Echar sobre el Señor nuestras cargas
Palabras de Jesús
«Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo». Salmo 55:22 (RVR 1960)
No temas, cuando sientas la presión de todo lo que tienes por delante. No temas, sino ven a Mí. Cuando estás agobiado y sobrecargado, Yo lo veo. Cuando tienes necesidad de descanso, Yo lo veo. Tráeme todas tus cargas y Yo te daré el descanso que te he prometido.
Echa tu ansiedad y todo lo que te preocupa sobre Mí. Confía en que Yo te daré reposo, pues he prometido dar a Mis amados reposo[1]. Eres uno de Mis hijos amados, en quien tengo complacencia. Confía en que independientemente de tus cargas o tareas que enfrentes, Yo te fortaleceré para las tareas que tienes entre manos y para las futuras.
Sin embargo, lo primero que tienes que hacer es acudir a Mí y deponer tu carga. Echa tu ansiedad sobre Mí, permíteme que la lleve y Yo tendré cuidado de ti. No te inquietes por el día de mañana que, como he prometido, el mañana se encargará de sí mismo si echas sobre Mí tu carga, si nunca dejas de echarla. Apóyate en tu fe tan solo para este momento, hora, día y año, y Yo te sostendré como prometí.
¿Te preocupa y te agobia tanta presión? Es el momento de que te remontes hasta Mí en las alas de la oración, en las alas de Mi Espíritu, y Yo te sostendré. No importa si el paisaje que esté por delante surja como una montaña imponente en el horizonte, y que sea demasiado alta para que la escales. La senda puede parecer angosta y sinuosa, y un sendero estrecho y difícil de subir. Muchas de las personas con las que te cruzas en el ascenso no son agradables, y sortear los obstáculos que surgen a tu paso te exige una pericia excepcional. Es posible que la subida pueda ser muy difícil para ti, mas para Mí no es tan difícil.
No te preocupes al pensar cómo subirás, ya que no es Mi plan que lo hagas solo. Las cargas y desafíos que enfrentas no están pensados para tus estrechos hombros solamente. Son para que Yo te ayude a llevarlas; mientras te levanto, junto contigo llevo tus pesos. Yo lo he dispuesto así por amor y compasión, para que te acerques a Mí.
Soy el buen pastor, y conduzco a Mis ovejas; te guío por sendas de justicia. Te llevo por la senda de Mi voluntad, y adondequiera que te llevo, allí también te doy fuerzas. Cuando debido al agotamiento no puedas seguir, cuando te sientas agobiado y presionado por el camino que tienes ante ti, te llevaré a lugares de verdes pastos y de aguas tranquilas. He aquí que soy tu buen pastor, voy delante y te he preparado el camino.
Cuando la tarea sea excesivamente difícil y supere con mucho lo que pueden hacer las frágiles manos humanas, recuerda que para Mí no es excesiva y echa toda tu ansiedad sobre Mí. Alza la vista, contempla Mi rostro. Échate en Mis brazos eternos. Coloca tus cargas en el altar, déjalas ahí y confía en que Yo te sustentaré. Ese es el secreto para realizar las tareas que te he encomendado. Recuerda que cuando eres débil eres fuerte, pues Mi fortaleza se perfecciona en la debilidad[2].
Al remontarte hasta Mí en las alas de la oración, al retirarte a descansar y reabastecerte, te daré día a día, paso a paso, momento a momento la paz que buscas, las fuerzas para hacer frente a los desafíos, y las soluciones a los problemas. Sin embargo, primero debes apoyarte por entero en Mí.
Para, mira, escucha y reposa en Mí. Haz una pausa y pregúntate qué se está interponiendo. Apóyate en Mí y hallarás fuerzas. Apóyate en Mí y verás que Yo, y nadie más que Yo, basto para sostenerte. Mi Palabra te guardará, tal como he prometido. Cuando andes te guiará; cuando duermas te guardará; hablará contigo cuando despiertes.
No te digas a ti mismo: «¡Hay gigantes en la tierra! ¿Cómo nos las vamos a arreglar para hacer esto y aquello?» ¿Acaso Yo no soy capaz? No mires las olas, ¡mira hacia arriba, pon los ojos en Mí! La alabanza es la voz de la fe. Alábame por la solución y no dejes de confiar.
No puedes extenderte más allá de tus posibilidades. Lo que esté fuera de tus posibilidades tienes que dejármelo a Mí. Por eso permito los desafíos que tienes delante de ti, para que aprendas a apoyarte fuertemente en Mí. A medida que descubras que Yo te sostengo, podrás a tu vez consolar a otros, garantizándoles que, así como te sostengo a ti, también los sostendré a ellos.
No se turbe tu corazón
«Depositen en Él toda ansiedad, porque Él cuida de ustedes». 1 Pedro 5:7 (NVI)
Conozco, amado hijo, la sensación de agobio que te acosa cuando las tareas y desafíos parecen ser más de lo que puedes aguantar. Toma ejemplo de Martín Lutero, el cual, cuando se hallaba ante una labor demasiado grande y difícil, se retiraba y pasaba el doble de tiempo orando y en dulce comunión conmigo. Cuando se retiraba a su aposento a orar, entraba vacío. Vaciaba todos sus bolsillos. Me abría su corazón, descargaba todos sus fardos sobre Mi altar y allí los dejaba. Ese es el secreto del sosiego: echar toda tu ansiedad sobre Mí, sabiendo que tengo cuidado de ti, que conozco y me encargo de los detalles de cada dificultad y problema, ¡y que siempre lo haré!
Ante todo, esta batalla no la has de librar ni ganar con tus propias fuerzas, con tu energía, sino en quietud y confianza, apoyándote de lleno en Mí. A medida que pones manos a la obra y procedes con la humildad de tu fe y con tranquila obediencia, si conservas la calma y delante de Mí te mantienes humilde, tranquilo y con fe, todo saldrá conforme a Mi voluntad y Mi plan.
No te impacientes, pues, pensando en qué debes hacer o cómo debes proceder. No te preocupes por cómo vas a poder realizar esto o hacerte cargo de aquello. No te digas a ti mismo: «Ah, ya no puedo más, ¡no me queda más que dar!» Más bien, descansa al saber que conforme a Mis promesas Yo te sustentaré.
Ten presente que este tesoro está en vasos de barro para que la excelencia del poder sea de Dios y no de ti[3]. Aparentemente estás atribulado en todo, mas no angustiado, pues tu Dios es poderoso para la destrucción de fortalezas. Aunque parezca que estás en apuros, no estás desesperado[4]. No estás desamparado; es posible que estés derribado, pero no serás destruido[5]. Siempre llevas en el cuerpo Mi muerte, de modo que Mi vida también se manifieste en ti[6].
Por tanto, no te desanimes; antes aunque el hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en ti un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas[7].
Sabes a quién has creído, y estás seguro de que soy poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pides o entiendes, y que soy capaz de guardar lo que me has confiado[8].
Así pues, que no se turbe tu corazón. Descansa en Mis tiernos brazos, con la certeza de que te miro con amor y misericordia. Ten la seguridad de que nunca te dejaré ni te desampararé, porque te quiero mucho. Por lo tanto, descansa.
Artículo publicado por primera vez en septiembre de 1996. Texto adaptado y publicado de nuevo en julio de 2017.
[1] Salmo 127:2.
[2] 2 Corintios 12:9–10.
[3] 2 Corintios 4:7.
[4] 2 Corintios 4:8.
[5] 2 Corintios 4:9.
[6] 2 Corintios 4:10.
[7] 2 Corintios 4:16–18.
[8] 2 Timoteo 1:12; Efesios 3:20.
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