Decisiones cotidianas
Recopilación
Hay silencio. Es temprano. Mi café está caliente. El cielo todavía está oscuro. El mundo aún duerme. El día está llegando.
En unos momentos amanecerá. Con la salida del sol, habrá ruido por el camino. La quietud de la aurora dará paso al ruido del día. La calma de la soledad será reemplazada por el golpeteo del paso de los humanos. El refugio del alba de la mañana será invadido por las decisiones que se deben tomar y los plazos que se deben cumplir.
En las siguientes doce horas estaré expuesto a las exigencias del día. Ahora debo tomar una decisión. Gracias al Calvario, puedo elegir. Y así lo hago.
Elijo amar. Ninguna ocasión justifica el odio; ninguna injusticia merece dar lugar al resentimiento. Elijo amar. Hoy amaré a Dios y lo que Dios ama.
Elijo el gozo. Invitaré a mi Dios a ser el Dios de las circunstancias. [...] Me negaré a ver un problema como algo menos que una oportunidad de ver a Dios.
Elijo la paz. Viviré perdonado. Perdonaré de modo que pueda vivir.
Elijo la paciencia. Pasaré por alto los inconvenientes del mundo. En vez de maldecir al que toma mi lugar, lo invitaré a hacerlo. En vez de quejarme de que la espera es demasiado larga, daré gracias a Dios porque tengo un momento para orar. En vez de responder con los puños apretados ante nuevas tareas, las enfrentaré con alegría y valor.
Elijo la amabilidad. Seré amable con los pobres, pues están solos. Amable con los ricos, pues tienen miedo. Y amable con los que son poco amables, pues así me ha tratado Dios.
Elijo la bondad. Prescindiré de un dólar antes que tomar uno de manera deshonesta. Me pasarán por alto antes de que yo alardee. Confesaré antes de que yo acuse. Elijo la bondad.
Elijo la fidelidad. Hoy cumpliré Mis promesas. Mis deudores no se arrepentirán de haber confiado. Mis colegas no dudarán de mi palabra. […]
Elijo la benignidad. Nada se gana por la fuerza. Elijo ser tierno. Si alzo la voz, que sea solo para alabar. Si tengo las manos cerradas, que sea solo en oración. Si exijo, que sea solo para exigirme a mí mismo.
Elijo el dominio propio. Me embriagaré solo de alegría. Solo mi fe me apasionará. Solo Dios influirá en mí. Solo Cristo me enseñará. Elijo el dominio propio.
Amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, benignidad y dominio propio. A eso me comprometo en el día. Si tengo éxito, daré gracias. Si fallo, buscaré Su gracia.
Y luego, cuando termine este día, pondré la cabeza sobre la almohada y descansaré. Max Lucado
Elegir la amabilidad
Me iría a las profundidades cien veces a fin de animar a un espíritu abatido. Me hizo bien haber sido afligido, a fin de que sepa decir una palabra apropiada a alguien que esté cansado. Charles Spurgeon
*
La Madre Teresa comentó en una ocasión: «Las palabras amables pueden ser cortas y fáciles de decir, pero sus ecos son realmente infinitos». ¡Muy cierto! Unas cuantas palabras, enunciadas por personas sencillas, pero llenas de amor y del Espíritu del Señor, pueden repercutir de forma tangible e impactante en la vida de aquellos a quienes fueron dirigidas.
Hay tantas situaciones en las que, si nos detenemos y reflexionamos en ello, podemos pronunciar palabras sencillas, corteses, que causen impacto en los demás. Resulta útil pensar con un poco de anticipación lo que podemos decir a las personas con las que nos encontramos a fin de animarlas e infundir esperanza y fe en la bondad de Dios.
Unas pocas palabras afectuosas pueden tener un gran efecto. Lo que me impresiona es que las palabras que emitimos —que parecen decirse con naturalidad, que son muy comunes, exiguas, insignificantes y a menudo poco elegantes— pueden de hecho tener un valor incalculable y ser de gran consecuencia para quien —o quienes— se dirigen.
Lo que nos parece muy poca cosa puede ser alimento para un alma hambrienta, o agua para un hombre que se muere de sed. Lo que damos que nos cuesta muy poco y parece muy pequeño en el orden del universo, para otra persona puede significarlo todo. María Fontaine
Elegir la alegría
«Estén siempre contentos. Oren en todo momento. Den gracias a Dios por todo, porque esto es lo que Él quiere de ustedes como creyentes en Cristo Jesús»[1].
