Esta leve tribulación
Recopilación
Pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. 2 Corintios 4:17 (RVR 1995)
*
¡Dios mío, jamás te he dado gracias por mi espina! Te he dado mil gracias por mis rosas, pero nunca por mi espina. He anhelado un mundo donde recibiré compensación por mi cruz como si fuera una gloria presente. Muéstrame la gloria de mi cruz; enséñame el valor de mi espina. Muéstrame cómo he ascendido a Ti por medio de la senda del dolor. Y que comprenda cómo mis lágrimas han construido un arco iris. George Matheson, un famoso predicador escocés, era ciego y escribió el himno Oh Love That Will Not Let Me Go (Amor que jamás me abandonas).
Peldaños
A veces sí permito que te sobrevengan dificultades, pero siempre con el objeto de producir un buen fruto en tu vida. Aun cuando te acarrees esas contrariedades a causa de tus errores o pecados, deseo que te valgas de ellas como peldaños que te conduzcan a terreno más elevado. Mi deseo es que cada dilema, cada adversidad te acerque un paso más a Mí.
Los contratiempos te demuestran que no eres autosuficiente. Te llevan a tomar conciencia de que tienes necesidad de Mí y te enseñan a depender de Mí. Si confías en Mí cuando pasas por momentos difíciles, tu fe se acrecienta, logras entender mejor Mi Palabra y el amor y la sabiduría que están detrás de Mis acciones. En consecuencia, sientes Mi amor y llegas a conocerme más íntima y profundamente de lo que podrías de no ser ese el caso.
Un día serás capaz de ver las pruebas y tribulaciones como peldaños. Comprenderás que te llevaron al lugar que tengo reservado exclusivamente para ti cerca de Mi corazón. Jesús, hablando en profecía
Si sufrimos, también reinaremos...
La vida está llena de dificultades. Si nos descuidamos, este mundo nos agobia con sus innumerables problemas. Nos quedamos empantanados en ellos y no podemos ver más allá.
Dios quiere que miremos hacia adelante, por encima de los obstáculos que se nos presentan en el momento presente. No quiere que pensemos en función de las circunstancias del momento, sino de las posibilidades futuras.
Cuando Jesús abandonó la Tierra y regresó al Cielo, explicó que iba delante de nosotros a fin de prepararnos un lugar donde habrá muchas moradas y donde no existirá más pena, dolor ni llanto[1].«Cosas que ojo no vio ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu»[2].
La expectativa de las glorias, los tesoros y los premios que nos aguardan en el Cielo hace más fáciles de sobrellevar las pruebas y tribulaciones del presente.
Ya nada importará al ver al buen Jesús;
se desvanecerá todo pesar.
Las penas del ayer se irán al verlo a Él.
Sigue luchando, pues, sin desmayar.
«Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. Pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. Si sufrimos, también reinaremos con Él»[3].
Nuestra estadía en la Tierra constituye una parte importante del plan divino para cada uno de nosotros; pero no lo es todo. Lo que experimentamos en nuestro tránsito por la vida hace de nosotros los hombres y mujeres que debemos ser para alcanzar los objetivos más inmediatos de Dios. Pero también cumple una finalidad a futuro, de cara a la vida venidera. Se trata de una preparación para todo lo que el Señor nos tiene deparado, a corto y a largo plazo.
De modo que cuando te veas asediado y zarandeado por tribulaciones, temores y preocupaciones, cuando la vida sea una lucha cotidiana y te preguntes si realmente vale la pena el esfuerzo, piensa en todo lo que te espera. Cuando llegues al final de la senda de la vida, te encuentres ante Jesús y entres en Su Reino celestial, recibirás una recompensa indescriptible por haber «peleado la buena batalla»[4].
Sin duda la vida es una lucha. Pero sabes que tus pruebas y dificultades tienen un propósito.
Él te ama, y todo lo que permita que te sobrevenga —ya parezca bueno o malo, ya sea una prueba o un castigo— puede ser para bien. Si en medio de ello confías en Él, te convertirás en una mejor persona, más madura, más amorosa, un instrumento más útil en Sus manos, una vasija con la cual Él podrá verter libremente las aguas de Su amor y Su Palabra para consolar y fortalecer a otros seres necesitados.
De modo que cuando lo veas todo tenebroso, confuso o turbio, cuando las lágrimas te bañen los ojos y la desesperación quiera apoderarse de tu corazón, aparta la mirada de ti mismo y de los males del mundo. Vuélvela hacia los ojos de Aquel que te ama y vela tiernamente por ti. Halla consuelo en Sus brazos y deja que Sus fortalecedoras Palabras de vida te infundan fe y paz interior.
Ten en cuenta todas las cosas con las que te ha favorecido y agradéceselas. Luego fija la vista en todo lo que te tiene preparado, las recompensas y las bendiciones que ha prometido para quienes perseveren y aguanten. Si tienes la mirada puesta en el galardón final —el Cielo—, cobrarás ánimo y no te cabrá duda de que todas las contrariedades por las que pases en esta vida bien valen la pena.
«Deléitate en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse»[5]. ¡Sé un triunfador! Shannon Shayler
Publicado en Áncora en febrero de 2020.
[1] Juan 14:2; Apocalipsis 21:4.
[2] 1 Corintios 2:9-10.
[3] 2 Corintios 4:17-18; 2 Timoteo 2:12.
[4] 2 Timoteo 4:7-8.
[5] Salmo 37:4; Romanos 8:18.
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