Integridad, 2ª parte
Peter Amsterdam
Resistir la tentación
Todos hemos sido tentados a hacer algo malo. Una buena regla general es, si no lo harían delante de su hijo, cónyuge o alguien que aman y respetan, entonces probablemente no es algo que deban hacer en absoluto. Si les parece que tienen que ocultar ese acto, entonces hay una buena posibilidad de que no estén actuando con integridad.
Hay que tener presente que estar con quienes no actúan con integridad puede influir en nuestro comportamiento y moralidad. Si otros dan ejemplo de falta de moralidad, eso puede hacer que sea más probable que actuemos de manera parecida. Claro, pasar tiempo con quienes sean menos exigentes en cuanto a normas morales no significa forzosamente que de manera automática nos volveremos más relajados con respecto a ese tema, pero tal vez será más difícil mantener un alto nivel de exigencia en un ambiente así.
Sobre todo es importante darse cuenta de que su integridad, su ejemplo, puede afectar a otros de manera positiva o negativa si tienen un puesto de autoridad o respeto. Si eres padre, pastor, líder espiritual, profesor, entrenador, figura pública, etc., eres un modelo para otros. Te admirarán y querrán ser como tú, por lo tanto, tienes más obligación de conducirte con integridad. En el caso de los cristianos, la falta de integridad puede dañar su habilidad para divulgar el evangelio. Si somos poco éticos en nuestros tratos, si la integridad es débil en nuestra vida, es posible que eso haga que el mensaje que damos parezca falso. No solo es un reflejo de nosotros, sino también de Jesús.
¿En qué consiste la integridad?
La integridad es vivir conforme a los principios de las Escrituras. Es ser honrado, noble, digno de confianza, confiable, alguien que actúa de manera honorable, que cumple su palabra. Es actuar o hablar con transparencia, como si alguien que uno ama o respeta estuviera observando lo que hacemos. No hablar negativamente de otras personas ni contar chismes. Es tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Es llevar una vida honorable y respetuosa.
Al vivir con integridad se acumulan numerosos beneficios:
- Se gana la confianza de la gente al demostrar que se es digno de ella; eso puede ser un factor determinante en la vida personal y profesional.
- Se gana la confianza y el respeto de la gente, lo que nos pone en una mejor situación para tener una influencia positiva en ella y dará mayor valor a su vida.
- Las relaciones con los demás serán más fuertes, más sanas, más felices y más satisfactorias.
- Será más probable que la gente nos escuche.
- Porque la gente confía en nosotros, no le preocuparán nuestras intenciones.
- Los demás se sentirán cómodos siendo francos con nosotros, pues sabrán que lo que digan se mantendrá como algo confidencial.
- Tendremos más tranquilidad.
- Dios nos bendecirá.
Cuando nos comprometemos a vivir conforme a nuestros valores morales, es importante que con regularidad nos los recordemos a nosotros mismos, en particular cuando enfrentemos un desafío moral. Habrá situaciones en que tal vez una opción sea beneficiosa, que quizá sea algo que deseamos o que queremos hacer, o que obtengamos un premio o satisfacción, pero que sabemos que está mal o que no es muy correcto. Sin embargo, aunque sepamos que algo no está bien, es posible que tengamos una gran tentación. En ocasiones así, debemos reforzar los criterios con los que nos hemos comprometido. Puede hacerse al recordarnos a nosotros mismos cuáles son nuestros valores, orar, leer o citar la Palabra de Dios, o lo que sea que nos ayude a volver a conectarnos con nuestros criterios y confirmar nuestro compromiso con ellos.
Como una medida preventiva, conectarse con regularidad con el fundamento y punto de referencia —los valores divinos expresados en Su Palabra— es un medio de reafirmar constantemente nuestra integridad. Leer la Biblia con regularidad, la oración y comunicarse con el Señor no solo nos acerca más a Él, también nos fortalece en nuestra resolución de vivir conforme a Sus valores, apropiarnos de ellos y ser fieles a ellos.
¿Qué debemos hacer si vemos que nos hemos relajado con respecto a las normas morales? ¿Y si tuvimos un desliz temporal en cuanto a vivir conforme a nuestros valores, o los hemos ignorado por mucho tiempo? Es posible que nos parezca que nos hemos alejado tanto de los valores divinos que no sabemos si podemos volver a conectarnos con ellos. La buena noticia es que podemos acudir al Señor, confesar nuestros pecados, pedir Su perdón y reconectarnos con Él y Su verdad. Podemos renovar nuestra relación con Él y buscar Su ayuda y fortaleza para dar un giro a nuestra vida. Por Su gracia y con Su ayuda, y tal vez también con la ayuda de otras personas, nuestra vida puede cambiar y podemos volver a generar nuestra integridad.
A veces tenemos que pagar el precio del daño que ha causado nuestra falta de integridad, y hacerlo por medio de la restitución además de reconocer que se ha actuado mal, pedir perdón y procurar restablecer la confianza y la relación. Cuesta algo reparar un daño así, pero vale la pena, y tiene ventajas volverse a conectar con el amor de Dios y adaptar nuestros valores a los Suyos.
Si somos personas de integridad, cuando divulgamos el evangelio será más probable que nos escuchen, pues nuestro ejemplo hará ver que vivimos y creemos lo que decimos. La integridad es crucial en nuestro llamamiento de hablar de Jesús. Vivir con integridad es la clave para que nuestra vida, futuro y eternidad sean mejores.
«SEÑOR, ¿quién puede adorar en Tu santuario? ¿Quién puede entrar a Tu presencia en Tu monte santo? Los que llevan una vida intachable y hacen lo correcto, los que dicen la verdad con corazón sincero. Los que no se prestan al chisme ni le hacen daño a su vecino, ni hablan mal de sus amigos. Los que desprecian a los pecadores descarados, y honran a quienes siguen fielmente al SEÑOR y mantienen su palabra aunque salgan perjudicados. Los que prestan dinero sin cobrar intereses y no aceptan sobornos para mentir acerca de un inocente. Esa gente permanecerá firme para siempre». Salmo 15[1]
Artículo publicado por primera vez en mayo de 2014. Texto adaptado y publicado de nuevo en agosto de 2018.
[1] NTV.
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