¡Tanto te ama Dios!
Recopilación
Aunque parezca increíble, Dios nos ama apasionadamente y, en Su bondad, desea que vivamos con Él por siempre. Así que hace 2000 años el mismo Dios se vistió de piel, vino a la Tierra y entregó Su propia vida para expiar nuestros pecados y demostrarnos Su inmenso amor por nosotros. Pagó el máximo precio para reconciliarnos con Él y nadie paga un precio tan elevado por algo que no desea o valora.
Desde luego que Jesús sabía de sobra lo que le esperaba al final de Su ministerio terrenal[1]. En medio de Su angustia en Getsemaní, mientras oraba acerca de las pruebas que pronto habría de afrontar, era Su sudor como grandes gotas de sangre[2]. Jesús sin duda conocía bien la profecía de Isaías 52:14: «Tenía desfigurado el semblante; nada de humano tenía su aspecto». El Hijo del Hombre se había desfigurado al extremo de no parecer humano. Y la tortura que sufrió a continuación fue aún peor, la propia crucifixión, el método de ejecución más doloroso y vil jamás concebido.
Mientras Jesús colgaba de la cruz, Su Padre celestial «le dio la espalda». En Habacuc 1:13 dice que los ojos de Dios son tan puros que no pueden ver el mal. Y en ese preciso momento, Cristo clamó: «¿Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?»[3]
Ese es el precio que pagó Dios por nosotros y por eso sabemos que nos ama. Debido a tan increíble e inmerecido amor por nosotros —desobedientes pecadores—, se nos brinda la vida eterna. La salvación es un obsequio que recibimos gratuitamente con solo pedirlo, gracias al asombroso y voluntario sacrificio hecho por el único Dios verdadero. En Romanos 5:8 dice: «Pero Dios demuestra Su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.»
Una vez que nos conectamos con Cristo, nada nos puede separar de Él. «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro»[4].
Los que creen en Cristo empiezan una nueva vida. Captamos la profundidad de Su amor por nosotros: «Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.»[5]
Tú también, te puedes sumergir en el eterno amor de Dios por ti y tener la certeza de la vida eterna. Tomado de gotquestions.org[6]
La maravilla del amor de Dios
Shane Taylor era considerado uno de los hombres más peligrosos del sistema penitenciario del Reino Unido. Inicialmente condenado por intento de asesinato, su sentencia aumentó cuatro años más por atacar a un guardián con un pedazo de vidrio, lo cual dio origen a una revuelta.
Fue puesto bajo aislamiento dentro de una prisión de máxima seguridad. Recibía los alimentos por medio de una rejilla. Para abrir la puerta de su celda era necesario apostar a seis policías armados con escudos antimotines.
Posteriormente, fue transferido a la prisión de máxima seguridad Long Lartin. Allí se inscribió en Alfa, un curso bíblico. Durante una de las reuniones hizo la siguiente oración: «Jesucristo, sé que moriste en la cruz por mí. Por favor, no quiero seguir siendo la persona que soy, por favor, perdóname.» En ese instante fue ungido con el Espíritu Santo y su vida cambió para siempre. Dijo: «Supe que Dios existía, que Jesús me había tocado y que me entregaría a ÉI a partir de ese momento.»
Su comportamiento tuvo tal transformación que pasó del total aislamiento a obtener un empleo de confianza en la capilla de la cárcel. Comenzó a enviar dinero a las misiones en África. Oraba por los guardianes y los enemigos. Cuando salió de la prisión, se incorporó a una iglesia.
Cuando uno habla con Shane ahora, es difícil imaginar que es la misma persona que aterrorizó a tantos en el pasado. Ha experimentado la maravilla del gran amor de Dios. Afirma: «Jesús me enseñó a amar y a perdonar. Me salvó. Me perdonó todo lo que hice en el pasado. Me cambió la vida.» […]
Por medio de Su muerte y resurrección[7], Jesús permite que todos seamos perdonados y disfrutemos la maravilla de Su gran amor por la eternidad.
Señor, gracias por la maravilla de Tu gran amor. Gracias por Tu extraordinaria generosidad. […] Gracias por perdonarnos cuando nos volvemos a Ti y por darnos la oportunidad de disfrutar la maravilla de Tu inmenso amor por la eternidad. Tomado de bibleinoneyear.org[8]
El mejor amante de todos
Jesucristo no es un simple filósofo, maestro, rabino o gurú, o un mero profeta. Es el Hijo de Dios. Dios, el gran Creador, es un Espíritu, y es omnipotente y omnisciente, está en todas partes y en todo, muy por encima del alcance de nuestra limitada comprensión humana. Envió a Jesús en forma de hombre para mostrarnos cómo es Dios y acercarnos a Él. Y aunque muchos grandes maestros han hablado y enseñado acerca del amor y acerca de Dios, Jesús es amor y es Dios. Es el único que murió por los pecados del mundo y resucitó de los muertos. Pertenece a una categoría aparte, porque es el único Salvador. Él dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí.»[9]
¿Cómo puedes descubrir y saber sin sombra de duda que Jesucristo es realmente el Hijo de Dios, el camino para salvarse? La respuesta es sencilla: Solo tienes que probarlo. Simplemente pídele con humildad y sinceramente que se te manifieste. Pídele que entre en tu corazón, te perdone todos tus pecados y llene tu vida de Su amor, paz y alegría.
Él existe de verdad y te ama. Te ama tanto que murió en tu lugar y sufrió por tus pecados para que tú no tuvieras que hacerlo, siempre y cuando lo recibas y aceptes el regalo que te hace: la vida eterna. Pero Él no puede salvarte si tú no quieres. Su amor es todopoderoso, pero Él no entrará a la fuerza en tu vida. Él llama a la puerta de tu corazón. No la abre a patadas ni la echa abajo. Está esperando tierna y mansamente, con amor y paciencia, a que tú le abras y le pidas que entre.
Dime, ¿quieres recibirlo? Si lo haces, Él se convertirá en el ser más querido para ti, en tu amigo y compañero más íntimo, y siempre estará contigo. Porque Él es indiscutiblemente el mejor amante de todos, que vino por amor, vivió con amor y murió por amor para que nosotros vivamos y amemos eternamente.
Ahora mismo puedes recibir a Jesús en tu corazón. Solo tienes que hacer esta sencilla oración con sinceridad:
«Amado Jesús, perdóname todos mis pecados. Creo que moriste por mí. Creo que eres el Hijo de Dios y ahora te pido que entres en mi vida. Te abro la puerta y te invito a entrar en mi corazón. Te ruego, Jesús, que me ayudes a confesarte delante de los demás para que ellos también te encuentren. Lo pido en el nombre de Jesús. Amén». David Brandt Berg
Publicado en Áncora en agosto de 2020.
[1] Marcos 8:31; Juan 18:4.
[2] Lucas 22:44.
[3] Mateo 27:46.
[4] Romanos 8:38–39.
[5] Gálatas 2:20.
[6] https://www.gotquestions.org/does-God-need-us.html.
[7] Mateo 20:18–19.
[8] https://www.bibleinoneyear.org/bioy/commentary/774.
[9] Juan 14:6.
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