Él está con nosotros
Steve Hearts
Cuando Dios me motiva a romper con la rutina y salir de mi zona de confort, mi reacción inicial suele ser de incertidumbre, inseguridad y hasta temor. Empiezo a pensar en todo lo que podría salir mal y a preguntarme: «¿Pero, ¿qué pasaría sí?» También empiezo a cavilar sobre mis deficiencias, debilidades y los motivos por los que creo que no puedo hacer lo que Dios me está pidiendo. ¿Les suena familiar?
Ese estado de ánimo hace que pierda de vista un hecho muy importante: si Dios me llama a realizar una labor, Él me ayudará a realizarla.
Mientras leía la Biblia, me animó entender que muchos de los que me precedieron cedieron de manera momentánea ante sentimientos de incertidumbre y menoscabo cuando Dios les reveló Su voluntad para ellos. Al igual que en mi caso, debieron ser recordados de quién es Dios y que Él siempre los acompañaría.
Cuando Dios le indicó a Moisés desde la zarza ardiente que había sido elegido para liberar al pueblo hebreo, Moisés replicó: «¿Quién soy yo para que vaya al faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel?», y Dios le dijo: «Yo estaré contigo»[1].
Más adelante, cuando Moisés afirmó que no era elocuente y que le costaba hablar, Dios le repitió: «Ahora, pues, ve, que Yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de hablar»[2].
Al repasar el relato de Gedeón, me di cuenta de que se repitió la historia. «Cuando se le apareció el ángel del Señor y le dijo: —El Señor está contigo, hombre esforzado y valiente.»
«Gedeón le respondió: —Ah, señor mío, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Dónde están todas esas maravillas que nuestros padres nos han contado? Decían: “¿No nos sacó el Señor de Egipto?” Y ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de los madianitas. Mirándolo el Señor, le dijo: —Ve con esta tu fuerza y salvarás a Israel de manos de los madianitas. ¿No te envío Yo?»[3]
Los anteriores ejemplos me ayudan a apreciar la fidelidad de Dios para asegurarnos —en ocasiones, repetidas veces— que Él está con nosotros. En ningún momento nos condena por precisar esos recordatorios[4]. En cambio, nos recuerda y motiva con palabras amorosas a cambiar el enfoque de nuestra limitada e inadecuada persona al hecho inalterable de que Él está con nosotros.
La determinación de David para concentrarse en la presencia de Dios y no en sus circunstancias fue lo que le permitió enfrentarse y derrotar al gigante Goliat[5].
No me cabe duda de que Josué sintió una pizca de incertidumbre al asumir el liderazgo del pueblo de Dios tras la muerte de Moisés. Pero Dios le dijo: «Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé»[6].
Incluso Jesús, sabiendo cómo terminaría Su misión en la Tierra, afirmó con absoluta confianza a Sus discípulos momentos antes de Su detención: «La hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado y me dejaréis solo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo»[7].
Los anteriores ejemplos de las Escrituras me permiten proclamar que no tengo motivos para temer o titubear cada vez que me embarque en una aventura a la que Dios me ha llamado. Porque Él está conmigo. Dios ha prometido estar siempre con nosotros «hasta el fin del mundo»[8].
[1] Éxodo 3:11-12.
[2] Éxodo 4:12.
[3] Jueces 6:12-14.
[4] V. Juan 15:5.
[5] V. 1 Samuel 17.
[6] Josué 1:5.
[7] Juan 16:32.
[8] Mateo 28:20.
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