Dedicar tiempo
Recopilación
En fútbol americano Hang time (del inglés «tiempo de receso») se refiere al tiempo que la pelota está en el aire después de darle una patada. En baloncesto se refiere al tiempo que un jugador queda suspendido en el aire cuando va a meter la pelota en el cesto. En la inesperada aventura del evangelismo, sería algo diferente: perseverar en la amistad de aquellos que están en una búsqueda hasta que los conozcas bien y entiendas sus preocupaciones y preguntas, de tal manera que la confianza se afiance y las conversaciones lleguen a un nivel de mayor profundidad espiritual.
Si eres padre, sabrás que los mejores intercambios con tus hijos, sobre todo cuando son chicos, no se dan en los primeros minutos de las conversaciones. Ocurren mucho después. Luego de invertir suficiente tiempo para convencerlos que de verdad te interesa su bienestar y lo que están viviendo.
Uno de los ejemplos más conmovedores de un cristiano que invirtió tiempo lo describe Terry Muck en su libro Those Other Religions in Your Neighborhood (Esas otras religiones del vecindario).Recuerda una carta que escribió un hombre que no tenía interés en nada espiritual y que era vecino de un cristiano.
Mantenían una relación informal conversando donde estaba la cerca del jardín trasero de sus casas, se prestaban máquinas de cortar pasto y cosas así. Al poco tiempo le dio cáncer a la esposa del que no era cristiano y falleció. Les incluyo parte de lo que escribió después en su carta:
Me sentía desconsolado. Los preparativos para el funeral y el entierro los viví como en un trance. Y después del entierro me fui a un camino a lo largo del río y caminé toda la noche. Pero no caminé solo. Mi vecino se quedó a mi lado toda la noche.
No me dirigió la palabra, ni siquiera caminó junto a mí. Sencillamente me seguía. Cuando finalmente apareció el sol encima del río se me acercó y me dijo: «Vamos a desayunar».
Ahora voy a la iglesia, la de mi vecino. Vale la pena profundizar en una religión que se manifieste con el cariño y el amor que demostró mi vecino. Quiero ser así. Quiero amar y ser amado de ese modo el resto de mi vida.
¿No les parece interesante que equipare el tiempo que su amigo pasó con él —si decir nada ni hacer nada en particular— a «cariño y amor»?
¿A quién le puedes dedicar esa clase de tiempo? Quizás sea un conocido que está en medio de una crisis. O puede ser un compañero de trabajo o vecino con quién solo mantienes una relación superficial. Pasar tiempo con ellos puede nutrir una nueva amistad y abrir la puerta a conversaciones espirituales. Lee Strobel[1]
*
En un estudio, Thom Rainer descubrió que uno de principales factores que ayudan a una persona no devota a empezar a tener fe en el Señor es una relación personal con un cristiano, con frecuencia un familiar o amigo, con lo cual «no cabe duda de lo importante que es evangelizar de forma personal para acercar a otros al Señor».
Aquí tienen varias ideas que pueden poner en práctica este próximo año para guiar a algún amigo o vecino a Cristo.
Conozcan a la persona con la profundidad que ella permita. Escuchen con atención. Cometemos el error de pensar que para testificar debemos hablar y que nos escuchen. Pregúntenles sobre su vida y escuchen. Hagan preguntas que les permita entender lo que están viviendo. La clave es establecer una conexión. Construyan una amistad sincera basada en el respeto mutuo. Hagan evidente su interés verdadero en el bienestar del otro. Amen a pesar de los errores y flaquezas.
Salgan con sus amistades. Disfruten de estar juntos. Preséntenles a otros cristianos. Que te presenten a sus amigos. Eso es lo que hizo el apóstol Mateo luego de dejar su función de recolector de impuestos para seguir a Jesús. Es evidente que organizó una fiesta e invitó a todos sus colegas y amigos «pecadores». También invitó a Jesús[2].
Vive de manera genuina. Cuando tienes puesta una máscara la gente no logra percibir a Jesús en ti y puede que te invada el temor de hablar de Él por si se te cae la máscara cuando lo haces. Cuando eres transparente y genuino las personas perciben a Jesús a través de ti y tus palabras calan más hondo.
