Bálsamo de Dios en momentos de profunda pena
María Fontaine
Te saludo con mucho cariño. Se me desgarra el corazón juntamente contigo en este tiempo de tu profunda pena. Lloro junto contigo. Sufro contigo en este tiempo de pérdida. En momentos como estos, a veces no podemos hacer otra cosa que clamar a Jesús para que nos consuele en el sufrimiento y nos dé fuerzas para seguir adelante un día más. Pido al Señor que aun en medio del dolor puedas conocer Su paz. Es muy difícil perder a alguien a quien amamos en esta Tierra. También yo he tenido esa experiencia, y sé lo que es percatarse, de un momento a otro, de que las cosas nunca volverán a ser como antes.
En algunos casos no tenemos oportunidad de despedirnos de un ser querido ni de pedirle perdón por las maneras en que tal vez lo decepcionamos. Anhelamos otra oportunidad de echarle los brazos al cuello para darle cariño y expresarle lo mucho que lo amamos y lo que significaba para nosotros. Es posible que sintamos condenación o remordimiento cuando perdemos a un ser querido. O deseamos haber hecho las cosas de otra manera, o mejor. En esos momentos de necesidad es cuando hace falta recibir la abundante gracia del Señor, Su paz que sobrepasa todo entendimiento y las fuerzas que nos da para seguir, y confiar en que llegarán tiempos mejores.
En tiempos de profunda pena y pérdida, lo más importante que podemos hacer es acudir a Jesús y a Su Palabra en busca de consuelo. Asimismo, podemos orar por los que pasan por esos momentos y buscar para ellos el consuelo que ofrece Dios. Podemos pedir al Señor que a pesar de la pérdida, a pesar de las lágrimas y del desconsuelo y de los interrogantes, ellos puedan sentir Su paz y amor.
Lo más importante para tener presente en momentos de profunda pena es que el Señor te ama. Por muy dolorosa que sea la pérdida, la confusión, y lo intenso del dolor, aférrate a la certeza de que Dios te ama. Su amor es infinito, infalible, inmutable.
Pase lo que pase en esta vida, por muchas que sean las tinieblas, por feroz que se vuelva la batalla, por oscuro que esté el túnel, por prolongado que sea el sufrimiento, ¡Jesús te ama! Te manifiesta Su gran amor. No es parco con Su amor. No lo escatima dándonos un poquito por aquí y otro poco por allá a medida que nos lo ganamos, y luego deja de prodigar Su amor si no somos lo bastante buenos, o si cometemos errores, si no oramos mucho, o nos falta dedicación. ¡El Señor siempre nos da Su amor de buen grado y a manos llenas! Jamás de los jamases deja de dárnoslo. Nunca nos da la espalda. En ningún momento cierra los ojos o los oídos a nuestro clamor y a nuestra necesidad.
Cuando más angustiado te sientas y más sombría te parezca la situación, cuando más confundido estés y casi ni sepas cómo orar, el Señor te dará Su amor con mayor abundancia todavía, no en menor medida. La Biblia dice que el Espíritu intercederá a favor nuestro en esos momentos «con gemidos indecibles» (Romanos 8:26,27). No solo eso, ¡sino que el mismo Jesús también intercede por nosotros! (Romanos 8:34.)
Él quiere llevarse el dolor, enjugar las lágrimas y consolar tu corazón quebrantado. Pero lo único que podrá sanar tu corazón será tu fe y confianza en el amor del Señor, y el conocimiento de que a lo largo de años de experiencia Él nunca te ha fallado, que todo lo hace bien (Marcos 7:37), y que es cierto que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan para bien (Romanos 8:28). Y tú amas al Señor.
De modo que, por difícil que sea pasar por esos momentos de profunda pena y pérdida, puedes tener la certeza de que hasta esta experiencia redundará en bien. Apóyate en la seguridad de que Jesús te ama muchísimo y de que no te ha abandonado en tu tiempo de profunda pena. Aunque no sientas ni veas Su amor, por fe sabes que Él está contigo; y aférrate a Sus promesas.
Únicamente tu fe en el amor de Dios podrá sofocar el fuego de la aflicción. Ahora quizá te parezca que esta pérdida es una señal del descontento de Dios; o tal vez estés lleno de remordimientos por lo que no se hizo o las palabras que no se pronunciaron. En esta vida, no podrás decir a tu ser querido todo lo que desearías haberle dicho. Tampoco podrás besarlo, abrazarlo o dedicarle más tiempo, como tal vez quisieras haberlo hecho.
Pero no debes preocuparte por todo lo que no pudiste hacer, por tus fallos, tus imperfecciones. No es necesario que hagamos penitencia por nuestros errores e insuficiencias y por las cosas que desearíamos haber hecho mejor o de otra manera. No hace falta que suframos; no hace falta que soportemos condenación, remordimiento y pesar. Tenemos la opción de encontrar la paz del Señor en el perdón y amor que nos da en Su promesa de que todo redundará en bien para los que lo aman. «¡Sorbida es la muerte en victoria!» (1 Corintios 15:54).
Cuando estamos abrumados con sentimientos de culpa o condenación, ¡eso evita que hagamos hincapié en los buenos recuerdos y bendiciones! Al recordar lo que ya ocurrió, puede invadirnos el pesar por las veces en que fallamos. En cambio, cuando nos negamos a pensar en otros tiempos y nos concentramos en el presente y en el halagüeño porvenir que nos espera, podemos sentir la seguridad de que Jesús nos ama. Nuestros seres queridos querrían que continuáramos viviendo con fe, ¡con la vista en el esperanzador futuro que tenemos por delante!
Su Palabra nos dice que «no hay condenación para los que están en Cristo Jesús. […] Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte» (Romanos 8:1,2). ¡Es una magnífica promesa!
El pasado quedó atrás, se acabó y hemos sido perdonados; y no debemos centrar la atención en él si vamos a seguir adelante con fe. Nuestras faltas han sido borradas y nuestros seres queridos que ahora están en el Cielo nos han perdonado todo fallo. Ellos lo comprenden. Gracias a Dios, esta separación no durará mucho tiempo. Será por un momento, tras el cual volveremos a reunirnos para siempre jamás. ¡No volveremos a separarnos, ni a sentir tan gran pérdida y dolor!
A pesar del dolor que sentimos en estos momentos, ¡Dios nos ha bendecido en abundancia porque tenemos conocimiento y esperanza en el Señor y en el Cielo! De modo que aunque para nosotros haya supuesto una gran pérdida y una profunda pena, es poca cosa si se compara con lo que pierden quienes no conocen a Jesús. No tienen consolación duradera, ni nada que los conforte. No tienen esperanza de volver a ver jamás a sus seres queridos y estar con ellos. En cambio, nosotros tenemos la bendición de conocer la verdad de la Biblia y no tenemos que entristecernos como los «que no tienen esperanza» (1 Tesalonicenses 4:13). Esta separación es momentánea; y después olvidaremos el dolor y las lágrimas.
Amado Jesús: Gracias, magnífico Salvador y Pastor, por Tus promesas de consuelo que necesitamos con urgencia y que apreciamos muchísimo. Eres «nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmo 46:1). Gracias por darnos esperanza para el futuro, fuerzas para seguir adelante cuando pasamos por una profunda pena y pérdida, y la confianza de saber que nuestros seres queridos están a salvo en Tus brazos. Ayúdanos a confiar en Tus preciosas promesas y a mirar el futuro con fe, sabiendo que Tú llenarás todo vacío que sintamos, tal como has prometido en Tu Palabra.
Publicado por primera vez en julio de 1995. Adaptado y publicado de nuevo en septiembre de 2023.
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