Hijo de Mi amor
Palabras de Jesús
Eres hijo de Mi amor. He visto los sacrificios que has hecho. He visto lo que has renunciado por Mi causa, y te recompensaré grandemente. Mi amor y Mi ungimiento fluirán sobre ti. Aunque no se manifestarán por medio de grandes obras y grandes logros, se manifestarán en una vida de fidelidad, de diligencia en el servicio, en la generosidad, en el amor, en el desvelo, en el morir a ti mismo cada día para que lo que des brote en la vida de los demás.
Mírame, Mi preciado hijo, y Yo te renovaré. Te fortaleceré. Te aclararé las ideas, te daré fe y te reanimaré. Me complazco en los que hacen Mi voluntad, tanto en las buenas como en las malas. Me gozo en los que me siguen. Que la labor sea grande o pequeña, da igual a Mis ojos. La fidelidad es lo que más estimo. Lo que se inscribe en los registros del Cielo es la fidelidad; a cambio de la fidelidad se otorgan recompensas.
«Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel…Entra en el gozo de tu Señor.» Mateo 25:23[1]
Cara a cara
Me gusta caminar contigo a la hora del crepúsculo en la playa de la vida, imprimiendo nuestras huellas en la arena y percibiendo el agua refrescante de la Palabra que salpica nuestros pies y funde nuestros corazones, uniéndonos. Mientras la luna sale y resplandece en tu rostro y el viento sopla suavemente entre tus cabellos, te sostengo en Mis brazos y enjugo tus lágrimas. Te digo con ternura que siempre estoy a tu lado.
Siempre he estado a tu lado, aun cuando no se veía la luna y no parpadeaban las estrellas por estar ocultas tras las nubes, aun cuando llovía torrencialmente y el viento soplaba con furia. Cuando viniste a Mí y dijiste: «Seguiré adelante contigo», viste cómo se disiparon las nubes y las estrellas volvieron a resplandecer; la luna se tornó llena, hermosa y radiante; el viento impetuoso se transformó en suave brisa.
Si sigues fiel a tu vocación, prometo que tus pies no resbalarán. Cuando se te cansen los brazos, Yo los sostendré en alto; cuando te duelan los pies de cansancio, Yo te daré fortaleza para continuar. Estaré contigo hasta que llegues a la meta, y nos veremos cara a cara. Seremos uno por la eternidad, así como Mi Padre y Yo somos uno.
«Ahora vemos con opacidad, como a través de un espejo, pero en aquel día veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero en aquel día conoceré tal y como soy conocido.» 1 Corintios 13:12[2]
Tu hoja no caerá
Mi tesoro, eres como un árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da fruto a su tiempo. Tu hoja tampoco caerá, y todo lo que hagas prosperará. Te he prosperado. Te he regado y te he fortalecido y bendecido para que lleves buen fruto en abundancia. Así como el árbol que es plantado junto a corrientes de aguas, permanece en ellas, del mismo modo debes tú permanecer en Mi luz y apacentarte por el calor de Mi amor, por los ríos de Mi Palabra, por la luz del día que Yo he creado.
Te acompañé durante tu juventud. Te preparé y te nutrí como a un pimpollito desde que eras apenas una semillita. He hecho que te arraigues y te cimientes en la Palabra. Te he escogido desde la creación del mundo. Con gran amor y ternura te he concedido la salud, las fuerzas y el crecimiento que necesitabas.
¿Verdad que ha valido la pena? Te has convertido en un árbol fuerte que me sirve, cuyas hojas ayudan, sanan y ministran a los demás y dan a aliento a muchos.
El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio. Proverbios 11:30[3]
Aguanta
Desea Mi voluntad para tu vida y busca aprender y madurar. Procura acercarte a Mí al pasar por lugares áridos. Así saldrás hecho un hombre o mujer entendido, profundo, ungido por Mi Espíritu.
Yo también pasé tiempo solo en lugares desiertos, y también experimenté momentos de pruebas. No temas cuando estés en el desierto. No te des por vencido, pues allí es donde estoy presente para moldearte, para darte forma. Allí es donde se toman las decisiones que determinan la clase de vasija que serás. Allí es donde llegas a conocerme, a confiar en Mí y a amarme.
En los momentos de desespero y desaliento, cuando miras a tu alrededor y dices: «¿Qué sucede? ¿Cómo puede ser esto?» Cuando tienes ganas de decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Ten la certeza de que en esos momentos estoy contigo.
Confía en Mí cuando atravieses el desierto. Aguanta. Depón tus caminos, tus deseos personales, y di: «No se haga mi voluntad, sino la Tuya». En ese momento puedo confiarte las bendiciones, el ungimiento y el poder de Mi Espíritu que te derramaré en los tiempos venideros. Ten paciencia y recuerda que Yo soy el alfarero y tú la vasija. Entrégame el barro blando de tu vida para que te transforme en la vasija útil de Mi elección, de nuestra elección. Porque la vasija que llegarás a ser será fruto de la decisión conjunta entre tú y Yo.
«Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes.» Santiago 4:8[4]
A ti únicamente
Si crees que me has decepcionado innumerables veces; si te sientes incapaz y demasiado pecador para merecer Mi amor, ten la certeza de que te amo, a ti en particular. Si te sientes agobiado y hundiéndote en un mar de pesares, ¡te amo!
Mi amor te tiende la mano en este momento. Mi amor, Mi perdón y Mi misericordia están a tu entera disposición; no tienes más que aceptarlos. Ansío estrecharte contra Mi amoroso corazón y hablarte al oído.
Te amo tal como eres. Como si no hubiera nadie más que tú en el mundo. No llevo la cuenta de tus faltas, fracasos, errores y desaciertos. Mi vista de rayos X me permite ver el lado bueno y las posibilidades a las que otros están ciegos. Veo lo más íntimo de tu corazón. Veo tu precioso corazón. Y te amo.
Artículo publicado por primera vez en 1997. Texto adaptado y publicado de nuevo en abril de 2014. Traducción: Luis Azcuénaga y Antonia López.
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