solo se ha entregado el uno por ciento de tu recompensa. Mi promesa es devolverte cien veces más. ¡Así que habrá mucho, mucho más! Jesús, hablando en profecía
Roadmap fue una serie de videos de LFI creada para adultos jóvenes. Se publicó por primera vez en 2010. Texto adaptado y publicado de nuevo en Áncora en marzo de 2017.
[1] Stephen Covey, Everyday Greatness (Thomas Nelson, 2009).
[2] Esquire.
[3] Stephen Covey, Everyday Greatness (Thomas Nelson, 2009).
[4] Jon Huntsman, Winners Never Cheat (Pearson FT Press, 2009).
[5] Ronald A. Howard and Clinton D. Korver, Ethics for the Real World—Creating a Personal Code to Guide Decisions in Work and Life (Harvard Business Press, 2008).
[6] John C. Maxwell, Ethics 101 (Center Street, 2005).
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