¡Te amo! ¡A ti en particular!
María Fontaine
Me ha dado mucha tristeza enterarme de que algunos de ustedes en ocasiones han tenido la impresión de que el Señor está muy distante, de que es un Dios muy grande y lejano que mora en las alturas y que manifestó Su amor años atrás, cuando en un gran acto de sacrificio ofreció a Su Hijo; pero que en realidad no se preocupa mucho por cada uno de ustedes en particular, por las cosas que los preocupan y entristecen, los confunden y les dan temor, o hacen que se sientan solos y sin esperanzas.
A lo mejor consideras que Jesús te ama de un modo general, pero no alcanzas a comprender cómo puede tenerte mucho cariño y quererte íntima y personalmente, como el mejor de los amigos, o como un amante que está enamorado de ti y desea que lo incluyas en cada detalle de tu vida; que conoce todos tus pensamientos, tus sueños y esperanzas, tiene ganas de estar contigo en todo momento, de hacerte feliz; que siempre está pensando en ti y en lo que puede hacer para satisfacer tus más profundas necesidades; que no presta atención a tus faltas, sino más bien hace la vista gorda y solo se fija en tu corazón.
No comprendes por qué motivo querría Jesús interesarse en cada aspecto de tu vida, en cada uno de los detalles que tienen que ver contigo y nadie más; cómo puede ser que esté pendiente de satisfacer cada una de las necesidades de tu corazón, que siempre te quiera tomar en Sus brazos para consolarte cuando estés triste, ser partícipe de tu alegría cuando estés feliz, aplacar tus temores cuando estés asustado y explicarte todo cuanto te cause perplejidad.
He escuchado a algunos decir: «¿Cómo me va a amar tanto Jesús? No creo que esté muy contento conmigo. Me porto muy mal. He hecho cantidad de cosas que no debía. No consigo sobreponerme a mis flaquezas. No tengo ninguna aptitud. No puedo hacer gran cosa por el Señor. Me siento un cero a la izquierda. Hay muchos otros mejores que yo para llevar a cabo Su obra a los que seguramente Él amará más que a mí».
Se me parte el corazón al oír que dicen esas cosas. Me aflige el simple hecho de saber que las hayan pensado, porque sé el amor tan profundo y extraordinario que siente Jesús por cada persona en particular. Se me haría una de las cosas más tristes del mundo que no fueran conscientes de Su amor ni supieran lo mucho que los quiere.
El Señor nos manifiesta de innumerables formas el gran amor que siente por cada uno de nosotros en particular. En primer lugar, murió por nosotros. Aparte de eso, nos ha dado a cada uno un puesto de servicio personalizado que nos permite ser Sus testigos hoy en día. Nos ha llamado y elegido. La orientación e instrucción tan maravillosa que nos ha dado el Señor, tanto en la Biblia como por medio de otros escritos inspirados —y eso sin mencionar los consejos que sigue derramando en profecía a quienes lo desean—, es otra manifestación clarísima del amor que nos prodiga a diario. Por último, vemos obrar Su mano amorosa en nuestra vida en la forma en que se ocupa de la infinidad de detalles que tienen que ver con nosotros individualmente. El Señor quiere que sepas que eres único y especial a Sus ojos, y que Él se interesa muy íntimamente por todos los aspectos de tu vida y por cada detalle, pues en cada persona son diferentes.
Jesús dijo:
«No puede caer un solo pajarillo a tierra sin que vuestro Padre lo sepa»[1]. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que ellos? Pide, amado Mío, pide para que recibas y para que tu gozo sea pleno[2]. Anhelo llenar tu corazón de Mi amor, de gozos inefables. Te he amado con amor eterno, y eres especial para Mí[3]. Me eres muy querido, porque eres Mi pequeñito, Mi estimado.
No hagas caso al Maligno, que pretende apartarte de Mí, porque ciertamente te amo. Ven, permanece conmigo lleno de Mi Palabra, y te manifestaré Mi amor por ti. Si permaneces en Mí y Yo permanezco en ti, se manifestará Mi amor, y en la medida que des, así también recibirás[4]. Llénate el corazón de Mi amor por medio de Mi Palabra, y verás los milagros que obraré por ti, el amor insondable que te tengo.
*
Amadísimo: oigo tus pensamientos. Conozco tus anhelos más profundos, tus temores e inseguridad más íntimos. Los oigo todos, los conozco sin excepción. Observo tu vida y cómo piensas que debes demostrar tu valía. Crees que estoy lejos de ti por los errores que cometes, por tus fallas y tus pecados. Te consideras indigno y piensas que quiero castigarte, y que de ninguna manera es posible que te ame incondicionalmente.
Te esfuerzas por obrar bien, por portarte bien, por manifestar Mi amor a los demás. Aun así, a veces te da la impresión de que estoy tan distante que no te escucho, no te hablo y que en realidad no me intereso mucho por ti. Que pienses eso me parte el alma. ¡Esa idea que tienes de lo que siento por ti dista mucho de la realidad! Es más, ¡no tiene nada que ver!
¡Eres Mi amado en quien me complazco! ¡Te ruego que deseches esas dudas! Debes llenarte de Mi Espíritu. Eres muy valioso a Mis ojos, te amo con un amor inmenso, sin embargo, para poder experimentar Mi amor, debes negarte a creer esas mentiras. ¡Debes expulsarlas! Debes dar el paso de fe para creer que te amo.
Claro que conozco tus faltas, y aun así, te amo. Conozco tus pecados, mas no estoy distante. Estoy aquí a tu lado, y me preocupo por ti. Me entristece, me causa gran pena cuando no lo crees, cuando no aceptas Mi amor, cuando no me incluyes en tu vida. Piensas que la culpa de que te sientas alejado es Mía, mas no lo es. ¡Yo te amo! ¡A ti! Debes creerme, que no estoy lejos. No deseo castigarte. No tienes que ser suficientemente bueno ni esforzarte tanto para sentirte digno de Mi amor. Es cierto que eres indigno, pero eso no importa. Te amo a pesar de todo.
De modo que deja ya de esforzarte por ser lo bastante bueno para Mí. Jamás será suficientemente bueno, pero eso no es lo que importa, ¿acaso no te das cuenta? Te amo tal como eres. No es necesario que te preocupes. Acércate, y nos sentaremos a conversar y fraternizar. Seré para ti más que una luz y mejor que un camino conocido[5].
Artículo publicado por primera vez en enero de 1995 y adaptado en agosto de 2012. Traducción: Quiti y Antonia López.
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