Superar la ansiedad
Peter Amsterdam
En el Sermón del Monte, Jesús aborda el tema de la ansiedad al decir: «Por tanto les digo: No se afanen por su vida, qué han de comer o qué han de beber; ni por su cuerpo, qué han de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?»[1]
El conocimiento de que Dios es nuestro Padre, de que nos ama y de que nos proporcionará lo que nos haga falta para nuestro cuerpo a diario debería resultar en una profunda confianza en Él, una confianza que contrarreste la ansiedad o preocupación sobre la satisfacción de nuestras necesidades físicas cotidianas. Esta enseñanza debió de calar hondo en los primeros discípulos, ya que ellos, junto con Jesús, eran predicadores y maestros itinerantes y nunca sabían dónde iban a conseguir sus provisiones diarias. Aunque hoy en día la mayoría de los cristianos no se halla en una situación similar, el principio de confiar en la providencia divina sigue siendo válido.
La palabra griega que se traduce como «angustiarse» o «preocuparse», significa «estar atormentado por preocupaciones», «estar ansioso». La versión Reina-Valera 1960 da como traducción «no os afanéis por vuestra vida», mientras que las traducciones contemporáneas dicen «no os angustiéis» o «no se preocupen». Preocuparse, en el sentido que se le da aquí, es lo contrario de tener fe. El mensaje de Jesús es que tengamos fe en el Padre, que creamos que Él es el creador y soberano de todo, y que confiemos en que Él proveerá para Sus hijos.
Jesús emplea sencillas analogías de la naturaleza para ilustrar que debemos depositar nuestra confianza en Dios, no en nuestros bienes ni en nuestras fuentes de ingresos. Habla de nuestros temores de no tener lo que vamos a necesitar hoy, y de nuestras aprensiones sobre el futuro.
«Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se angustie, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os angustiáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?»[2]
Si bien las aves no siembran ni siegan, tampoco es que Dios les ponga la comida en el pico; tienen que esforzarse por buscarla. De todos modos, es Él quien las alimenta. Seguidamente, Jesús usa un argumento de menor a mayor para dar fuerza a Su afirmación: Si Dios alimenta las aves, ¿no te va a alimentar a ti, que vales más que ellas? El concepto de que la creación humana de Dios es más importante para Él que la creación no humana se aprecia en el relato de la creación, donde la creación del ser humano constituye el acto final y culminante de la creación, y a este se le da autoridad sobre los animales[3]. Jesús también deja eso bien claro: «No temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos»[4].
El segundo ejemplo tomado de la naturaleza son los lirios del campo y aquí vuelve a usar la misma lógica de menor a mayor: Si nuestro Padre, el Creador de toda la belleza que hay en la naturaleza, el universo y todo lo que contiene, ha hecho tan hermosas las flores, que duran tan poco, ¿cómo no va a proporcionarnos lo que necesitamos para el cuerpo, como ropa?
Entre el ejemplo de las aves y el de las flores hay un dicho que pone de manifiesto la inutilidad de preocuparse. «¿Quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?»[5] Los traductores no se ponen de acuerdo sobre si la traducción debe decir «añadir un codo (como medio metro) a la estatura de una persona» o «añadir una hora a su vida», ya que legítimamente tanto podría traducirse de una manera como de la otra. Como sea que se interprete, la respuesta a la pregunta es, por supuesto, evidente: No tiene sentido preocuparse, no cambia nada.
Tras señalar que con preocuparse no se gana nada, Jesús pregunta: «Si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?»[6]
En el Evangelio de Mateo, Jesús emplea varias veces la expresión «hombres de poca fe» para referirse a los que tienen miedo o se angustian en vez de confiar en Dios[7]. Aquí la palabra fe significa confianza en que Dios tiene poder para intervenir en defensa de Su pueblo y en que sin duda lo hará. Habiendo establecido que el Dios que alimenta a los animales y viste a la Tierra con la belleza de la naturaleza es nuestro Padre, que nos ama y provee para nuestras necesidades, Jesús vuelve a decir que «por tanto» (tomando estas cosas en consideración) no hace falta que nos angustiemos ni preocupemos:
«Por tanto, no se afanen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos cubriremos?” Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero el Padre de ustedes que está en los cielos sabe que tienen necesidad de todas estas cosas»[8].
