Dios es digno de honra
Peter Amsterdam
El Señor es grande, digno de alabanza, es insondable Su grandeza[1].
Dios es infinito; nosotros, en cambio, somos seres finitos. Él, por lo tanto, es infinitamente mayor que nosotros. Somos incapaces de comprender la grandeza de Dios, ya que es imposible alcanzar un conocimiento pleno de ella. Su entendimiento es inconmensurable, y Sus caminos y pensamientos están muy por encima de los nuestros[2]. Sus riquezas, sabiduría, conocimiento y juicios son insondables e inescrutables; todos ellos escapan nuestro pleno entendimiento[3].
Cuando Job habló de las proezas divinas durante la creación del mundo, dijo que aquellos actos eran apenas un leve susurro de Su poder, nada más que los bordes o contornos de Sus obras. ¡Estas cosas no son más que los bordes del camino, apenas el leve susurro que oímos de Él! Pero el trueno de Su poder, ¿quién podrá comprenderlo?[4]
Dada nuestra finitud, jamás podremos comprender a cabalidad todos los caminos de Dios o Su magnificencia. Tampoco llegaremos a saber nunca todo lo que sabe Dios. Eso nos ayuda a entender que solo Dios es Dios. Siempre será infinitamente mayor que nosotros, y por ser parte de Su creación le debemos culto y adoración.
Conocer a Dios
Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna[5].
Nunca llegaremos a concebir todo lo que es Dios ni todo lo que sabe o hace. Así y todo, Él se nos ha revelado de tal manera que hemos entablado relación con Él. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado[6].
Dios es al mismo tiempo infinito y personal, de manera que no estamos condicionados a conocer simples datos sobre Dios: lo conocemos personalmente y sostenemos una relación personal con Él. Si bien Dios carece de toda limitación y es inmensamente mayor que todo lo que existe, es a la vez un ser personal que interactúa con nosotros individualmente y con quien podemos identificarnos como persona. Le hablamos y Él nos habla. Comulgamos con Él, tenemos interrelación con Él, responde a nuestras oraciones y mora dentro de nosotros[7]. Gozamos de esa relación con Dios gracias a Su regalo de salvación mediante la muerte y resurrección de Jesús, una de las razones primordiales por las que lo adoramos.
Ver a Dios
Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación[8].
La Escritura expresa claramente que Dios es Espíritu y que está fuera de vista de los seres humanos. Nadie lo ha visto jamás, o sea su verdadera esencia y todo lo que entraña. Si bien en distintos momentos se ha hecho visible —lo que se conoce como teofanía—, nadie lo ha visto nunca tal como es.
Ahora bien, aunque ningún hombre ha visto a Dios, Jesús —el Hijo de Dios— ha visto al Padre y lo ha dado a conocer.
Todo aquel que oye al Padre y aprende de Él, viene a Mí. No que alguien haya visto al Padre; solo Aquel que viene de Dios, Ese ha visto al Padre. El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre[9].
Al ver a Jesús —la segunda persona de la Trinidad, el Hijo de Dios— vemos al Padre. Vemos a Jesús en las páginas de la Escritura. Oímos las palabras que habló, Sus enseñanzas; lo apreciamos interactuando con la gente; percibimos el amor, misericordia, compasión, sabiduría y poder que tenía y la unión de que gozaba con el Padre. Jesús anduvo por la Tierra y en Él advertimos la imagen visible del Dios invisible. Existía junto al Padre antes que se creara nada y por medio de Su encarnación entendemos cómo es Dios.
Dios se reveló a Sí mismo en Su Hijo, el cual vino a la Tierra a mezclarse con nosotros posibilitando que estableciéramos una eterna relación con Dios. Debido al don gratuito de la salvación, tendremos el privilegio y la gran alegría de contemplarlo cara a cara. Ahora vemos por espejo, oscuramente; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como fui conocido[10].
Dios se ha dado a conocer en Su Hijo, y en Él vemos al Padre. Llegará el momento en que veremos a Dios. Todo esto es posible, porque Jesús ofrendó Su vida por nosotros, lo que hace que Él y el Padre sean digno de nuestra veneración.
Conocimiento de Dios
Mayor que nuestro corazón es Dios, y Él sabe todas las cosas. Porque Él observa hasta los confines de la tierra y ve cuanto hay bajo los cielos[11].
