Superar los malos hábitos
Tesoros
[Overcoming Bad Habits]
Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal. Porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén. Mateo 6:13
Todos tenemos hábitos, tanto buenos como malos. Cualquier cosa que hagamos de manera automática e inconsciente, o sin decidir específicamente hacerla, es un hábito. Los buenos hábitos o costumbres, como por ejemplo ser amable, bondadoso y tener un comportamiento ético, son un reflejo de nuestra fe cristiana y valores. Pero cuando las costumbres que hemos adquirido son negativas o destructivas se convierten en vicios o patrones negativos de comportamiento.
La buena noticia es que la Biblia ha prometido que «las tentaciones que enfrentan en su vida no son distintas de las que otros atraviesan. Y Dios es fiel; no permitirá que la tentación sea mayor de lo que puedan soportar. Cuando sean tentados, Él les mostrará una salida, para que puedan resistir» (1 Corintios 10:13). Claro, debemos optar por seguir la estrategia de salida que nos da Dios y mantener «firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa» (Hebreos 10:23).
Se cuenta la historia de un hombre que era dueño de un águila y que la tuvo encadenada a una estaca durante muchos años. Con el curso de los años, el águila había llegado a abrir un surco en la tierra de tanto dar vueltas alrededor de la estaca. Finalmente, cuando el águila ya era vieja, el amo se compadeció y pensó: «¡Como no le queda mucho de vida, voy a ponerla en libertad!»
Con ese propósito, le quitó la anilla de la pata, la tomó en la mano y la lanzó al aire. Pero la vieja águila había olvidado casi por completo cómo volar; dio unos cuantos aletazos, bajó nuevamente al suelo, se acercó al surco y se puso a dar vueltas sobre él siguiendo la rutina que había tenido durante años. No estaba sujeta con la cadena ni la argolla; era prisionera de la costumbre.
Samuel Johnson escribió: «Las diminutas cadenas de los hábitos son demasiado delgadas para sentirlas, hasta que llegan a ser demasiado fuertes como para romperlas». Y Horace Mann escribió: «Los hábitos son como sogas: cada día se teje un hilo más hasta que al final son irrompibles». Esas frases reflejan que para superar las malas costumbres necesitamos un Salvador y la obra del Espíritu Santo en nuestra vida.
La realidad es que en nuestra naturaleza humana todos somos pecadores y falibles, y estamos sujetos a debilidades y tentaciones, las que se pueden convertir en malos hábitos o adicciones. Cuando albergamos y cedemos a tentaciones o a debilidades durante mucho tiempo, se convierten en patrones de comportamiento arraigado, y podemos llegar a ser insensibles a la realidad de cómo pueden ponernos en peligro a nosotros o nuestra salud o nuestra relación con los demás.
Uno de los primeros pasos para deshacerse de costumbres malas, opresivas, y de un patrón de comportamiento negativo es reconocer el problema e identificar su raíz, y estudiar la verdad de la Palabra de Dios para conocer y tener convicción de qué es bueno o malo. Invoca la promesa de que Dios te ayuda en momentos de necesidad. «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmo 46:1).
Es provechoso que recordemos las promesas de Dios en Su Palabra, promesas de salvarnos y librarnos de «toda obra mala» y de preservarnos para Su reino celestial (2 Timoteo 4:18). Recuerda que «también puede salvar por completo a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por ellos» (Hebreos 7:25). Por difícil que pueda ser romper las cadenas de malos hábitos y adicciones, la Biblia dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).
Los malos hábitos y adicciones pueden ser de muchas formas, lo que incluye los más evidentes como el alcohol, las drogas, fumar, apostar, trastornos de alimentación, el juego y la pornografía. El alcoholismo, por ejemplo, es un vicio que ha atormentado a la humanidad durante miles de años. Aunque beber vino con moderación era común en tiempos bíblicos, la Biblia habla mucho en contra del abuso y exceso de bebidas alcohólicas: «No se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos del Espíritu» (Efesios 5:18). El Señor no solo nos libra de los malos hábitos y adicciones, sino que también nos da la fuerza de voluntad para seguir resistiendo la tentación. «La mano del Señor no es corta para salvar ni es sordo su oído para oír» (Isaías 59:1).
También hay pecados espirituales que al ir en aumento y convertirse en malos hábitos y patrones de comportamiento arraigados, pueden ser destructivos si permitimos que crezcan en nuestra vida, como el odio, el resentimiento, el orgullo y el engaño. La Biblia nos dice: «Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias y toda forma de malicia» (Efesios 4:31).
Asimismo, el temor y la preocupación son emociones negativas que pueden llegar a ser respuestas habituales y que son perjudiciales para nuestro bienestar spiritual y emocional. El temor puede llegar a ser una esclavitud que nos impida andar con fe y confianza en el Señor. La Biblia nos promete que «Dios no nos ha dado un espíritu de temor […] sino de poder, amor y autodisciplina» (2 Timoteo 1:7).
