En colaboración con Dios, 2ª parte
Tomado de la serie Roadmap (hoja de ruta)
Si esperamos tener con el Señor una relación profunda, duradera, íntima, necesitamos estar dispuestos a pasar tiempo con Él. Ese tiempo puede ser de varias formas: leer la Palabra, orar, pedir al Señor que nos hable en profecía, meditar, alabar, escuchar música alentadora, o sencillamente estar en silencio en Su presencia y descansar en Él. Para conseguirlo, no hay una fórmula perfecta. Cada persona tiene que descubrir lo que le da buenos resultados.
Establecer nuestra relación con el Señor lleva tiempo. No llegamos a tener una relación profunda y madura con Jesús al darle unos minutos de nuestra atención diseminados por aquí y por allá. Nuestros momentos de quietud con el Señor no tienen que ser a la misma hora todos los días. Tampoco tiene que ser el mismo plan. Pero sea lo que sea que hagamos, nos costará algo, pues todos estamos ocupados.
Si de verdad queremos estar en unión con Dios a lo largo de nuestra vida, necesitamos dedicar tiempo a establecer esa relación de largo plazo. Y es probable que signifique renunciar a algo a fin de dedicar ese tiempo. Todos estamos ocupados. A tal grado que muchos de nosotros a diario nos encontramos en una carrera contra el reloj; constantemente evaluamos de nuevo nuestro orden de prioridades y horarios, a veces hora por hora. Es probable que ustedes tampoco tengan tiempo de sobra. Por lo tanto, el concepto de «dedicar tiempo» puede requerir algo de esfuerzo.
Es evidente que en nuestra vida atareada no es tan sencillo designar un tiempo a algo. Es difícil hallar tiempo para las cosas que tenemos que hacer, y es mucho más difícil encontrar tiempo para algo que se podría considerar adicional. A veces podemos ser proclives a pensar que no necesitamos dedicar tiempo a la lectura y estudio de la Palabra de Dios ni a la oración. O que si no lo hacemos podemos llegar bien al final del día. Sin embargo, detenernos para pasar tiempo con el Señor siempre vale la pena, si no inmediatamente, sin duda con el tiempo es así.
Es cuestión de prioridades y lo que ponemos en primer lugar.
Es posible que conozcan esta anécdota. Ejemplifica tan bien el principio que vale la pena que volvamos a leerla.
—Un experto en aprovechamiento del tiempo daba una charla a un grupo de alumnos de administración de empresas. El experto sacó un tarro de vidrio de gran tamaño con boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, y a continuación tomó unas doce piedras del porte de un puño y las fue poniendo con cuidado una por una en el interior del tarro. Cuando ya no cabían más, preguntó:
—¿Está lleno el tarro?
Todos los presentes asintieron.
Volvió a preguntar:
—¿Están seguros?
Se agachó para sacar de debajo de la mesa un balde lleno de gravilla. Puso un poco en el tarro y lo sacudió. Entonces las piedrecillas se fueron acomodando en los espacios que quedaban entre las piedras grandes. Seguidamente, volvió a preguntar:
—¿Está lleno el tarro?
Para entonces los alumnos ya se habían dado cuenta de lo que se proponía, y uno de ellos respondió:
—Probablemente no.
—¡Así es! —contestó.
Acto seguido volvió a agacharse y sacó de debajo de la mesa otro balde, esta vez lleno de arena. Empezó a meterla, y esta se acomodó en los espacios que quedaban entre las piedras y la gravilla. Volvió a preguntar:
—¿Está lleno este tarro?
—¡No! —exclamaron a coro los alumnos.
De nuevo el experto exclamó:
—¡Buena respuesta!
Seguidamente, sacó una jarra de agua y empezó a verterla en el interior del tarro, llenándolo hasta el borde.
Luego, miró a los alumnos antes de preguntar:
—¿Qué es lo que pretendo ilustrar?
Un alumno entusiasta levantó la mano y respondió:
—Que, por muy ocupado que se esté, siempre se puede encontrar tiempo para hacer más.
—Pues no —respondió el conferencista—; no es eso lo que quiero decir. La verdad que quiero ilustrar es esta: si no metemos primero las piedras grandes, es posible que jamás logremos hacerlas encajar.
¿Dónde están las piedras grandes en tu vida? ¿Las colocas primero? Anónimo
¿Cuáles podrían ser «piedras grandes» para quienes queremos madurar espiritualmente y llevar buen fruto en la vida o servicio para el Señor? Claro, cada uno debemos determinar los detalles conforme a nuestra situación en particular. Sin embargo, algunas de las piedras principales que hay que tener en cuenta son:
- Comunicarse con el Señor en ratos provechosos y dándole toda nuestra atención.
- Oración intercesora.
- Dedicar tiempo a amar a los demás, mostrar preocupación, interés, empatía y comprensión.
- Pasar tiempo con nuestra pareja y con los hijos.
- Hacer ejercicio y conservar la salud física.
- Nuestro servicio al Señor.
La gravilla podrían ser cosas como:
- Nuestro trabajo o estudio.
- Mantener nuestro hogar y familia.
- Atender nuestros deberes con diligencia.
