Un año más para amar al Señor
María Fontaine
Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante Su gran poder, que actúa en nosotros. Efesios 3:20[1]
El paso de un año a otro es un buen momento para reflexionar en los logros y victorias —además de los errores del año que toca a su fin— ¡y tomar la firme resolución de poner todo nuestro empeño para que el año que comienza sea aún mejor y más provechoso! Es alentador ver todos los retos que el Señor te ha ayudado a vencer, el crecimiento espiritual que has tenido, y todo el progreso que has hecho durante este último año. Al Señor le complace cada paso que das para amarlo y alabarlo más, por permitirle que te guíe y por dar Su amor a los demás.
A medida que le encomiendas a Él un nuevo año, puedes pedirle que te ayude a consolidar los avances del año anterior, mientras lo reconoces en todos tus caminos y le pides que guíe tus pasos[2]. El Señor promete dirigir tu camino, porque has puesto tu fe en Él. Te guiará y te abrirá las puertas que ha preparado solo para ti, mientras le encomiendas tu futuro y esperanza, y confías en Él de todo corazón[3].
Cada año puede ser un año de progreso en el Espíritu, progreso en la testificación y progreso al acercarse más a Jesús, si se lo encomendamos todo a Él. Su Palabra nos anima a hacer frente a cualquier tempestad, a aferrarnos a la esperanza por muy grandes, potentes o veloces que puedan parecer las olas. Si te aferras al Señor, Él te sostendrá y te prosperará, y te llevará a salvo al destino que Él ha planeado para ti. Recuerda, ¡el futuro es tan prometedor como las promesas de Dios! Para complacerlo, solo haz todo lo que puedas.
Es importante que todos tengamos claro qué quiere el Señor para nosotros: una motivación que nos ayude a seguir adelante aun cuando las cosas se pongan difíciles. Además del rumbo que te haya indicado el Señor personalmente hablándote al corazón con el silbo apacible de Su voz, también habla a cada uno de nosotros por medio de Su palabra impresa. Imagínate, ¡el Señor nos ha dado Sus «preciosas y grandísimas promesas» para que por medio de ellas podamos ser participantes de la naturaleza divina![4]
Si tienes dificultades, recuerda que vale la pena seguir adelante y pelear la buena batalla de la fe. Si no pierdes la fe y te aferras a Sus promesas, incluso en las veces en que tal vez parezca como que todo se ha perdido, a la larga verás que se hacen realidad las bendiciones que Él ha prometido. El Señor te ama, y hará que todo desafío y dificultad redunde en tu bien, ya sea en esta vida o en la próxima.
A diario piensa en todos los regalos de amor que Él te da, porque te ama, ¡a ti en particular! Te amó lo suficiente como para dar Su vida por ti. Todavía te ama lo bastante como para dar Su vida por ti. Solo tenemos que recibir Sus regalos: Su vida, esperanza, alegría, satisfacción, amor, compasión, ungimiento, fuerzas, ayuda, y todos sus dones y bendiciones, además de Sus palabras estupendas y vivificantes. ¡Son tesoros de valor incalculable, superan todo lo que podamos pedir o imaginar!
Él te quiere más que a Su propia vida, pues la dio por ti. Te rodea con Sus brazos y no te quita el ojo de encima. Conoce cada uno de tus pensamientos, no se le escapa ninguno de tus deseos, y siempre responde de la manera que Él sabe que dará mejor resultado y con lo que se cumplirá Su voluntad en tu vida. ¡Somos enormemente bienaventurados! ¡Tenemos muchísimo que agradecer!
Cómo vamos a reaccionar a tan grande amor, como no sea dando gracias a Aquel que hace que nuestra vida sea posible, con todas sus bendiciones que se manifiestan en cambios, en estímulos y en oportunidades de servir al Señor y a los demás, además de darnos todo lo que necesitemos conforme a Sus riquezas en gloria[5]. Toda la gloria, el honor y la honra a quien en Su grandeza insondable gobierna el mundo con sabiduría y justicia, pero al mismo tiempo, con un amor sublime, pone en nosotros tanto cuidado como si fuésemos las únicas criaturas del universo: nos habla, nos escucha y nos toca manifestándonos compasión, ternura y misericordia.
El Señor nos colma cada día de beneficios, ¡tanto que ni damos abasto![6] Deberíamos estar motivados para hacer lo posible por compartirlos con otras personas, para que ellas también puedan participar de las infinitas riquezas del Señor. Y cuantas más demos, más nos seguirá dando Él. Cuanto más lo alabemos por lo que nos ha dado, más espacio tendremos para recibir Sus estupendos regalos.
Así pues, en este nuevo año, propongámonos dar a los demás Su Palabra y verdad, no dejar de amar a las personas de modo que entren a Su reino, ¡y seguir alabando al Señor por Su bondad y obras excelentes! Te asombrarás de los milagros que hará el Señor, a medida que cada día del año y a cada paso le encomiendes todos tus caminos.
Un año más para amar a quien
tantos años he amado;
un año más para alabarlo
y gozarme a Su lado.
Lo que sea que me depare
este año que me espera,
sé que a mi lado Él estará
aun en la tormenta.
¡Otro año con Jesús!
Señor, te doy las gracias
por Tu presencia siempre fiel
aun en mis desgracias.
Guíame, mi fiel Redentor,
enséñame a seguirte,
a hacer Tu buena voluntad,
con júbilo a servirte.
Avis Christiansen
Artículo publicado por primera vez en diciembre de 1995. Texto adaptado y publicado de nuevo en diciembre de 2015.
[1] NTV.
[2] Proverbios 3:6.
[3] Proverbios 3:5.
[4] 2 Pedro 1:4.
[5] Filipenses 4:19.
[6] Salmo 68:19.
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