Unir sueños rotos
Recopilación
Todos los tenemos: planes que no salieron como esperábamos, oraciones que al parecer no pasaron del techo, sueños que se truncan y se hacen pedazos mientras nos preguntamos por qué. Continuamos la marcha dejando atrás los sueños rotos y las oraciones que al parecer no fueron respondidas, pero que por lo general permanecen grabados en nuestra mente en medio de las dudas. ¿Por qué no salieron las cosas como las había planeado, o como esperaba, o conforme a mis oraciones?
Después de todo, ¿acaso un sueño roto no es una idea que nos hemos hecho acerca de una senda a seguir o un lugar al que creíamos que debíamos llegar pero que nos condujo en otra dirección? En algún momento hicimos un viraje que por momentos parecía acabar con nuestra existencia o perdimos el rumbo y nos desviamos sin saber por qué.
Debido a que somos seres humanos imperfectos, tendemos a pensar que hemos fracasado. Empezamos a echarnos la culpa, o a los demás, y nos echamos al hombro las cargas del fracaso o de la desilusión, a veces durante años. Culpar a los demás puede convertirse en una pesada carga, y mientras no nos deshagamos de ella y perdonemos, llegar a manchar y arruinar el gozo en nuestra vida al punto de convertirla en una experiencia triste y desgastante.
A menudo, la forma en que solemos juzgar si algo es un «éxito» o un «fracaso» es muy limitada. Miramos entre los dedos y podemos ver apenas un atisbo, lo cual confirma una vez más la triste aceptación de nuestro fracaso. Pero si tan solo pudiéramos ver nuestra vida desde una perspectiva más amplia y completa, podríamos distinguir muchos otros elementos, colores y momentos cumbre que transformarían nuestra reducida imagen en una maravillosa obra maestra que en realidad puede ser y probablemente es lo que ve Dios.
A menudo nos concentramos en los aspectos más oscuros, las pérdidas y los aparentes fracasos. Pero nuestra vida es un lienzo hermoso, colorido, alegre y radiante. Tal vez las manchas oscuras de nuestra vida pudieran representar alguna amistad rota, una separación dolorosa, alguna actividad divertida que no se dio, o tal vez la sensación de que nuestras metas y sueños lentamente se desvanecen simplemente debido a que así es la vida: complicada, ajetreada, y no siempre favorable a nuestros intereses.
Si tratamos de descifrar a Dios o de entender a cabalidad Su plan para nuestra vida forzando a que todo encaje dentro de nuestra limitada perspectiva, terminaremos por desilusionarnos de nosotros y de Dios cuando las cosas no sucedan de la forma en que esperábamos o habíamos soñado.
No obstante, si tenemos la fe de entregarle a Dios los pedazos de nuestros sueños y esperanzas y confiamos en que Él sabe qué hacer con ellos, descubriremos que nuestros sueños tienen arreglo y que no todo se ha perdido. ¿Cómo y cuándo sucede? De la manera perfecta en que Dios hace las cosas y en Su momento. Por ser humanos, estamos limitados por el espacio y el tiempo. Dios por otra parte, ve las cosas de forma diferente. A Sus ojos, todo sucede conforme a Su gran plan, especialmente cuando se trata de aquellas cosas que confiamos a Su cuidado y amor perfecto.
Todo lo que nos pide a cambio es que le entreguemos el corazón y reconozcamos que necesitamos de Él. Es muy fácil querer descifrar las cosas sin Su ayuda, tomar los fragmentos rotos de nuestros sueños y tratar de componerlos por nuestra cuenta. Mientras tanto, Él no deja de alentarnos. Nos pide que le entreguemos las piezas para crear con ellas algo que es aún mejor para nosotros. Solo que a veces estamos tan absortos en los escombros y en nuestra insignificante y limitadísima forma en que queremos o pensamos que deberían ser las cosas, que le cerramos la puerta a Dios.
Cuando ello sucede, Dios espera con mucho amor y paciencia a que lleguemos al final de nosotros mismos y de nuestros inútiles esfuerzos por arreglar las cosas de modo que pueda entonces tomar los pedazos de nuestros sueños destrozados y convertirlos en algo mucho mejor de lo que hubiéramos podido soñar.