La Escritura nos dice que Dios es perfecto en conocimiento y todo lo sabe; por ende, es omnisciente o tiene conocimiento de todas las cosas. Dios conoce todas las cosas reales, es decir que tiene conocimiento de todo lo que existe y todo lo que sucede. Ninguna cosa creada escapa a Su vista[12].
Dios también conoce el futuro, todo lo que habrá de suceder. Yo soy Dios, y no hay nadie igual a Mí. Yo anuncio el fin desde el principio; desde los tiempos antiguos, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo[13].
Verdadero y fiel
Pero el Señor es el Dios verdadero; Él es el Dios vivo y el Rey eterno[14].
Toda la sabiduría y las palabras de Dios son verdaderas y constituyen el criterio para determinar la verdad. Todo lo que Dios sabe y piensa es verdad y la correcta concepción de la realidad. Él nunca se equivoca en Su percepción o comprensión del mundo, y es perfecto en sabiduría[15]. Dios siempre habla la verdad; no miente[16]. Dado que Dios no miente y es digno de confianza y cumplidor, siempre hace lo que prometió y podemos fiarnos de que nunca faltará a Sus promesas.
Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. ¿Acaso dice y no hace? ¿Acaso promete y no cumple?[17] Nuestro Dios es fiel y veraz, y siempre podemos confiar en Él. Merece que lo adoremos.
Su poder
Porque nada hay imposible para Dios[18].
Dios es omnipotente o todopoderoso. Es capaz de cumplir toda Su santa voluntad. Tiene la facultad de hacer lo que decida.
El Señor se llama Todopoderoso: «Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios—, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso»[19]. El vocablo griego traducido a nuestra lengua como Todopoderoso es pantokrator, y significa el que tiene dominio sobre todas las cosas, el que todo lo gobierna. Su poder es infinito, Sus posibilidades ilimitadas.
Nada es imposible para Dios. Dios hasta puede optar por encarnarse, nacer de una virgen y redimir a la humanidad, que fue exactamente lo que hizo. El infinito poder de Dios hizo posible que recibiéramos la salvación, algo por lo que continuamente debemos venerarlo.
El sustentador
En Su mano está el alma de todo viviente y el hálito de todo el género humano[20].
Dios no solo creó el mundo, sino que lo sustenta, ya que toda la creación depende de Él para su existencia y funcionamiento. Él es quien da a todos vida, aliento y todas las cosas… porque en Él vivimos, nos movemos y somos[21].
La Escritura nos enseña que todas las cosas fueron creadas por Cristo y que Él sustenta el Universo y todo tiene en Él su consistencia[22]. El universo y todo lo que hay en él continúa tal como lo conocemos, gracias a que Dios es nuestro sustentador; por eso, merece nuestra adoración.
Redentor y Salvador
Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos[23].
Dios es nuestro Salvador y Redentor. Gracias a Su plan salvífico, nosotros que somos indignos hemos obtenido Su gracia y Su misericordia. Él nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de Su amado Hijo, en quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados[24].
Gracias al amor, misericordia, compasión y gracia de Dios hemos entablado una relación eterna con Él. Hemos sido redimidos, salvados y adoptados como hijos. En profunda gratitud y amor por este inmenso favor debemos tribut[ar] al Señor la gloria debida a Su nombre; ador[ar] al Señor en la majestad de la santidad[25].
Publicado por primera vez en mayo de 2014. Texto adaptado y publicado de nuevo en septiembre de 2018.
[1] Salmo 145:3 (BLPH).
[2] Salmo 147: 5; Isaías 55:9.
[3] Romanos 11:33-34.
[4] Job 26:14.
[5] 1 Juan 5:20.
[6] Juan 17:3.
[7] Juan 14:23.
[8] Colosenses 1:15.
[9] Juan 6:45-46; 14:9.
[10] 1 Corintios 13:12.
[11] 1 Juan 3:20; Job 28:24.
[12] Hebreos 4:13 (BLPH); Mateo 10:29 (DHH).
[13] Isaías 46:9-10 (NVI).
[14] Jeremías 10:10 (NBLH).
[15] Job 37:16.
[16] Tito 1:2.
[17] Números 23:19.
[18] Lucas 1:37 (RV60).
[19] Apocalipsis 1:8 (NVI).
[20] Job 12:10.
[21] Hechos 17:25, 28.
[22] Colosenses 1:16-17; Hebreos 1:3.
[23] Gálatas 4:4-5.
[24] Colosenses 1:13-14.
[25] Salmo 29:2.
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