Vencer el temor con fe
Tesoros
[Overcoming Fear with Faith]
«No tengas miedo, porque he pagado tu rescate; te he llamado por tu nombre; eres Mío. Cuando pases por aguas profundas, Yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás. Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemarás; las llamas no te consumirán. Isaías 43:1,2
Frases que nos exhortan a no temer aparecen más de 70 veces en la Biblia. La frecuencia de esas expresiones indica que deberíamos esperar que en la vida cotidiana habrá circunstancias que pueden generar temor, ansiedad y preocupación. En cambio, las frases que nos exhortan a tener fe aparecen más de 400 veces en la Biblia. Los cristianos somos llamados a vivir por fe, y nos ha sido entregado poder y las promesas que se encuentran en la Biblia para ayudarnos a superar el temor por medio de la fe.
La Biblia hace referencia a dos clases de temor. El primero es el temor de Dios, que representa veneración y adoración apropiada hacia el poder y gloria de Dios, y una comprensión y respeto a Su soberanía. La Biblia nos enseña que «el principio de la sabiduría es el temor del Señor, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia» (Proverbios 9:10). Una parte de nuestro amor hacia Dios debería ser un sano respeto por Él, como un hijo respeta a su padre. Temer a Dios es una forma de adoración a Dios, de veneración, y darle el respeto que merece. «Teme a Dios y obedece Sus mandatos, porque ese es el deber que tenemos todos» (Eclesiastés 12:13).
La Biblia nos dice que evitemos la segunda clase de temor, que se refiere a un estado de ansiedad, terror o alarma. Cuando la Biblia nos dice que no temamos, que no tengamos miedo, nos dice que no permitamos que el temor, la ansiedad o inquietud gobiernen nuestra vida ni que echen raíces en nuestro corazón. El pueblo de Dios es llamado a ser un pueblo de fe. «No nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7). «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor» (1 Juan 4:18).
Sin embargo, en esta vida a veces tenemos temor y ansiedad, y para superarlos debemos seguir confiando en Dios, a medida que nos apoyamos en Sus promesas que se encuentran en Su Palabra. Cuando entendemos que nuestro Padre celestial nos ama tanto que dio a Su único Hijo para nuestra redención (Juan 3:16), sabemos que nos va a cuidar y que también se encargará de todo lo que tiene que ver con nosotros. Su Palabra dice: «No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que Él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6,7).
En el Nuevo Testamento leemos muchas veces que Jesús dice a Sus seguidores y a las personas que no tengan miedo. «La paz les dejo, Mi paz les doy. […] No se turbe su corazón ni tenga miedo» (Juan 14:27). «No teman, manada pequeña, porque a su Padre le ha placido darles el reino» (Lucas 12:32). «No se angustien. Confíen en Dios y confíen también en Mí» (Juan 14:1). Nuestra fe en la presencia de circunstancias que infunden temor tiene sus raíces en la fe y confianza en Dios y en Su amor por nosotros.
La Palabra de Dios nos dice que «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar» (Salmo 46:1,2). Si hemos recibido a Jesús como nuestro Salvador y nos esforzamos al máximo por vivir según Sus mandamientos, en los momentos difíciles podemos refugiarnos en Su presencia infalible.
Independientemente de lo que enfrentemos en esta vida, de que las circunstancias parezcan angustiosas y terribles, Jesús prometió que siempre estaría con nosotros (Mateo 28:20). Dios no prometió que jamás enfrentaríamos pruebas, tribulaciones ni aflicciones durante nuestro tiempo en la Tierra, pero sí prometió que nos libraría de todo (Salmo 34:19). Jesús dijo a Sus seguidores: «En este mundo afrontarán aflicciones [o tribulaciones], pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).
A veces, es posible que Dios permita que nos pasen cosas para probar nuestra fe, para ver lo determinados que estamos, la paciencia que tenemos, y para aumentar nuestra resistencia. Por eso tenemos «por sumo gozo» cuando enfrentamos pruebas, sabiendo que la prueba de nuestra fe produce paciencia y resistencia (Santiago 1:2,3). Pero el Señor es capaz de guardarnos a través de todo lo que enfrentamos en la vida, y Él ha prometido cuidar de nosotros. Jesús dijo que están contados todos los cabellos de nuestra cabeza y que ni siquiera un pajarillo cae a tierra sin que Dios lo sepa. «Así que no tengan miedo; para Dios ustedes son más valiosos que toda una bandada de gorriones» (Mateo 10:29-31).
