Ciudad de refugio
Recopilación
«Para que por estas dos cosas que no cambian, y en las que Dios no puede mentir, tengamos un sólido consuelo los que buscamos refugio y nos aferramos a la esperanza que se nos ha propuesto.» Hebreos 6:18[1]
Hace poco un amigo me contó que, en la Biblia, Moisés designó ciudades de refugio para criminales, específicamente para aquellos que habían matado accidentalmente a alguien[2]. Quedé intrigada al escuchar sobre las ciudades de refugio y decidí leer al respecto.
En el Antiguo Testamento, seis ciudades estuvieron al mando de la tribu de los Levitas y se designaron como ciudades de refugio. El propio Moisés estableció tres de aquellas ciudades: Beser, Ramot y Golán[3]. Posteriormente Josué estableció tres más: Cedes, Siquem y Hebrón[4]. Las ciudades eran de fácil acceso para toda la gente y se reservaron como lugares seguros.
El propósito de aquellas ciudades era que toda persona que fuera hallada culpable de un homicidio involuntario pudiera huir a una ciudad de refugio y recibir asilo. En Deuteronomio 19:5 Dios da un ejemplo de un tipo de situación que podría entrar en esa cláusula. Dice: «Como el que fuere con su prójimo al monte a cortar leña, y al dar su mano el golpe con el hacha para cortar algún leño, saltare el hierro del cabo, y diere contra su prójimo y éste muriere; aquel huirá a una de estas ciudades y vivirá»[5]. Estas seis ciudades levíticas funcionaban como zonas seguras o zonas neutrales, para proteger al infractor de alguien que pudiera buscarlo con el fin de vengarse.
Las ciudades de refugio proporcionaban a los acusados la oportunidad de tener un juicio justo, un lugar donde, de probarse su inocencia, podían empezar de nuevo. Hasta el comercio de la ciudad estaba regulado de tal manera que impedía que la gente equivocada encontrara fugitivos y tomara venganza. Para recibir asilo el homicida tenía que dejarlo todo... su trabajo, su casa, sus posesiones y huir lo más rápido posible a la ciudad de refugio más cercana y presentarse en la entrada. Al llegar, tenía que admitir que había cometido un crimen y luego abandonarse a la misericordia de la ciudad.
Mientras leía acerca de las ciudades de refugio, pensé en la salvación y que se podría comparar a una ciudad de refugio, un lugar adonde pueden acudir los pecadores y hallar seguridad y perdón. Claro que las ciudades de refugio descritas en la Biblia eran solo para personas que hubieran cometido un cierto tipo de delito, mientras que la salvación está a disposición de todos, sin importar el delito, pecado o maldad que hayan cometido. La comparación entre las dos no es idéntica, pero me ayudó a ver la hermosura de la salvación desde un nuevo punto de vista.
Un versículo que me viene a la mente es Proverbios 18:10: «Torre fuerte es el nombre del Señor». Una torre a la que podemos acudir y estar a salvo. Por medio de la salvación, Jesús nos ha provisto de una torre fuerte, una ciudad de refugio, donde podemos hallar perdón y un nuevo comenzar, una vida completamente nueva. Sin embargo, es una elección que cada uno tenemos que hacer entre permanecer en nuestro actual estado en el cual cargamos con el peso y vergüenza de nuestro pecado o acudir a la ciudad de refugio que nos ha prometido Jesús, donde nos podemos abandonar a Su misericordia, confesar nuestros pecados y recibir Su perdón.
Ya sea que nuestros pecados se ciernan amenazantes sobre nosotros o parezcan bastante insignificantes y de poca monta, el pecado sigue siendo pecado. Cuando pecamos, merecemos castigo. Pablo dijo que la paga del pecado es la muerte, pero la dádiva de Dios vence por completo a la muerte mediante la promesa de vida eterna[6]. Jesús se interpone entre nosotros y el castigo que nos merecemos. Se pone en medio para interceder por nosotros.
En Su amor, Dios ha provisto una forma en que podamos ser salvos y obtener perdón, y una vez que hayamos elegido acudir a Su ciudad de refugio, abrir nuestra vida a Su dádiva de salvación, estaremos a salvo y seguros para siempre. Una vez dentro, dentro para siempre. El rey David dijo en el Salmo 62:2: «Solo Él es mi roca y mi salvación; Él es mi protector. ¡Jamás habré de caer!»[7]
Este cuadro de la salvación como si fuera una ciudad de refugio también da para pensar cuando se trata de nuestra testificación a los demás. Jesús ha hecho una ciudad de refugio para todos por medio de la salvación y Él quiere que tengan conocimiento de ello, a fin de ofrecerles protección y vida eterna. Cuando le hablamos a alguien acerca de Jesús y Su amor, en esencia lo que hacemos es conducirlos a esta hermosa y protegida ciudad de refugio a través de la puerta de la salvación. Ya sea que entren o no depende por completo de ellos. Es su decisión. Nuestra tarea es hacerles ver, pero la suya es decidir.
