El cambio produce crecimiento
Rebecca Maresha
La vida es una serie de cambios y los cambios suelen presentar oportunidad de crecimiento. Los cambios tienen el potencial de abrir nuestros ojos a nuevos horizontes. Sin cambios, podríamos quedar estancados y congelados en el tiempo. Pero, de alguna manera, cuando se reciben con brazos abiertos, los cambios pueden abrir nuestras alas y darnos el impulso necesario para volar. La clave es cómo los recibimos y lo que hacemos con esas oportunidades.
Los cambios pueden ser incómodos. Implican abandonar algunas cosas a las que nos habíamos acostumbrado, rutinas que nos eran cómodas por su similitud, aunque distaran mucho de ser ideales. Se puede sentir temor al abandonar la idea que teníamos sobre cómo debían ser las cosas y mirar para descubrir nuevos horizontes, pero no se encuentran esos horizontes si no se tiene el valor de perder de vista la orilla.
Hace poco, se produjeron de golpe numerosos cambios en mi vida: tuve que cambiar de país, de profesión y hasta de amigos. Tuve que cambiar a mis hijos de escuela. No puedo decir que fue fácil, pero he descubierto nuevos horizontes gracias a los retos que me han obligado a expandir mi creatividad y mis acciones.
Una de las lecciones más importantes que estoy aprendiendo es a ver cada desafío como una oportunidad de crecimiento y no darles vueltas a mis decisiones ni comparar mis circunstancias actuales con las anteriores bajo una luz negativa. Toda serie de circunstancias produce dificultades, pero no sirve de nada perder el tiempo en lamentos o comparaciones negativas. Cuando vemos cada nueva situación como una oportunidad de hacer progresos, se genera una actitud saludable hacia los cambios y el aprendizaje de las nuevas lecciones que nos ofrece la vida.
Lo que más me ha ayudado a enfrentar esos retos con alegría es darme cuenta de que, sin importar cuáles sean los cambios, Jesús sigue siendo el mismo. ¡Él es un ancla inamovible!
Cierta mañana salí a caminar temprano por unos acantilados. Las nubes se arremolinaban en el horizonte y empezó a soplar un fuerte viento. Mientras miraba las olas estrellarse contra el litoral rocoso, ofrecí una plegaria por quienes se encontraban en mar abierto.
Entonces pensé en el mar de la vida y la manera en que a veces se muestra tranquilo y hermoso y el viento infla las velas, mientras que, en otras ocasiones, el viento y las olas arrecian y el mar se agita con fuerza. El barco de nuestra vida puede ser zarandeado de un lado a otro… pero agradecí a Dios por ser el ancla de mi vida. Me mantiene estable en el siempre cambiante mar de la vida, como lo expresa la hermosa canción The Anchor Holds, de Ray Boltz:
He viajado por la larga y oscura noche
en mar abierto, aferrado solo a la fe.
Aunque mis ojos no ven muy lejos, sé que Él me mira.
El ancla se mantiene firme
pese a que el barco es golpeado.
El ancla se mantiene firme
cuando las velas se desgarran.
He caído de rodillas al enfrentar los mares embravecidos
pero el ancla se mantiene firme a pesar de la tormenta.
He tenido metas, he tenido sueños,
los he sostenido en la mano
pero no imaginé que se deslizarían entre los dedos
como si fueran granos de arena.
El ancla se mantiene firme
pese a que el barco es golpeado.
El ancla se mantiene firme
cuando las velas se desgarran.
He caído de rodillas al enfrentar los mares embravecidos
pero el ancla se mantiene firme a pesar de la tormenta.
He sido joven y ahora he envejecido
y mis ojos han visto enorme belleza,
pero fue en la noche de las tormentas de la vida
cuando Dios demostró Su gran amor por mí.
El ancla se mantiene firme
pese a que el barco es golpeado.
El ancla se mantiene firme
cuando las velas se desgarran.
He caído de rodillas al enfrentar los mares embravecidos
pero el ancla se mantiene firme a pesar de la tormenta.
He caído de rodillas al enfrentar los mares embravecidos
pero el ancla se mantiene firme a pesar de la tormenta.
Me siento bendecida por la tranquilidad de Su presencia y la confianza en que Él nunca me dejará ni me abandonará. He sido bendecida al saber que Dios camina delante de mí para prepararme el camino y que camina a mi lado para mostrarme el camino mientras me anima y alienta.
«Porque Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de desgracia, para daros un porvenir y una esperanza» (Jeremías 29:11; RVR1977).
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