La arena o el agua podrían representar actividades como:
- Televisión, películas, novelas u otro entretenimiento.
- Escribir un blog o charlas en línea.
- Navegar por Internet.
Tener convicción para programar actividades y cuestiones prioritarias a fin de proteger tu conexión con Dios es cuestión de valores cristianos. Claro, la aplicación de esos valores a veces es más fácil en teoría que en la práctica. Es posible que quieras dedicar tiempo al Señor, pero que sea difícil darle prioridad debido a muchos deberes de la vida cotidiana que compiten por tu tiempo. Si te parece que te distraes fácilmente y que con regularidad descuidas los compromisos de tu crecimiento espiritual, entonces es posible que sea hora de reexaminar tu orden de prioridades y cómo inviertes tu tiempo.
Muchas personas se deslizan por las cosas superficiales de la vida sin adquirir un sentido de lo que es valioso. Viven de las cosas no esenciales, mientras que los aspectos intrascendentes de la vida en los que centran su atención hacen que dejen a un lado lo que sí merece la pena y les priva de las cosas que, a la larga, son realmente importantes.
¡Ningún hombre o mujer llegará a destacar en la vida o a tener grandeza de alma si no ha adquirido un sentido de lo que es realmente valioso!
Con mucha frecuencia se da el primer lugar a cosas temporales, mientras que Dios y Su Palabra se amontonan en un segundo lugar. Cuando eso sucede, se pierde el equilibrio en toda la vida, y el resultado solo es discordia, trastorno y confusión.
¿Las grandes realidades de la vida están en su debida perspectiva? ¿Tienes sentido de lo valioso? O bien, ¿permites que las trivialidades y cosas materiales estén delante de la lectura de la Palabra de Dios y la oración? ¿Te excusas y dices: «Tengo mucho que hacer; no tengo tiempo»? Si eso te sucede, es hora de que examines tu corazón y tus valores.
Hay vida en la Palabra; es alimento para tu alma. ¡Es esencial para el crecimiento de tu alma! Si no tienes tiempo para ello, entonces tu alma padecerá hambre y tendrás un diminuto crecimiento espiritual.
La oración es comunión con Dios. Sin oración vas de un lado a otro sin poder, apoyándote en tus propias fuerzas y sabiduría. La Palabra de Dios dice: «Separados de Mí nada podéis hacer». Por otro lado, dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece»[1].
Esa fuerza solo proviene de la oración y de la lectura de la Palabra de Dios. No se puede esperar que se consiga la fuerza necesaria al leer rápidamente un versículo, o hacer una pequeñísima oración antes de meterte a la cama, medio dormido y aturdido. ¡A eso no se le llamaría «buscar primero el reino»!
Conocí a una señora que se pasó toda la vida ahorrando, buscando, trabajando como una esclava para construir y decorar una casita donde vivir con comodidad por unos años. Pocos meses después de terminar la casa cayó gravemente enferma. Me encontraba junto a su cama y me dijo: «El tiempo se me está acabando. Ya no me queda tiempo y me gasté lo poco que tenía en cosas que carecen de valor en el mundo al que voy». ¡Había adquirido demasiado tarde un sentido de lo realmente valioso! ¿A ti te llegará demasiado tarde?
Si pudiéramos ver todos nuestros actos enmarcados en los efectos que producen a la postre, ¡nuestra existencia cambiaría radicalmente! No emplearíamos excusas tontas para poner en segundo lugar la lectura de la Palabra y la oración, ni nos detendríamos en trivialidades cuando lo eterno requiere nuestra atención.
Quien vive solo para el presente en vez de la eternidad no ha adquirido un sentido de lo valioso. A diario alguien dice, quizá no con palabras, pero sí con sus actos: «No me interesa tener mansiones en el Cielo. Tampoco me interesa mucho lo eterno. Prefiero tener una mansión y una corona en la Tierra, con un poquito de fama y honor, y tal vez también algunos cachivaches y la aceptación de los hombres y los deleites temporales del pecado. Así tendré un poco de satisfacción en este mundo».
El Rey de reyes —que les ha ofrecido vestiduras de salvación, una corona de gloria, un hogar eterno entre las muchas mansiones del Cielo—, se deja de lado por esas «otras cosas» que en realidad no tienen valor. Virginia Brandt Berg[2]
Nuestro tiempo con el Señor debería ser nuestra máxima prioridad, nuestra cita de importancia fundamental. Podemos programar una cita con el Maestro del universo, el mentor de todos los mentores, el más prudente de los orientadores en cuestiones personales, el consultor más informado. Todo lo que Él tiene que ofrecer nos lo ha prometido, si buscamos primero Su reino y lo amamos con todo el corazón, la mente y el espíritu, y le dedicamos tiempo con regularidad a medida que trabajamos en colaboración con Él. Es una compensación magnífica, ¿no te parece?
Roadmap fue una serie de videos de LFI creada para adultos jóvenes. Se publicó por primera vez en 2010. Texto adaptado y publicado de nuevo en Áncora en junio de 2017.
[1] Juan 15:5; Filipenses 4:13.
[2] Texto adaptado de la transcripción de El sentido de lo valioso, de Momentos de meditación.
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