Cuando todo se detiene
Iris Richard
Cuando una pandemia entra en nuestra vida, cuando todo a nuestro alrededor se convierte en un estado de incertidumbre y caos, es natural sucumbir al temor, la ansiedad y la preocupación. Aunque de alguna manera nos afecta a todos, algunos se ven afectados por situaciones más graves, enfrentan aislamiento, soledad, dificultades económicas, enfermedad e incluso la muerte. Es difícil enfrentar circunstancias como esas y una nube de emociones negativas —como desesperación, desesperanza y temor al futuro— puede instalarse sobre nosotros como si fuera un manto oscuro.
Las preguntas nos acosan. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que salgamos de esa incertidumbre? ¿Qué traerá el mañana? ¿Cómo sobreviviremos? Los titulares de prensa causan temor y preocupación de infectarse, y perder seres queridos puede aumentar la sensación de impotencia. La amenaza de perder nuestro empleo puede ser muy real, y podemos encontrarnos en medio de una confusión que amenace con vencernos. Somos humanos, así que parece lógico que nuestro corazón sufra y que vacile nuestra fe cuando observamos el impacto que el COVID-19 trae consigo.
Queremos saber qué podemos hacer en respuesta a las circunstancias alarmantes que ocurren a nuestro alrededor. Cómo podemos reaccionar cuando tratar de mantener una actitud positiva no es suficiente.
No dejar de orar
«La oración es la mejor arma de los cristianos». Billy Graham
Los creyentes miramos hacia arriba. Por medio de la oración acudimos a Dios y confiamos en Su soberanía. Las Escrituras nos dicen que la oración es uno de nuestros recursos más eficaces. Cuando te quedes sin palabras, o cuando te parezca que tocas a la puerta de Dios con la misma oración día tras día, pide al Espíritu de Dios que te ayude. La Biblia nos dice que el Espíritu Santo es un intercesor nuestro y clama a Dios por nosotros[1].
Sumérgete en la Palabra de Dios
«Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos. » «El nombre del Señor es torre fuerte, a ella corre el justo y está a salvo». Salmo 46:1-2, Proverbios 18:10 (NBLA)
Cuando te parece que te duele en el alma que te lleguen noticias de catástrofes, propagación de enfermedad y muerte, puedes hallar un refugio en la Palabra de Dios
Don de la esperanza
«Confiar en la fidelidad de Dios puede disipar nuestro temor». Leslie Koh
Dios no solo cumplirá Sus promesas en el momento en que le parezca más oportuno, sino que también nos sostendrá. Esa fue la misma esperanza que tuvo el pueblo de Dios mientras esperaba que el Señor terminara de llevar a cabo Su plan, que librara a Su pueblo de sus enemigos, que enjugará sus lágrimas y que quitara su desgracia[2]. Entretanto, Dios dio a Su pueblo refugio mientras esperaba. Lo consoló cuando se encontraba en medio de esas terribles experiencias, le dio fuerzas para resistir y le aseguró que Él lo apoyaba. Esa es la promesa que tenemos de Su protección, consuelo, fuerzas y amparo en nuestra vida.
Cuida tu corazón
«El dolor puede matar a una persona emocional y físicamente. Si no se contrarresta con la fuerza y el poder de Dios, nuestro aspecto más vulnerable puede debilitarnos». Billy Graham
Aunque es importante mantenerse informados sobre los últimos acontecimientos, en particular en época de crisis, el exceso de información y las constantes imágenes muy gráficas de acontecimientos trágicos que se ven en la televisión o en las redes sociales pueden tener una influencia negativa. Es importante reconocer que esos datos pueden dejar una impresión duradera que nos afecte física, emocional y espiritualmente.
Preocuparse por los demás
«Lleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo». Gálatas 6:2 (NBLA)
Al echar una mano puedes apoyar a quienes hayan sufrido una pérdida o que pasen por una crisis personal: llamar por teléfono, enviar un mensaje por correo electrónico, hacer compras para alguien que no puede hacerlo, prestar un oído atento. Mira a tu alrededor y busca formas de ser una bendición. Incluso una sonrisa, un comentario cordial, un pequeño acto de bondad o mostrar camaradería, puede llegar lejos en lo que respecta a alegrar a un alma solitaria.
Compartir lo que tienes
«La abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra». 2 Corintios 8:14 (RVR 1995)
Cuando todos se apresuren a comprar provisiones y a almacenar artículos necesarios, nos podemos abstener de tomar el último artículo de un estante en el supermercado y dejar que alguien más lo tome. Aunque compartir con los demás sea lo último que está en la lista de cosas por hacer durante una crisis, con frecuencia somos bendecidos por medio de un acto de generosidad o al dar de lo que tenemos, como se resalta muy bien en una oración muy conocida y atribuida a San Francisco:
Señor, haz de mí un instrumento de Tu paz.
Donde hay odio,
que yo lleve el amor.
Donde hay ofensa,
que yo lleve el perdón.
Donde hay discordia,
que yo lleve la unión.
Donde hay duda,
que yo lleve la fe.
Donde hay error,
que yo lleve la verdad.
Donde hay desespero,
que yo lleve la esperanza.
Donde hay tinieblas,
que yo lleve la luz.
Donde hay tristeza,
que yo lleve la alegría.
Oh Maestro, que yo no busque tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido
como comprender;
ser amado como amar;
porque es dando
como se recibe,
olvidándose
como uno se encuentra,
perdonando
como se alcanza el perdón,
y muriendo como se resucita
a la vida eterna.
Amén.
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