Valorar el envejecimiento, 1ª parte
María Fontaine
Desde que cumplí 70 años he estado pensando en las ventajas del envejecimiento. Aunque muchos de nosotros ya hemos sentido algunas de las desventajas o dificultades, también se encuentran muchas cosas buenas en esta etapa de nuestra vida.
A medida que envejecemos, estaremos más felices y la vida será más fácil si nos concentramos en los aspectos positivos de ser mayores. Como sabemos que esta etapa de la vida, como cualquier otra, es un regalo de parte del Señor y parte de Su plan, podemos elegir vivirla plenamente y aceptarla como una época extraordinaria que nos manda Dios para que vivamos la experiencia y maduremos en aspectos que harán que nuestra vida sea más valiosa.
Al igual que en cualquier etapa de la vida, el envejecimiento traerá algunos grandes desafíos. Las experiencias de cada persona son diferentes. Algunas cosas que enfrentamos pueden parecer grandes trastornos en nuestros planes, pero si dedicamos tiempo a ver las posibilidades que se abren con esos desafíos, podemos hacer que el proceso de envejecimiento se convierta en un elemento positivo. A medida que envejecemos adquirimos dones valiosos que podemos emplear para ayudar a los demás. Tenemos la sabiduría y el entendimiento que adquirimos por medio de la experiencia. Tenemos la compasión y la empatía adquiridas al enfrentar los desafíos de la vida, las pérdidas y las desilusiones. Tenemos la aspiración de poder ser valiosos para Jesús de formas que tal vez no habíamos visto antes.
Aunque reconozco que hay veces en que puede parecer que los dolores y otros inconvenientes no son beneficiosos, tomé la determinación de ver estos años como una oportunidad única de crecimiento en aspectos importantes de mi vida. Quiero seguir corriendo con paciencia la carrera que tengo por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de mi fe[1].
Mencionaré algunas de mis reflexiones con relación a vivir bien a medida que envejecemos. Estos puntos no abarcan todos los aspectos del envejecimiento. Estas ideas se basan en mi situación personal y en las experiencias que he tenido.
Un mayor respeto por el tiempo. Al envejecer se da más importancia a emplear el tiempo prudentemente. Tengo más motivación para plantearme objetivos claros mientras tengo oportunidad, en vez de posponerlos. Dejarlos para otro momento parece mucho menos seguro ahora porque tal vez ese otro momento no llegue nunca. A medida que somos más conscientes de la importancia de aprovechar prudentemente el tiempo, eso se vuelve un aliciente de valor incalculable que contribuye a que las distracciones de esta vida sean menos importantes. Ese es un don que ofrece el envejecimiento.
La eficiencia por medio de la determinación. En mi caso, la clave para recordar es concentrarme en una sola cosa a la vez. Ya que tengo mucho que hacer, no tratar de hacer varias cosas a la vez significa que debo ser más eficiente con la manera en que administro el tiempo. Apresurarse más no funciona. En cambio, debo hallar maneras de hacer lo que haga falta sin perder la concentración. A fin de permanecer concentrada en lo que haré a continuación, anoto las diversas cosas que tengo en mente y que debo hacer en el siguiente rato. Eso me ayuda a aprovechar mejor el tiempo que el Señor me ha dado. Al hacer eso, también aprendo a tener más autodisciplina, lo que hace que sea más fácil adquirir nuevos hábitos en muchos otros aspectos de mi vida.
Depender más de los demás. Puede ser frustrante sentirse menos independiente o que eres menos capaz o incluso incapaz de hacer algunas cosas que has hecho en el pasado. Sin embargo, el lado positivo es que cuando hace falta más ayuda de otras personas eso trae humildad y ofrece oportunidades de animar a los demás con tu agradecimiento por la ayuda que te dan.
Los desafíos mantienen activo el cerebro. Descubro que aunque hay muchos nuevos desafíos en mi vida ahora, con cada nuevo desafío siempre hay una solución si trabajo junto con mi director ejecutivo celestial. Debido a que nuestras situaciones serán únicas, debemos trabajar junto con el Señor para ver cuáles son las mejores soluciones para nosotros en particular. Eso mantiene nuestro cerebro activo: pensar, desarrollar nuevas ideas, mejorar y mantener nuestra mente concentrada.
La actitud de permanecer animados y flexibles espiritualmente. Para muchos de nosotros, nuestra vida de servir a Jesús ha contribuido a mantenernos jóvenes espiritualmente. Esa es una cualidad que es importante conservar a medida que envejecemos. Ser jóvenes espiritualmente no depende de la cantidad de años biológicos que hayamos vivido. Lo que decidas creer acerca de ti es lo que se reflejará en tus pensamientos, palabras y actos.
Mientras más actúes acerca de ti con una actitud positiva, más te convencerás de que eres parte del reino de Dios. Puedes optar por tratar cada nuevo día como una oportunidad de mantenerte joven de corazón y con un espíritu dinámico.
