En el cielo como en la tierra: ahuyentar la oscuridad
Dena Dyer
—Asombroso —comentó mi hijo mayor—. Eso fue increíble.
—Sí —respondí.
Lágrimas rodaban por mis mejillas y respiré profundamente para calmarme.
Acabábamos de ver la escena final de la película Los Miserables, filmada en el año 2012 y basada en el musical del mismo nombre. He visto la producción en vivo media docena de veces, pero el acto final siempre me conmueve hasta las lágrimas.
Cuando los personajes principales —con imperfecciones pero inmensamente fieles— luchan por obtener libertad de la tiranía y la injusticia, tanto quienes murieron como quienes siguen con vida entonan juntos un cántico final sobre el cielo: ¿Oyes voces al cantar?
Sus voces se elevan al cielo junto a sus banderas y preguntan al unísono:
¿Oyes voces al cantar
que suenan en la oscuridad?
Cantos de un pueblo que ansioso
busca la verdad […].
Vivirán en libertad
en los jardines del Señor.
Volverán a sus trabajos
y las armas dejarán.
Romperán las cadenas
y tendrán libertad.
La letra de esa canción me llega al alma. Me conmueve y aumenta mi anhelo de ver unidos el cielo y la tierra. Mi espíritu gime con deseos de ver a Satanás derribado de una vez por todas.
Pero cuando digo: «Señor, que se haga Tu voluntad en el cielo, así como en la tierra», ¿qué es lo que realmente digo? ¿Cómo vivir con la mente en el reino de los Cielos en esta tierra frágil, mientras oro y trabajo en aras de frutos espirituales, como la paz y el amor?
En calidad de hijos de luz, estamos destinados a brillar con intensidad para repeler la oscuridad. Aunque sea un poco. Cuando lo hacemos, el cielo besa la tierra.
Todos somos llamados
Ya sea que nos dediquemos a ser madres o transportitas, contratistas o cocineros, si servimos a Dios con diligencia en el lugar que Él nos ha preparado, nos convertimos en luchadores por la libertad. Plantamos semillas de esperanza en cada acción, interacción y reacción. «La fe puede […] ser la energía espiritual que permite la transformación que este mundo añora con intensidad», escribió Jim Wallis en La fe funciona: Cómo vivir nuestras creencias y crear cambio social positivo.
Somos parte de un sacerdocio real y nuestra esfera de influencia es nuestra congregación. Con la ayuda del Espíritu, tú y yo podemos traer el reino de Dios a la tierra en un sinfín de maneras. Podemos crear una pieza de arte de redención, llevar a cabo tareas menospreciadas con un espíritu alegre y responder a insultos o malos tratos con perdón.
En el libro Ordinario: Fe sostenible en un mundo radical y febril, Michael Horton escribió:
En muchas maneras que desconocemos, el reino está creciendo y está llegando a nuestros vecinos. Puede tratarse de una referencia en la cafetería que motive a un colaborador a plantear una pregunta sobre la vida y la muerte semanas después. Puede ser preparar el almuerzo para los niños y llevarlos a tiempo al colegio. O trabajar con esmero para brindar a nuestros vecinos lo que necesitan. Tenemos libertad para llevar a cabo las pequeñeces que importan, sin la ansiedad de saber cómo resultarán.
No depende de nosotros
¿Recuerdan las palabras de Jesús a Pedro, el apóstol que solía disparar primero y hacer preguntas después y solía meter la pata? Le dijo: «Edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella»[1].
Es una paradoja. Somos llamados a trabajar en la restauración y renovación, orar por transformación y poner nuestra fe en acción. Sin embargo, al final confiamos en que Dios trabajará a través de nosotros, para nosotros y en nosotros.
Conviene recordar eso al esforzarnos por liberar a los esclavos modernos, alimentar a los hambrientos y vestir a los desamparados. La gran cantidad de personas que viven en toda clase de cautiverios es sobrecogedora. La «fatiga compasiva» es un mal que aflige a muchos que sirven a los desamparados.
Si bien buscamos el reino y aceptamos las prioridades de Dios, debemos confiar en que Dios es quien produce cambios en personas e instituciones. Su espíritu produce reavivamientos. Su gracia otorga salvación. No debemos preocuparnos de meter la pata ni de errar el blanco.
En palabras del apóstol Pablo a la iglesia romana: «Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia»[2].
¡Gracias al cielo!
Artículo de http://www.thehighcalling.org/work/earth-it-heaven-pushing-back-darkness, © 2001 - 2011 H. E. Butt Foundation. Todos los derechos reservados. Impreso con autorización de Laity Lodge and TheHighCalling.org. Escrito por Dena Dyer.
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