Una de las herramientas más poderosas para testificar que a veces descuidamos es la Biblia. Cuando encuentras a alguien interesado, ofrécele leer la Biblia contigo. Juntarse una vez por semana para leer un capítulo o dos es un buen comienzo.
Sobre todo, ora para que tus amigos se salven. Pídele a Dios que se valga de tu amor y amistad para que se acerquen a Jesús. Una por una, acerca a las personas a Jesús con amor para que uno por uno todos lo conozcan. Woody D. Wilson[3]
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Para convertir a alguien en un discípulo hace falta establecer una conexión personal con él, darle instrucción y orientación, y orar con él y por él. Es preciso dedicarle tiempo, responder a sus preguntas, apacentarlo espiritualmente y mostrarle cómo puede alimentarse por sí mismo.
Para formar un discípulo no hace falta que seas un talentoso maestro de la Biblia o que sepas todo lo habido y por haber acerca de Dios; consiste más bien en que hagas lo que puedas por ayudar a una persona en su vida espiritual. Si bien no todos saben enseñar bien, prácticamente todo el mundo puede comunicar algo de lo que ha aprendido sobre la fe, Dios, el amor, Jesús y la salvación. Puedes dar a alguien una Biblia, un Nuevo Testamento o algo más para leer. Puedes tratar de contestar a sus interrogantes, de explicar lo que has aprendido. Puedes orar con esa persona y de ese modo enseñarle cómo se hace y proporcionarle apoyo espiritual, como sucede cuando dos o tres están congregados en el nombre de Jesús. Peter Amsterdam[4]
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Se puede aprender de Dale Carnegie, autor del libro Cómo ganar amigos e influir a las personas. Lo primero y más importante es demostrarle a alguien que lo amas. La manera de demostrarles esto es interesándote y preocupándote por ellos, y la manera de hacerlo es haciéndoles preguntas sobre ellos mismos y sus vidas.
Descubrirás que —como dice Dale Carnegie— el tema preferido de conversación para la mayoría de las personas es ellos mismos. Como él dijo: «La definición de una persona aburrida es alguien que habla de sí mismo cuando yo quiero habar de mí.»
A veces predican demasiado, dominan toda la conversación, no muestran interés alguno por las personas con que hablan. Les piden que tomen una decisión sobre la salvación sin antes haber averiguado si la persona ya es cristiana. Lo único que te interesa es que tomen una decisión.
Yo solía testificar de casa en casa con un predicador. «¡Toc, toc, toc!» Una señora salía a la puerta. «Amadísima señora, quiero que sepa que las Escrituras dicen esto y esto y lo otro.»
Daba la impresión de que acababa de subir al púlpito y estaba empezando a predicar su sermón. La señora está en pleno lavado de ropa, tiene el niño en un brazo, y este tipo empieza con el sermón. A pesar de lo tonto que yo era, no me podía imaginar qué estaba tratando de hacer ese tipo.
Lo primero que yo hubiera dicho habría sido: «Uy, discúlpenos que hayamos interrumpido su lavado de ropa, y el niño está llorando. No la vamos a molestar ahora. Veo que está muy ocupada.» Nadie tiene tiempo para pararse en la puerta con un niño llorando en un brazo, la lavadora en funcionamiento y quién sabe qué más.
Tienes que tener un poco de consideración, interesarte y preocuparte por las personas y sus problemas. Si de veras tienes la compasión del Espíritu Santo, si tienes el amor de Dios en tu corazón, vas a ser como Jesús.
Hazles preguntas, escucha sus repuestas, averigua la historia de su vida. Quizás lo mejor que puedes hacer por ellos sea ofrecerles con quien hablar, alguien a quien abrir sus corazones.
Todos los siquiatras y sicólogos dicen lo mismo: a las personas les sienta bien contar su historia. Hazles preguntas, pues, y demuéstrales que de verdad estás interesado y muéstrales cariño.
Después que te hayan contado toda su vida, entonces puedes empezar a darles las respuestas a sus problemas: versículos y el amor de Dios. Diles lo que necesitan, cuáles son las soluciones. ¿Pero cómo sabes qué versículo necesitan, qué solución, o qué necesitan, si no escuchas sus problemas ni averiguas sus antecedentes?