A medida que esperamos en el Señor, podemos renovar nuestra fuerza. Podemos remontarnos con alas como las águilas. Podemos correr y no cansarnos; podemos caminar y no desmayar[2]. Uno de mis versículos favoritos dice: «Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día»[3]. Esa es una magnífica promesa a la que aferrarse. Podemos invocar las bendiciones de renovarnos a diario y cada año que transcurre.
Concienciación en materia de salud. Con respecto a mi salud, además de que principalmente recurro al Señor en oración, hay otro aspecto que creo que es importante y en particular a medida que envejezco: notar lo que pasa en mi organismo.
La salud es una parte muy importante de nuestra calidad de vida y no se debería minimizar ni descuidar. Así pues, ahora que tengo más años, tengo mayor interés por estudiar temas de salud, tener asesoramiento de fuentes confiables y encontrar soluciones o remedios buenos, naturales.
Establecer lazos con otras personas de la tercera edad. Los adultos mayores tenemos mucho en común. Es útil encontrar un grupo de apoyo. Juntos podemos ayudarnos mutuamente a apreciar muchos aspectos positivos de la vejez. Podemos ser testigos de la manera en que Dios nos cuida y nos ayuda para que todo sea más llevadero, y permanecer positivos. Un grupo de apoyo de personas de la tercera edad es estupendo para animarse unos a otros, y también para compartir notas, ideas e información.
Más satisfacción con un ritmo más lento. He aceptado que debo ir a un ritmo más lento, porque tengo menos energía y mi cuerpo no puede seguir un ritmo tan rápido ni trabajar tanto como antes. El que vaya a un ritmo más lento y proceda de forma más intencional es mucho menos estresante y me da más tranquilidad de que Jesús me guía.
Con la edad, nuestro ritmo más lento también nos da oportunidad de dar ejemplo de amor y ánimo a otras personas, y hacerlo de manera que en nuestra vida ajetreada de antes no nos daba tiempo para hacerlo.
Transmitir experiencia valiosa. Poder transmitir nuestras experiencias, la sabiduría que esta vida nos ha dejado, nuestros testimonios o nuestra historia tanto a personas de nuestra edad como a las generaciones más jóvenes, es un privilegio de incalculable valor.
En nuestros últimos años, podemos ser una bendición para las generaciones más jóvenes, y tal vez hasta ser un confidente o mentor, o ambas cosas. Se pueden buscar oportunidades en que otros se beneficien de tu amoroso cuidado, sugerencias y experiencia. Puedes ayudarlos a esperar el futuro con ilusión, no solo el resto de su vida en la Tierra, sino también en la otra vida.
A veces, tu espíritu tranquilo y disposición de escuchar a los demás sin juzgarlos puede ser la clave para que te vean como un refugio en las tormentas de la vida. En esa situación tienes la oportunidad de ofrecer sugerencias formuladas con la sabiduría adquirida en toda una vida de experiencia.
Beneficios del aprendizaje perpetuo. Si aprendes algo nuevo, ya sea que esas oportunidades sean físicas o mentales, pueden contribuir a mantener activa la mente. Es posible que encuentres nuevas actividades que disfrutar.
Tiempo para reflexionar sobre el Cielo. El que por la edad sea necesario ir más despacio contribuye a tener tiempo para reflexionar en la próxima vida, y para prepararse. Es posible que veas que poco a poco vas soltando esta vida y que alargas la mano para tomar la siguiente.
Manifestar compasión y ofrecer consuelo. A medida que envejecemos, por lo general nos compadecemos más de otras personas que tienen enfermedades y temores acerca de la muerte. Te vuelves más capaz de dar consuelo, pues puedes identificarte con esos desafíos.
El don de la sencillez. Otra ventaja de la vejez es reconocer las bendiciones más sencillas de la vida. Te vuelves más consciente de las pequeñas cosas que hace la gente para ayudarte.
Vivir el momento. He visto las ventajas de concentrarse más en vivir el momento en vez de siempre mirar hacia el futuro y esforzarse por hacer más. A medida que envejecemos, nos concentramos más en lo importante que es maximizar la experiencia de donde hoy nos encontramos.
Llenar espacios vacíos. Si sientes soledad debido a que tus hijos o nietos viven muy lejos, o tu cónyuge ya está en el Cielo, con el Señor, o no puedes salir mucho y ver a otras personas, puedes buscar una oportunidad de acercarte a otros que se encuentran solitarios. Cuando llenamos los espacios vacíos que tiene otra persona, eso contribuye a llenar el vacío que hay en nuestra vida.
P.D.: Me gustó una charla [en inglés] que alguien dio en una conferencia acerca de la vejez. Es posible que a ustedes también les guste. ¡Me reí tanto que pensé que sin duda debe haber disminuido bastante mi estrés! (Descargo de responsabilidad: Claro, con respecto al humor, no a todos les gusta el mismo estilo.)
Artículo publicado por primera vez en febrero de 2017. Texto adaptado y publicado de nuevo en marzo de 2020.
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