El Señor es nuestro libertador en momentos de angustia, nuestra fortaleza en la que podemos refugiarnos, nuestra torre fuerte en la que podemos estar a salvo (Proverbios 18:10). Su Palabra dice que «el que habita al abrigo del Altísimo descansará a la sombra del Todopoderoso» (Salmo 91:1), y sabemos que esa es la mejor protección posible de lo que sea que enfrentemos en la vida.
Confiar en el Señor
En la Biblia, el Señor nos dice: «No tengas miedo, porque Yo estoy contigo; no te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré» (Isaías 41:10). Y en los Salmos leemos: «El Señor es mi luz y mi salvación, entonces ¿por qué habría de temer? El Señor es mi fortaleza y me protege del peligro, entonces ¿por qué habría de temblar? (Salmo 27:1).
Sea lo que sea que enfrentes, confía en el Señor y en Su promesa de cuidar de ti. Él nunca falla, independientemente de lo desesperada que sea la situación, de las circunstancias sin esperanza. Presenta al Señor todas tus preocupaciones en oración y confía en que Él responderá. «Busqué al Señor, y Él me respondió, y me libró de todos mis temores» (Salmo 34:4). Sea lo que sea que enfrentes, para superar el temor con fe, apóyate en las promesas de Dios que se encuentran en Su Palabra. Sigue el ejemplo del rey David cuando dijo: «En Dios he confiado. No temeré» (Salmo 56:11).
Pon toda tu fe y confianza en el Señor, sabiendo que el Señor cuidará de ti, independientemente de lo que enfrentes o lo que suceda. «El Señor me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a Su reino celestial» (2 Timoteo 4:18). Dios es soberano de nuestra vida y de este mundo, y sabemos que «Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que Él tiene para ellos» (Romanos 8:28).
Permanece cerca del Señor y continuamente encomienda tus caminos al Señor, pidiéndole que te guíe y te guarde, y que te bendiga y proteja. La Palabra de Dios dice que es necesario «orar siempre» y «no desanimarse» (Lucas 18:1). Jesús dijo: «Velen y oren» (Mateo 26:41).
El Señor se vale de los momentos de angustia y ansiedad para acercarnos a Él, a medida que buscamos Su presencia y le presentamos todas nuestras preocupaciones y cargas. La Biblia nos instruye: «Nunca dejen de orar. Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5:17,18). En las tormentas de la vida, nuestra mejor protección es guardar la fe y mantenernos «firmes en el Señor y en el poder de Su fuerza» (Efesios 6:10). «Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos» (1 Timoteo 6:12).
La oración, la adoración, invocar las promesas de Dios, esas son excelentes maneras de vencer el temor. Memorizar pasajes de las Escrituras a fin de edificar la fe también es una manera importante de disipar el temor con fe, como dice el Salmo 23: «El Señor es mi pastor, nada me falta […] Aun si voy por valles tenebrosos, no temeré ningún mal porque Tú estás a mi lado» (Salmo 23:1–4). O: «Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza. Confío en Dios y alabo Su palabra; confío en Dios y no siento miedo» (Salmo 56:3,4).
Asimismo, puedes hacer un esfuerzo adicional para sacar los otros pensamientos y concentrarte en el amor de Dios y Su Palabra y poder. Su Palabra nos dice que Dios guardará en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Él persevera, porque ha confiado en Él (Isaías 26:3).
Amado Jesús: ayúdanos a no preocuparnos ni tener miedo, sino solo temerte a Ti y amarte. Dijiste «En el temor del Señor está la confianza del hombre fuerte, y para Sus hijos habrá un refugio» (Proverbios 14:26). Ayúdanos a no preocuparnos por las olas y los vientos que enfrentamos en la vida. Ayúdanos a mantener la mirada en Ti, Señor, el autor y consumador de nuestra fe, y a poner toda nuestra confianza en Ti (Hebreos 12:2). Gracias por cuidar de nosotros, por Tu provisión y presencia en todo momento de nuestra vida. Amén.
En brazos de Jesús,
bajo Su tierna faz,
envuelta en Su amor
halla mi alma paz.
En brazos de Jesús
no hay preocupación,
nada hay que me haga daño
ni dé tribulación.
Refugio de mi alma,
Jesús murió por mí;
¡firme en la Roca eterna
mi fe estará hasta el fin!
Fanny Crosby, texto adaptado
Tomado de un artículo de Tesoros, publicado por La Familia Internacional en 1987. Adaptado y publicado de nuevo en noviembre de 2024.
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