Uno no entra en el consultorio de un doctor, se sienta frente a su escritorio y de repente el doctor dice: «Bueno, lo que usted necesita es tal y tal cosa y le voy a dar esta receta, adiós.» Él se sienta, te escucha y averigua cuál es tu problema.
Tú eres médico de almas y tu trabajo es oír al paciente, escuchar sus síntomas e inclusive lo que él cree que lo está molestando. Aunque no tenga la razón, lo escuchas y tratas de oír su punto de vista. Si no prestas atención a sus síntomas, sus problemas y todas estas cosas, ¿cómo vas a darle la receta correcta? David Brandt Berg[5]
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La mayoría de los esfuerzos en la testificación requieren establecer una conexión con las personas y escuchar atentamente sus necesidades. Esto requiere invertir tiempo en una persona o una familia. Ya basta de intentar conquistas express. Nos lanzamos al ataque para conseguir una decisión y olvidamos sus almas. Muchos buscadores y gente interesada se pierden la oportunidad de integrarse a una iglesia porque los atacamos en casa con una testificación agresiva como si fuera con armas automáticas. Es como si dijéramos: «Tengo una gran noticia. Tienes de 5 a 10 minutos para escucharla, entenderla, apreciarla y recibirla. ¿Listo? A continuación cuatro verdades sencillas que debes conocer». Woody D. Wilson[6]
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El apóstol Pablo dijo en 1ª a los Corintios 9:
Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos[7].
Es un principio muy importante y se aplica tanto a las culturas como a cada persona en particular. Lo que quería dar a entender Pablo era que es necesario que los demás puedan identificarse con uno y que hay que entender que cada persona y cada cultura es distinta y que para ganarlas es importante integrarse, reconocer lo que les resulta familiar, lo que tiene importancia para ellas y entablar contacto con ellas en esa esfera de su interés o cultura.
Para llegar al punto de manifestar interés en lo que nos hace diferentes, los demás tienen que reconocer los elementos que tienen en común con uno. Es preciso que sepan que compartimos algunos de los mismos valores, que hemos vivido experiencias similares y que no tenemos aires de superioridad ni estamos desconectados de los asuntos que los preocupan.
Para tener éxito a la hora de dar a conocer el Evangelio, es necesario que las personas se identifiquen con uno. Para transmitir el mensaje a la gente de su ciudad o país, a las personas con las que trabajan, o a sus vecinos y conocidos, es necesario comprender a esas personas, entender su cultura y lo que valoran. Es importante integrarse a la cultura para que los demás sepan que pueden confiar en uno, y una vez que eso ocurra sentirán la seguridad necesaria para aceptar lo que les digan sobre Dios, Su amor y Su Hijo.
Como enseñó David:
No es fácil convencer a la gente de que se la ama si no se hace el menor esfuerzo por aprender su idioma, costumbres, cultura, historia, religión, características, rasgos distintivos de su nacionalidad, etc., todo lo cual forma parte de la esencia de cada pueblo. ¿Cómo vamos a entender cabalmente a esas personas y darles el mensaje de forma efectiva si no mostramos un interés sincero y amoroso en saber quiénes son y cómo son?
Eso siempre ha sido parte del secreto del éxito de todo misionero verdaderamente fiel: un sincero esfuerzo por identificarse con el pueblo, una manifestación verdaderamente generosa del amor de Dios y una forma clara de presentar Su mensaje de un modo que se entienda[8]. Peter Amsterdam[9]
Publicado en Áncora en agosto de 2012. Traducción: Rody Correa Ávila y Antonia López.
[1] The Unexpected Adventure (Zondervan, 2009).
[2] V. Marcos 2:14–17.
[3] The Shadow of Babel (CrossHouse Publishing, 2009).
[4] Publicado por primera vez en enero de 2012.
[5] David Brandt Berg, mayo de 1976, 548 (tomado del PCD 13).
[6] The Shadow of Babel.
[7] 1 Corintios 9:20–22.
[8] David Brandt Berg, publicado por primera vez en marzo de 1973.
[9] Publicado por primera vez en enero de 2012.
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