Pero imagínate el gozo que sentirán una vez que decidan entrar y vivir en la ciudad de refugio de la salvación. Piensa en el perdón que experimentarán y en el increíble alivio que sentirán al llegar a comprender que todos los registros de sus errores y pecados han sido borrados por el sacrificio de Jesús y son libres para empezar una vida nueva con una nueva perspectiva y propósito. Marie Story
El camino
Las ciudades de refugio fueron edificadas en la tierra de Canaán para que cualquiera pudiera llegar a una luego de caminar medio día, como máximo. De manera similar, el Evangelio está siempre cerca de nosotros. El camino a Jesús es corto. Solo tenemos que renunciar a nuestro propio mérito y aferrarnos a Él como nuestro «todo en todos»[8].
La Palabra de Dios dice que los caminos a las ciudades de refugio se mantenían en perfecto estado. Cada río era cruzado por un puente y cada obstáculo era retirado, de manera que quienes huían no encontraran estorbos. Todos los años, los líderes del pueblo de Israel examinaban los caminos para asegurarse de que nada impidiera que alguien pudiera huir en busca de refugio, para que sus perseguidores no lo alcanzaran y asesinaran. De la misma manera, las promesas en el Evangelio eliminan los obstáculos en el camino de los pecadores.
Frente a las intersecciones y bifurcaciones en el camino se erigían señales que indicaban la dirección hacia la ciudad de refugio. Esto no es más que un presagio del camino a Cristo. No es un laberinto de caminos de cumplir la ley, exigiendo obediencia en un sinfín de cosas, sino un camino directo. ¡Cree y vive! Es un camino tan […] fácil que todo el que admita ser pecador puede encontrar sin problema el camino al Cielo.
En cuanto un homicida alcanzaba las afueras de una ciudad de refugio, estaba a salvo. Ni siquiera tenía que atravesar las puertas de la ciudad. De la misma manera que las afueras de la ciudad ofrecían suficiente protección, solo tocar «el borde del manto [de Cristo]»[9] nos restaura. Aferrarnos a Él con fe «como un grano de mostaza»[10] basta para ofrecernos protección.
«Un poco de gracia genuina es suficiente
para llevarse todos nuestros pecados.»
El nombramiento divino era lo único que hacía seguras las ciudades de refugio. De igual manera, Jesucristo es el camino a la salvación por nombramiento divino. Cualquiera de nosotros que se aparte lo más rápido posible del pecado y corra a Cristo, estando convencido de su culpa, y auxiliado por el Espíritu de Dios para recorrer ese camino, encontrará, sin lugar a dudas, seguridad absoluta y eterna. La maldición de la ley no podrá tocarlo, Satanás no podrá lastimarlo, la venganza no llegará a su puerta, porque la asignación divina, más fuerte que portones de hierro o bronce, protege a cada uno de los que «huyen en pos de refugio para abandonarse a la esperanza puesta ante nosotros» en el Evangelio. Charles Spurgeon
Jesús es nuestro refugio
Cuando las tribus de Israel se adentraron en la Tierra Prometida, Dios dividió esa región entre todas ellas. Menos una: los Levitas. Los Levitas eran sacerdotes y mediaban entre los israelitas y Dios, por lo que recibieron cuarenta y ocho ciudades en los territorios de las otras tribus en la Tierra Prometida[11]. Las ciudades de refugio eran seis de esas cuarenta y ocho ciudades. […] Los Levitas fueron asignados por Dios para mediar entre Él y Su pueblo, así que tenían las herramientas necesarias para mediar en asuntos legales y proteger a quienes buscaban refugio.
Las ciudades de refugio presagiaron el plan de salvación de Dios mediante Jesucristo. Al reconocer su culpa, el pecador encuentra refugio en Jesús. Salmo 34:22 dice: «El Señor rescata el alma de Sus siervos; no serán condenados los que en Él confían». Cuando el pecador se acerca a Dios y se abandona a Su perdón, encuentra libertad de la latente amenaza de muerte eterna. La segunda epístola a los Corintios 5:19 y 21 dice: «En Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados […] para que en Él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios». El sacrificio de Jesús en la cruz nos protege de la muerte eterna, siempre que busquemos refugio en Él. Tomado de compellingtruth.org[12]
Publicado en Áncora en octubre de 2020.
[1] RVC.
[2] Deuteronomio 19:1-5.
[3] Deuteronomio 4:41-43.
[4] Josué 20.
[5] RVR1960.
[6] Romanos 6:23.
[7] NVI.
[8] 1 Corintios 15:28.
[9] Mateo 9:20.
[10] Mateo 17:20.
[11] Números 35:7-8.
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