El sentido de lo valioso
Virginia Brandt Berg
Jesús nos pide abandonar el culto
a lo vano del mundo y dejar atrás
todo ídolo que nos aprisione,
y dice: cristiano, ¡ámame más!
En nuestras alegrías y tristezas,
en días de trabajo y de reposo,
dice: «Si hay inquietudes o deleites
ámenme más y seré dichoso».
¡Jesús nos llama! Salvador,
que escuchemos Tu llamado.
Que obedientes te sirvamos
¡y no nos apartemos de Tu lado!
Cecil Frances Alexander
Es muy cierto. El Señor nos llama desde el otro lado del mar agitado de la vida. Hace tiempo les conté algo que me había ocurrido. Me encontraba sentada en una cafetería con vista al mar, observando los veleros que navegaban a lo lejos.
De pronto, me llamó la atención una conversación que se desarrollaba en la mesa de al lado. Me pareció interesante y los que hablaban lo hacían a un volumen tal que los que nos encontrábamos en el local podíamos oír lo que decían.
—¿Por qué despediste de la oficina a Enrique? —preguntó uno los interlocutores.
—Pues… ¡no tenía sentido de lo valioso! —respondió el otro—. No valoraba la vida, la salud ni el dinero. Eso comenzó a afectar mi negocio. Cada vez que lo necesitaba estaba tomándose un café. Parecía que valoraba más una taza de café que su empleo. Y se lo advertí varias veces.
Reflexioné bastante en aquel comentario. El hombre despedido había valorado más una taza de café que un buen empleo. Una leve brisa impulsabalos veleros.
Pensé en que lo mismo les sucede a muchas personas. Se deslizan por las cosas superficiales de la vida sin adquirir un sentido de lo que es valioso. Al igual que aquel empleado, viven de las cosas no esenciales, centran su atención en aspectos intrascendentes de la vida, y eso hace a un lado lo que sí merece la pena y les priva de las cosas que, a la larga, son realmente importantes.
Cristo siempre hizo hincapié en lo espiritual. ¿Cuál es el gran propósito de la vida? ¿Para qué estamos aquí? Pues bien, se nos han confiado unos deberes sagrados:el mismo Dios nos ha encargado todo eso. Sin embargo, esta generación no da el primer lugar a Dios. ¿Das el primer lugar a Dios? Algunos de nosotros dejamos a Dios de lado con mucha frecuencia. Y se le da el primerlugar a tonterías y cosas inútiles.
¡Dios no encaja en el segundo lugar! Solo encaja en el primer lugar. Y también hay ciertas cosas que nos ha confiado que solo encajan en el primer lugar; no se las puede poner en segundo lugar y estar en buenos términos con Dios.
Con mucha frecuencia se da el primer lugar a cosas temporales, y Dios y Su Palabra se amontonan en un segundo lugar. En ese caso, se pierde el equilibrio en todala vida, y el resultado solo es discordia, trastorno y confusión.
En tu caso, ¿las grandes realidades de la vida están en su debida perspectiva? ¿Tienes sentido de lo valioso? O bien, ¿permites que las trivialidades y cosas materiales estén delante de la lectura de la Palabra de Dios y la oración? ¿Te excusas y dices: «Tengo mucho que hacer; no tengo tiempo»? Tal vez lo mejor sería que te preguntes si tienes sentido de lo valioso.
La Biblia contiene precisamente la Palabra de Dios. Hay vida en esa Palabra, esa Biblia preciosa; es alimento para tu alma. Es esencial para el crecimiento de tu alma. Si no tienes tiempo para ello, entonces tu alma padecerá hambre y sin duda tendrás un diminuto crecimiento espiritual. La oración es comunión con Dios. Sin oración vas de un lado a otro sin poder, apoyándote en tus propias fuerzas y sabiduría.
La Palabra de Dios dice: «Separados de Mí nada podéis hacer». Por otro lado, dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Esa fuerza solo proviene de la oración y de la lectura de la Palabra de Dios. A fin de tener la fuerza necesaria, no sería suficiente leer rápidamente un versículo, o hacer una pequeñísima oración antes de meterte a la cama, medio dormido y aturdido. A eso no se le llamaría «buscar primero».
Conocí a una señora que se pasó toda la vida ahorrando, buscando, trabajando como una esclava para construir y decorar una casita donde vivir con comodidad por unos años. Con mucha pena para ella, pocos meses después de terminarla se enfermó. Me encontraba junto a su cama y me dijo: «El tiempo se me está acabando. Ya no me queda tiempo y me gasté lo poco que tenía en cosas que carecen de valor en el mundo al que voy». ¡Demasiado tarde había adquirido un sentido de lo realmente valioso!
Si pudiéramos ver todos nuestros actos enmarcados en los efectos que producen a la postre, ¡nuestra existencia cambiaría radicalmente! No emplearíamos excusas tontas para poner en segundo lugar la lectura de la Biblia y la oración, ni nos detendríamos en trivialidades cuando lo eterno requiere nuestra atención.
Quien vive solo para el tiempo en vez de la eternidad no ha adquirido un sentido de lo valioso. A diario alguien dice, quizá no con palabras, pero sí con sus actos: «No me interesa tener mansiones en el Cielo. Tampoco me interesa mucho lo eterno. Prefiero tener una mansión y una corona en la Tierra, con un poquito de fama y honor, y la aceptación de los hombres y los deleites temporales del pecado. Así tendré un poco de satisfacción en este mundo».
El Rey de reyes y Señor de señores —que les ha ofrecido vestiduras de salvación, una corona de gloria, un hogar eterno entre las muchas mansiones del Cielo—, se deja de lado por esas «otras cosas» que en realidad no tienen valor.
¿Inclinamos la cabeza y hacemos una breve oración?
Padre nuestro, que estás en los cielos, te pedimos que nos ayudes a adquirir un sentido de lo que de verdad es valioso, y a darnos cuenta de que nuestro propósito en la Tierra es que nos preparemos para la eternidad y no para el tiempo, que nuestra ciudadanía es en el Cielo. Ayúdanos a entender, Señor.
Texto adaptado de una transcripción del programa Momentos de meditación. Publicado en Áncora en noviembre de 2015.
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