A solas con Dios en cualquier época
Recopilación
La vida puede resultar ajetreada para todos y los pastores no son la excepción. Para los pastores hay épocas del año en que el ministerio se vuelve más intenso, como durante la Navidad y la Semana Santa.
Sea cual sea la época en la que te encuentres ahora, siempre es bueno apartarse y dedicar tiempo a buscar el favor de Dios para tu vida y ministerio.
Si queremos cumplir con el designio de Dios para nuestra vida y ministerio, debemos escuchar a Dios con regularidad. Debemos creer que escuchar a Dios cada día es un requisito a fin de que podamos apacentar bien a nuestras congregaciones. No es solamente algo para añadir a nuestra lista de tareas pendientes; es imperativo para ser pastores amorosos y eficaces.
El profeta Habacuc dice: «Subiré a mi torre de vigilancia»[1].
Era su manera de decir: Voy a estar a solas con Dios.
No importa dónde te quedes a solas con Dios. Solo hay que encontrar un lugar. Personalmente me gusta afuera.
Cuando mis hijos estaban creciendo, construí un pequeño jardín de oración en la bajada que hay detrás de mi casa, donde podía ir a orar y concentrarme en Dios.
Busca un lugar que sea tranquilo, un lugar a donde puedas ir habitualmente a reunirte con Dios. Hazlo que sea especial y concreto.
La Biblia dice: «Mas Él se apartaba a lugares desiertos, y oraba»[2]. Aquello era un hábito para Jesús y debería ser un hábito para nosotros también.
Si quieres obtener la perspectiva divina y escuchar la guía de Dios para cada época y nuevo año en tu ministerio, tienes que reunirte con el Señor a diario.
Deja que Dios establezca tus prioridades.
Jesús dice: «Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público»[3].
Dios quiere reunirse contigo. Quiere que lo conozcas tan bien como Él te conoce a ti. No hay nada en tu vida o en tu iglesia que no sea del interés de Dios. Rick Warren[4]
*
El pastor ha de comer de la mano de su Creador y de la mano de su Pastor si quiere apacentar a su rebaño y llevarles esa paz.
La principal tarea de cualquier persona que atiende a los demás es mantenerse en comunicación con el Señor, empezar el día con alabanza e intimidad con Él. Antes que nada, debemos aprender a reposar a los pies del Señor. El secreto de esa calma, paz, reposo, paciencia, fe y amor, es reposar en el Señor. Calmarnos delante del Señor, alabar y buscar al Señor primero. Y entonces sencillamente transmitírselo a los demás. Lo que transmitimos es un espíritu, la misma actitud.
Por eso, no podemos hacer el menor movimiento hasta que no hayamos encontrado primero ese lugar de reposo, calma y dulce paz en el Señor, y nos hayamos sentado y tocado la flauta para Él. Ese reposo es una muestra de fe verdadera, la cual produce paciencia. Cuando nuestro espíritu comulga con el Señor y está en armonía con Él, les comunicamos esa paz a los demás. Nosotros consolamos a los demás por medio de la consolación con que nosotros somos consolados[5]. David Brandt Berg
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A lo largo de los Evangelios vemos que Jesús se separaba de la gente a la que atendía espiritualmente y hasta de Sus mejores amigos y seguidores, para pasar tiempo a solas en oración y comunión con el Padre. Antes de comenzar Su obra, el Espíritu Santo lo lleva a pasar cuarenta días a solas en ayuno y oración[6]. Antes de decidir quiénes de entre Sus seguidores serían los doce apóstoles, la Escritura dice que «en aquellos días Él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a Sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles.»[7] Al enterarse de la muerte de Juan el Bautista, Jesús «se apartó de allí, Él solo, en una barca a un lugar desierto»[8]. Cuando las multitudes se reunían para escucharlo y sanarse, a veces «Él se apartaba a lugares desiertos, y oraba»[9]. Después de dar de comer milagrosamente a cinco mil personas, envió a Sus discípulos en una barca, y «después de despedir a la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo»[10].
Era habitual que Jesús se apartara de los demás para estar a solas con Dios. Aun cuando estaba sumamente ocupado, cuando era muy solicitado y realizaba grandes portentos, tenía por norma apartarse de todos para pasar un tiempo íntimo con Su Padre.
«Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados. Toda la ciudad se agolpó a la puerta. Y sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios. [...] Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.» [11]
Apartar tiempo para comulgar con el Señor nos da ocasión de orar y escuchar Su voz sin distracciones. El recogimiento nos permite enfocarnos en conectar profundamente con Dios, sabiendo que otras personas no nos interrumpirán, sobre todo cuando combinamos ese rato de aislamiento con silencio desconectándonos de todos los dispositivos de comunicación, teléfonos, computadores, etc. Naturalmente, no es siempre necesario apartarse del ruido y las conversaciones para escuchar la voz del Señor, pues Él puede hablarnos en cualquier situación. En todo caso sí hay momentos en que es provechoso estar a solas y en silencio para acudir a Él y escucharlo. Peter Amsterdam
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No hay un lugar donde la mente se pueda renovar más plenamente que en el lugar secreto de la oración, a solas con Dios. Cuando nos apartamos de las cosas temporales que nos distraen y molestan, y ahí, en la presencia de Dios nos enfocamos en las cosas de Dios, entonces Su poder transformador empieza a obrar en nosotros y somos renovados y transformados. Virginia Brant Berg
Publicado por Áncora en febrero de 2019.
[1] Habacuc 2:1 (NTV).
[2] Lucas 5:16.
[3] Mateo 6:6.
[4] http://pastors.com/season-for-prayer.
[5] 2 Corintios 1:4.
[6] Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. (Mateo 4:1–2).
[7] Lucas 6:12–13.
[8] Mateo 14:13.
[9] Lucas 5:13–16.
[10] Mateo 14:23.
[11] Marcos 1:32–35.
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