La alegría no es opcional. Es una parte esencial de ser cristianos. Dios nos creó para regocijarnos. ¡Incluso lo mandó! Asimismo, Dios nos dice cuál debe ser el objeto de nuestra alegría: la bondad de Dios que ha dado salvación a nuestra alma y que nos da esperanza.
Verás, la alegría no es la ausencia de tristeza. De hecho, 1 Tesalonicenses 5:16 nos dice que siempre estemos gozosos. La alegría no es una sensación que dependa de nuestras circunstancias. Es una respuesta a la bondad de Dios y nuestra salvación eterna. […]
Sé que deshacerse de la ansiedad no siempre es una meta realista. Lamentablemente, el estrés y la ansiedad son parte de la experiencia humana, porque vivimos en un mundo quebrantado por el pecado. Aunque es posible que no podamos deshacernos completamente de la ansiedad, podemos aprender a combatirla al elegir la alegría incluso cuando no nos apetece.
No sé lo que te pasa a ti, pero cuando tengo ansiedad, mi primera reacción es decir: «Dios, no estoy feliz en absoluto. Me siento indefensa. Quiero sentir lástima de mí misma». Y esa clase de razonamiento erróneo perpetúa la sensación y pensamientos negativos en mi mente. […]
A medida que maduramos en nuestra fe, nos damos cuenta de que la vida no se trata de lo que queremos o cómo nos sentimos. Nuestro propósito es someternos al señorío de Cristo e invitarlo a conformar la manera en que vivimos cotidianamente. Incluso cuando no sea fácil. En particular cuando no es fácil.
Entonces, ¿qué hacemos cuando nos atormentan los pensamientos de ansiedad? Empezamos a llevar cautivos esos pensamientos y hacemos que obedezcan a Cristo[2]. Lo hacemos al reconocer cómo nos sentimos y luego lo entregamos a Dios. Se lo damos de nuevo a Él y le permitimos que esté al mando, ¡lo que nos quita de encima una carga enorme! […]
Al compararse a Sí mismo con una vid y a los discípulos con ramas, Jesús nos recordó que debemos permanecer en Él para recibir alimento y fuerza, y para nuestra supervivencia. «El que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer. […] En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son Mis discípulos»[3].
Sin los nutrientes de la vid, una rama no puede dar fruto. En los seguidores de Jesús, uno de esos frutos es el gozo. Permanece en Él y podrás llenarte de Su alegría.
Aunque cambie el mundo que nos rodea y nada esté prometido en este mundo temporal, nuestro Dios nunca cambia. Y en eso podemos hallar alegría.
«Todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos. Él nunca cambia ni varía como una sombra en movimiento»[4]. Kaleigha Jae[5]
Las decisiones que definen
Es fácil pensar que tu vida se define por lo que te pasa. Sin embargo, la verdad es que tu vida se define por las decisiones que tomas.
Es innegable que siempre suceden cosas malas. Vivimos en un mundo quebrantado. No siempre eliges lo correcto. Otras personas no siempre eligen lo correcto. Todos somos heridos.
No obstante, lo que te sucede no es tan importante como la manera en que decides responder. Algunas personas se desarrollan por medio de las situaciones difíciles. A otras las quebrantan. Para algunos, una mala experiencia es un escollo. Para otros, es un peldaño.
Si dos personas pasan por el mismo dolor, es posible que una tenga éxito y que la otra fracase. ¿Por qué? Por las decisiones que tomen.
No puedes controlar muchas de las circunstancias de tu vida, pero sí puedes controlar cómo decides responder. Puedes elegir que las cosas te conviertan en una persona amargada, o en mejor persona.
Las decisiones que tomes hoy determinan lo que serás mañana. […] Las personas prudentes siempre preguntan: ¿Qué necesito hacer hoy para llegar a donde necesito estar mañana?
El libro de Deuteronomio nos dice que Dios le dijo a Su pueblo que decidiera, que si lo obedecía, entonces viviría, tendría éxito y sería poderoso[6]. Los hijos de Israel decidirían, y luego sus decisiones determinarían lo que llegarían a ser.
En tu caso es lo mismo. A diario Dios pone delante de ti las decisiones. Lo que decidas determina en qué persona te convertirás. Rick Warren[7]
Publicado en Áncora en julio de 2021.
[1] 1 Tesalonicenses 5:16-18 (DHH).
[2] 2 Corintios 10:5.
[3] Juan 15:5, 8 (NBLA).
[4] Santiago 1:17 (NTV).
[5] https://livingbydesign.org/choosing-joy.
[6] Deuteronomio 30:16.
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