Valor para seguir adelante
Recopilación
Jeremías 17:7,8 nos dice: «Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto»[1].
La vida es difícil. Es dura. Este pasaje menciona dos clases de dificultades que enfrentamos: el calor y la sequía.
El calor representa las crisis inesperadas. El calor llega de repente. Un accidente. Cáncer. Muerte. Alguien se va de tu vida. Es una crisis repentina. ¿Cómo enfrentas el calor en tu vida, cuando la situación está que arde?
Luego está la sequía. La sequía representa largos períodos de tiempo cuando debes seguir sin algo que te parece que necesitas.
Estás desempleado. No tienes ingresos. No tienes energía. Alguien se aparta de tu vida. Algo te falta. ¿Cómo enfrentas esas situaciones?
Reparemos en estas palabras del pasaje de Jeremías: confía y confianza. […]
Es posible ser como un árbol que sigue floreciendo incluso en medio del calor o en las temporadas de sequía.
Para tener máxima confianza, debes poner tu confianza en algo que jamás te será arrebatado. Y solo hay una cosa que no podrá ser arrancada de tu lado: tu relación con Dios por medio de Jesucristo.
Tu confianza debe estar puesta en el Señor. Entonces, cuando el calor sea sofocante y llegue la sequía, no serás arrasado porque tus raíces son profundas y sigues produciendo fruto. Rick Warren[2]
Termina la carrera
Las Olimpiadas, México, 1968. El maratón es el último evento del programa. El estadio olímpico está lleno y hay una gran emoción cuando el primer atleta, el corredor etíope, entra al estadio. La multitud estalla en aplausos cuando él llega a la meta.
Muy atrás está otro corredor, John Stephen Akwhari de Tanzania. Ha sido eclipsado por los otros corredores. Después de 30 kilómetros le parece que le va a estallar la cabeza, le duelen los músculos y cae al suelo. Tiene lesiones graves en una pierna y los encargados quieren que se retire de la carrera, pero él se niega. Con la rodilla vendada, Akwhari se levanta y cojea mientras recorre los 12 kilómetros que faltan para llegar a la meta. Una hora después de que el ganador cruzó la meta, Akwhari llega al estadio. Solo quedan varios miles de personas que todavía no se han ido a casa. Akwhari avanza con gran lentitud por la pista, hasta que por fin llega a la meta y se desploma.
Es uno de los esfuerzos más heroicos de la historia de las Olimpiadas. Más adelante, un periodista le pregunta por qué no dejó la carrera y Akwhari respondió: «Mi país no me envió a empezar la carrera. Me enviaron para que llegara a la meta.» Tomado de storiesforpreaching.com[3]
*
Cuando la vida te deje maltrecho y golpeado, sigue adelante. Tu Creador no te envió aquí a empezar la carrera, sino a terminarla.
Sigue adelante a cualquier costo. Por muchas magulladuras que tengas, sigue luchando. Por muchas veces que tropieces y caigas, sigue corriendo. Tus heridas, golpes, rasguños y cicatrices son medallas de honor a los ojos del Señor. Constituyen señales de que tuviste la fe, el valor, la determinación y el empeño para seguir adelante, por difícil que fuera. Puede que hayas caído, pero te negaste a abandonar.
Al final de la carrera, podrás decir al igual que el apóstol Pablo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día»[4]. Anónimo
Cruzar la meta
Hace poco, junto con dos amigos y mi hermano, participé en una carrera muy especial: la Fisherman’s Friend Strongman Run. El recorrido, de 15 km, incluía 30 obstáculos de diversos grados de dificultad. Había lodazales en los que se le hundían a uno los pies rápidamente, y para evitarlo había que mantenerse en movimiento constante. También había tramos en ríos de agua helada, que había que cruzar a nado o vadear, lo que ponía a prueba el aguante de los competidores. Redes, zanjas, neumáticos, pendientes pronunciadas… motivos más que suficientes para decirse interiormente: «Yo no puedo lograrlo». Pero la verdad era que sí era posible.
Un buen amigo nuestro que es un atleta consumado nos dijo entre risas: «Si logran mantenerse en pie llegarán a la meta». En más de una ocasión quedó demostrada la validez de aquellas palabras. Justo cuando sentía que no daba más, que me dolían los músculos hasta casi acalambrarse, pensaba: «Solo tengo que mantenerme en pie y seguir adelante». Paso a paso, obstáculo tras obstáculo, atravesando lodo denso y caliente y corrientes de agua helada, conseguí terminar la carrera.
Es más, los cuatro cruzamos la línea de llegada juntos, broche de oro que cimentó nuestra amistad. Fue una experiencia increíble, y estamos muy contentos de haber participado en ella.
Ahora más que nunca cobra vida para mí el versículo bíblico «prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús»[5]. Llevar una vida cristiana no es fácil; requiere disciplina, verdadero esfuerzo y perseverancia. A veces me da la impresión de que apenas logro mantenerme en pie. Pero entonces compruebo que Su fortaleza se perfecciona en mi debilidad[6], y cuando ya no soy capaz de mantenerme en pie, Él interviene y me lleva en brazos[7].
Aunque está claro que la vida nos presenta su cuota de complicaciones y obstáculos, hay una línea de llegada, y allí nos esperan el Señor y nuestros seres queridos para celebrar. Al igual que Pablo, no considero haberla alcanzado todavía[8]. Simplemente me mantengo en pie con los ojos fijos en Él, sabiendo que cuando llegue el momento cruzaremos juntos esa línea de meta. Chris Mizrany
La gloria y fortaleza que da Dios
Cuando entregamos nuestra vida a Cristo, empieza un viaje épico con muchos puntos culminantes donde nos llenamos de risas y muchos valles en los que tenemos los ojos llenos de lágrimas. Convertirse al cristianismo no significa que a partir de entonces «viviremos felices para siempre».
No, en la vida cristiana hay muchos desafíos y dificultades, al igual que muchos milagros y avances. Por lo tanto, necesitamos prepararnos para un largo viaje y entender que nuestra vida no siempre será una navegación en calma. Habrá tormentas con olas altas y vientos fuertes. Por eso, necesitamos tener un corazón perseverante, un corazón que diga: «Nunca me rendiré. No seré cristiano únicamente en las condiciones favorables. Me comprometeré a largo plazo, sin importar las tormentas que puedan llegar».
La buena noticia es que Dios promete que nos dará poder celestial en este recorrido; no un aguante a regañadientes, sino la gloria y fortaleza del Cielo. Eso nos da gozo incluso en nuestros sufrimientos y nos ayuda a soportar lo inaguantable. Pide a Dios que te dé Su gloria y fortaleza hoy. Mark Stibbe[9]
Publicado en Áncora en noviembre de 2022.
[1] NBLA.
[2] https://pastors.com/how-to-keep-on-trusting-god.
[3] https://storiesforpreaching.com.au/sermonillustrations/determination/they-sent-me-to-finish.
[4] 2 Timoteo 4:7,8
[5] Filipenses 3:14.
[6] V. 2 Corintios 12:9.
[7] V. Deuteronomio 1:31; Isaías 40:11.
[8] V. Filipenses 3:13.
[9] God’s Word for Every Need (Destiny Image Publishers, Inc., 2016).
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