Aceptar el cambio
Peter Amsterdam
Cuando te encuentras en una situación de mucho movimiento o mucho cambio, eso puede dar origen a la incertidumbre, la inquietud, incluso algo de temor, preocupación o desaliento, al pensar en cómo saldrás adelante y qué depara el porvenir.
Confiar en el Señor y obedecerlo no garantiza que los cambios serán fáciles, ni que las dificultades o emociones complicadas pasarán rápidamente, pero sí significa que permites que Dios se manifieste en tu vida y en tus circunstancias y que te colocas en una situación en que puede llevarte a lo nuevo, a un futuro exitoso.
La transición en estas nuevas situaciones puede ser parte del plan del Señor para colocarnos a cada uno donde quiere que estemos, listos para lo que nos tenga reservado. Aunque pueda ser difícil de aceptar, si el Señor te pide que cambies algo, o si le pide a alguien que efectúe un cambio que te afecte, es posible que sea Su manera de decir que, en cierto modo, tiene algo nuevo, algo mejor para ti. El cambio en tu situación traerá nuevos desafíos y, por lo tanto, la posibilidad de crecimiento personal. Es posible que la nueva situación en la que te encuentras te ayude a crear un vacío para las posibilidades futuras que no llegarían si el cambio no hubiera ocurrido.
La nueva situación abre camino para que el Señor actúe en tu vida de manera nueva. Es posible que no veas de inmediato los efectos positivos del nuevo curso que toma tu vida o tu trabajo. De hecho, en este momento puede no parecer positivo. Pero cuando el cambio te empuja hacia un nuevo camino, puede conducir a una nueva experiencia, crecimiento y fruto que serían inalcanzables en el camino trillado de tu pasado.
Aceptar el cambio te pone en situación de responder a oportunidades futuras: oportunidades que se hacen posibles porque tienes fe para dejar que algo se vaya y hacer espacio para lo que Dios te indique. Para cambiar hace falta fe. Tienes que luchar contra el temor y la incertidumbre. Puede ser muy intenso. Pero bien vale la pena la lucha a fin de descubrir lo que Dios te tiene deparado. Recuerda que, aunque andamos por fe, ¡el Señor anda por vista! Así pues, pon tu mano en la mano de Dios y permítele que te guíe, paso a paso, hacia tu futuro.
Incluso si da la impresión de que se avanza con lentitud y que tal vez ahora mismo la situación no parezca muy prometedora, el Señor tiene un plan en lo que permite que ocurra a cada uno de nosotros. A medida que entres a nuevas situaciones, que sigas lo que el Señor ponga en tu corazón, lo que Él te pida, es muy probable que empieces a ver con otros ojos el mundo que te rodea, desde una perspectiva distinta; que tengas una mejor comprensión de tu pasado, tu presente e incluso de lo que el futuro tenga para ti.
Al mudarte a una nueva ciudad o país, es probable que tu situación te obligue a hacer nuevas amistades y crear nuevas redes sociales. A veces quizá sientas soledad, si estás muy lejos de otros seres queridos y amigos, pero tal vez llegues a ver que muy bien puede ser una oportunidad para que influyas en la vida de otros. Asimismo, verás que podrás aprender de aquellos con quienes entables comunicación. Hará que las personas con las que trabajas o que ves a diario se identifiquen mejor contigo.
Te fortalecerás con las luchas que tal vez enfrentes debido a los cambios, si continúas en la dirección que te indica Jesús. Aferrarte a Él hace que se fortalezcan tus músculos espirituales.
En épocas de gran cambio, es tranquilizador saber que nuestro gran Pastor vela y cuida de ti. Creo que Él creará situaciones en las que planea valerse de ti para llegar a otros, cualquiera que sea la situación en que te encuentres. Quiero ver el futuro como un misterio que va descubriéndose, como un paquete de sorpresas que se desenvuelven una por una, en cada etapa del viaje, a medida que aprendes más de ti, de lo puedes llegar a ser y del plan que Dios tiene para ti.
Creo que un día cada uno de nosotros miraremos atrás con felicidad, cuando veamos que los pasos pequeños y tambaleantes que hemos dado en el camino de nuestra vida se hayan transformado en un paso firme y confiado. Eso llega con la experiencia y, claro, apoyándose en Jesús. Proviene de una actitud positiva, de alabanza, que nos asegura que lo que el Señor ha comenzado, no dejará de perfeccionarlo[1].
A mi juicio —sabiendo que nada es imposible para el Señor y que Jesús y nosotros podemos encargarnos de lo que sea que nos llegue—, podremos enfrentar todo desafío con fe, gracia y optimismo. No solo nuestra vida puede transformarse de diversas formas por medio de los cambios que el Señor ponga en nuestro camino, sino que quizás cobren vida y aumenten las que ahora sean características y cualidades parcialmente latentes en nuestro interior. Cada uno de nosotros es una obra en progreso, y lo que parece tener poco valor para nosotros hoy tal vez mañana sea un tesoro muy valioso.
Hay un propósito en lo que hoy le ocurre a cada uno de nosotros, hay un significado en cada oportunidad que el Señor nos ofrece, y una razón para cada cambio y nuevo paso que damos. Por lo visto, el Señor nos anima a efectuar los cambios necesarios, de modo que seamos testigos más eficaces de lo que hemos sido, que lleguemos a la vida de muchos. El Señor dijo que Sus seguidores son como la sal de la tierra[2] y, dijo en profecía: «Los espolvoreo [a ustedes] generosamente sobre todas las naciones para que hagan resaltar el sabor de Mi amor dondequiera que vayan»[3].
Si sientes temor o inquietud por los cambios en los que te encuentras, o si te identificas con algunas de las cosas de las que hablé en el presente artículo, anímate. Acepta los cambios que el Señor pone en tu camino, con la certeza de que Él está contigo y que quiere revelarte cómo llevar fruto y ser un testigo en toda circunstancia en que te encuentres. Si quieres complacerlo, si quieres dar testimonio lo mejor que te resulte posible y quieres divulgar Su amor donde sea que te encuentres, el Señor te guiará y contestará tus oraciones.
Puedes confiar en el Señor y tener la tranquilidad de que «tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: “Éste es el camino; síguelo”»[4], y esa voz no te fallará. Eso no es optimismo; ¡es la promesa del Señor!
Artículo publicado por primera vez en septiembre de 2010. Texto adaptado y publicado de nuevo en mayo de 2015.
[1] Filipenses 1:6.
[2] Mateo 5:13.
[3] Jesús, hablando en profecía. Artículo publicado por primera vez en junio de 1997.
[4] Isaías 30:21 NVI.
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