Un punto de partida para empezar a superar malos hábitos y un pecado asediante es reconocerlos, confesarlos y estar dispuestos a entregar al Señor ese aspecto de nuestra vida. Debemos tomar la decisión de despojarnos «de todo peso y del pecado que nos asedia» y correr «con perseverancia la carrera que tenemos por delante» (Hebreos 12:1). El siguiente versículo explica cuál es la clave para hacer esto: «Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe» (Hebreos 12:2).
Jesús dijo: «Si ustedes permanecen en Mi Palabra […] conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:31,32), y que una vez que somos salvos y conocemos la verdad, también somos responsables en cuanto a vivir según Su Palabra. Por eso la Palabra de Dios dice: «Ni den lugar al diablo» (Efesios 4:27). En cambio, «con respecto a su antigua manera de vivir, despójense del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos; pero renuévense en el espíritu de su mente y vístanse del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad» (Efesios 4:22-24).
Cuando «damos lugar» a los malos hábitos o pecados asediantes, es como tener un huésped malvado en nuestra casa. No es que se haga el amo de la casa, pero causa problemas y daño. Le dices que se vaya, pero no se va, así que finalmente por la autoridad y la ley —en este caso la autoridad de la Palabra de Dios y el nombre de Jesús—, ¡literalmente lo echas!
Es triste cuando los cristianos dejan pasar mucho tiempo sin buscar una liberación completa de malas costumbres y vicios arraigados. Cuando los albergamos y permitimos que persistan en nuestra vida sin deshacernos de ellos por completo, no reconocemos que estamos permitiendo que el pecado tenga un asidero en nuestra vida en vez de apoyarnos en la Palabra de Dios y en el poder del Espíritu Santo para superarlos.
Debemos estar dispuestos a reconocer cuándo somos asediados por una mala costumbre o adicción, y confesar nuestro pecado al Señor, y rogarle que nos ayude. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). Tal vez también tengamos que confesar a otros que necesitamos ayuda y oración, o buscar ayuda profesional cuando sea necesario, porque algunos vicios tienen un control tan grande sobre las personas —incluso sobre los cristianos—, que casi no son capaces de superarlos por su cuenta.
Si tienes un grave problema y parece que no puedes superarlo con oración en privado o tratando de resistirlo por tu cuenta, puede ser provechoso que te pongas en contacto con otros cristianos llenos del Espíritu Santo a quienes conozcas, en quienes tengas confianza, y que les pidas oración. «Si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por Mi Padre que está en el cielo» (Mateo 18:19). También hay consejeros profesionales capacitados para brindar apoyo y ayuda en caso necesario.
Cuando ores, recuerda citar las promesas que Dios ha hecho en Su Palabra. Aférrate a Sus promesas, apréndelas de memoria y cítalas continuamente, y cree que Él responderá, y lo hará. Si sinceramente oras para que te libre de malos hábitos, el Señor te ayudará. ¡Jesús nunca falla! Siempre responde cuando lo invocamos de todo corazón (Jeremías 29:13).
Sin embargo, incluso después de orar, a veces toma tiempo librarse por completo de un mal hábito. Es posible que tengas un hábito arraigado y la tentación o tendencias en ese sentido, en particular si una debilidad o vicio ha sido un problema o hábito por muchos años. ¡Pero no te rindas! «Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar» (1 Corintios 10:13).
Todos los seres humanos enfrentaremos la tentación. Jesús dijo a Sus discípulos: «Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil» (Mateo 26:41). Nadie puede evitar que llegue la tentación, pero no tenemos que ceder a ella. Martín Lutero escribió: «No puedes evitar que los pájaros vuelen sobre tu cabeza, ¡pero sí puedes evitar que construyan un nido en tu cabello!» La parte que nos corresponde es ser sobrios y velar y no ceder a la tentación (1 Pedro 5:7,8).
En Dios, tenemos el poder de vencer toda prueba y tentación que enfrentemos, incluso cuando vacilemos o fallemos por el camino, Él ha prometido que nunca nos dejará, que no nos abandonará. Debido a que el mismo Jesús enfrentó la tentación (Hebreos 4:15), se compadece de nuestras debilidades y socorre «a los que son tentados» (Hebreos 2:18). ¡El poder de Dios es mayor que todas las tentaciones terrenales y es capaz de romper todas las cadenas que pueden atarte! A quien el Hijo libere será verdaderamente libre (Juan 8:36).
Tomado de un artículo de Tesoros, publicado por La Familia Internacional en 1987. Adaptado y publicado de nuevo en julio de 2024.
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