Dios, que es solo amor, tiene Sus propios sueños para nuestra vida. Él, que lo único que desea es lo mejor para nosotros, permanece a la espera, pincel en mano listo para plasmar Su sueño de una vida llena de salpicaduras de luces, combinación de colores, intensidades y texturas. Este es un sueño que nadie podrá quebrar. Lo único que debemos hacer es dejarnos llevar y permitir a Dios que haga algo hermoso. Janet Kluck[1]
Algo bello
Algo bello, algo encantador…
Él no me reprocha al ver mi confusión.
Le ofrecí despojos, pena y desazón,
pero Él hizo algo bello y me lo devolvió.
Si existían sueños nobles y elevados,
eran los que yo una vez había soñado.
Mi alma concebía solo lo mejor,
a ello aspiraba mi joven corazón.
Pero mis castillos se desmoronaron
y mis grandes planes no se concretaron.
Al cobrar conciencia de mi insensatez
tomé mis despojos y los puse a Sus pies.
Gloria Gaither
La historia más importante
El camino que Juan recorrió con Jesús estuvo lleno de triunfo, persecución y sufrimiento. Sin embargo, culminó en júbilo y adoración. Juan, que era un joven pescador en las costas de Galilea, dejó todo para seguir a Jesús. Escuchó muy de cerca las enseñanzas que Jesús transmitió a Sus discípulos. Fue testigo de prodigios, señales y milagros. También fue testigo de la resurrección y ascensión de Jesús. Eso llevó a Juan de nuevo a Jerusalén, y finalmente a Éfeso, una ciudad consagrada al culto pagano y la idolatría. Cuando Juan era ya un anciano, fue exiliado a la isla de Patmos.
Juan fue despojado de todo: de su familia, amigos, hogar, posesiones y del mundo exterior que conocía. Quedó únicamente acompañado de Jesús. Ya no era apasionado ni presuntuoso. Era humilde y valiente, un ciudadano del Cielo. Había llegado a su posición más alta, había dejado atrás un mundo al cual no sabía si volvería. El Apocalipsis, la revelación que recibió Juan, «dar a conocer» o «sacar a la luz», se podría explicar como si Jesús abriera la cortina y dijera: «Esta es la realidad; esta es la historia verdadera». Independientemente de lo que viera a su alrededor, Juan confiaba en que Jesús le comunicaba una historia mucho más importante, que iba más allá de lo que él podía ver.
En nuestra relación con Dios, a veces nos parece que estamos en la isla de Patmos, que solo nos queda Dios. Dios es el fin del camino para nosotros. Él es nuestro destino. Jesús dijo: «Vendremos a él, y haremos morada con él»[2]. El que Jesús haga Su morada en nuestro corazón significa llegar a casa. Es posible que la experiencia de Patmos nos parezca un tiempo de soledad, pero Dios nos ha dicho que no nos dejará ni nos abandonará[3]. Oswald Chambers escribe: «Un siervo de Dios debe soportar la soledad a tal grado que no se dé cuenta que está solo».
En la vida cristiana, las decepciones van y vienen. Se alejarán poco a poco personas con quienes en algún momento tuvimos una buena relación, y se apartarán quienes antes nos apoyaban. […] No debemos edificar nuestra fe sobre luces que se van extinguiendo, sino sobre la luz verdadera y eterna que nunca falla. Las revelaciones de Juan nos dicen que la totalidad de nuestra vida en la Tierra está en manos de Jesús. Si no dejamos de confiar en Él, a la larga veremos más allá de lo que perciben nuestros ojos terrenales, hasta que veamos el rostro de Dios. Charles Price
Publicado en Áncora en junio de 2017.
Artículos recientes
- Un bebé en mis brazos
- ¿Tiene la Navidad la influencia de tradiciones paganas?
- Encontrar la voluntad de Dios y tomar decisiones que Dios apruebe
- Recuperación por medio de la alabanza, 3ª parte
- Jesús, tu eterno amigo
- El sentido de los problemas
- Las buenas nuevas, un gran gozo para todo el mundo
- El oficial gentil
- Buenas nuevas para todos en todas partes
- Tesoros eternos