Como ya ha hecho en dos pasajes anteriores del Sermón, Jesús compara la conducta de los incrédulos con lo que deberían hacer los creyentes. La palabra griega traducida aquí como «buscan», expresa el concepto de perseguir intensamente o ansiar alguna cosa. Aunque otros prioricen las cosas materiales de este mundo, los cristianos debemos concentrarnos en el hecho de que tenemos en el Cielo a un Padre amoroso que sabe lo que nos hace falta y satisfará nuestras necesidades sin que nos angustiemos ni preocupemos:
«Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal»[9].
Se nos manda no preocuparnos hoy por los posibles males del día de mañana, sino encomendarle a Dios las dificultades de hoy y dejar el mañana en Sus manos. Cada día tendrá sus males; pero a la luz de lo que Jesús ha enseñado aquí, tenemos la seguridad de que Él, por Su gracia, nos ayudará a superarlos. Jesús no enseña que no vamos a tener problemas, que nuestras vidas van a ser siempre coser y cantar, sino que nos exhorta a encarar las dificultades con fe en nuestro Padre y no con ansiedad.
Dios es nuestro Padre, y nosotros, los creyentes, somos Sus hijos. Por ser hijos Suyos, y por el hecho de que lo buscamos y buscamos Su justicia, podemos tener la confianza de que Él satisfará nuestras necesidades de comida, bebida y ropa. Con frecuencia nos da mucho más que lo básico, pero este pasaje promete lo básico.
La mayoría no somos ricos, pero a todos se nos manda poner el dinero y los bienes materiales en su debido lugar en nuestra escala de prioridades. Se nos manda mantener a nuestra familia, hacer todo lo posible por gozar de seguridad financiera a fin de satisfacer sus necesidades, y al mismo tiempo poner cuidado para que nuestros objetivos económicos no tengan precedencia sobre nuestra relación con Dios y nuestro servicio a Él. Como creyentes, tenemos el deber de emplear nuestros recursos económicos para la gloria de Dios, de preocuparnos por nuestros seres queridos y también de ayudar al prójimo, ser generosos, devolverle una parte a Dios en forma de diezmos y ofrendas y compartir con los necesitados las bendiciones económicas que hemos recibido.
Además, Jesús no dijo en ningún momento que nunca a un creyente le faltaría comida, agua o ropa. Ciertamente a lo largo de la Historia ha habido cristianos que han muerto de hambre en hambrunas o en cárceles, o que han perdido todos sus bienes materiales por un motivo u otro. El mensaje no es que los cristianos nunca conoceremos tiempos difíciles o de escasez, ni que nuestra vida estará siempre exenta de problemas, ni que podemos contar con que Dios proveerá abundantemente para nosotros en todo momento y lugar, ni que no hace falta que trabajemos para ganarnos el sustento. El mensaje es que se nos pide que, como creyentes, confiemos en nuestro Padre en todo y no nos preocupemos.
Estamos en Sus manos. Él nos ama, nos alimenta, nos cuida y provee para nuestras necesidades, a veces abundantemente. Independientemente de la situación en que nos encontremos, se nos pide que pongamos nuestra plena confianza en Dios, sabiendo que Él nos ama, que somos Sus hijos y que viviremos para siempre con Él.
Artículo publicado en septiembre de 2016. Texto adaptado y publicado de nuevo en enero de 2021.
[1] Mateo 6:25.
[2] Mateo 6:26-30.
[3] Génesis 1:26-28.
[4] Mateo 10:31.
[5] Mateo 6:27 (NBLH).
[6] Mateo 6:30.
[7] Mateo 8:26, 14:31, 16:8.
[8] Mateo 6:31,32.
[9] Mateo 6:33,34.
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