Ser fuerte en el Señor
María Fontaine
«Pero Él me dijo: “Te basta con Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo». 2 Corintios 12:9, (NVI)
He escrito acerca de la necesidad de confesar y reconocer nuestros defectos porque, como cristianos, es fácil adquirir el concepto erróneo de que en todo momento debemos ser muy fuertes y «perfectos», por decirlo así. Algunos incluso creyeron que si no podían ser perfectos, por lo menos debían aparentar serlo, ¡o fingir que lo eran! Procuraban que nadie se enterara de que cometían errores, de que pasaban pruebas o tenían debilidades, y al hacer eso, proyectaban una idea equivocada de lo que es ser fuertes en el Señor[1].
Sin embargo, procurar ser débiles porque sí no es la meta, ni el objetivo; nuestra debilidad debe tener por objeto demostrar la fortaleza del Señor, como dijo Pablo, a fin de que el poder de Cristo repose sobre nosotros. Ese es el propósito de confesar con sinceridad nuestras debilidades: demostrar que el Señor es fuerte; y que a pesar de ser débiles, Él puede ser fuerte en nosotros. A través de nuestras debilidades, queda manifiesto que el Señor es fuerte.
Por supuesto, al decir que «gustosamente hacemos alarde de nuestras debilidades»[2], en ningún momento se quiere dar la impresión de que debemos ser débiles y blandos como si fuéramos de mantequilla. ¿Qué objeto tendría eso, qué testimonio daríamos así? La gente lo vería y diría: «Uy, pobre tipo. No le han ayudado mucho el Señor y el evangelio. Yo que creía que Dios era capaz de obrar milagros en la vida de uno, y pensaba que Dios manifestaría Su fuerza en nuestra debilidad».
Podemos valernos de nuestras debilidades para demostrar la fortaleza del Señor. «Su poder se perfecciona en nuestra debilidad»[3]. La Palabra dice: «Fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza»[4]. Es preciso que seamos fuertes, pero encontramos nuestra fortaleza en el Señor, no en nosotros mismos. A fin de ayudar a otras personas a entender que nuestra fortaleza reside en el Señor es necesario ser abiertos en lo que respecta a nuestras debilidades y carencias. Al mismo tiempo, cuando nos esforzamos por fortalecer nuestros puntos débiles, manifestamos las fuerzas que nos da el Señor y damos testimonio a los demás de que Él nos está sacando adelante.
Puesto que somos humanos, todos tenemos debilidades en algún aspecto. Cuando reconocemos nuestras carencias con franqueza, el Señor recibe el mérito y la gloria al actuar por medio de nosotros; y la gente sabrá que es obra del Señor y de Su poder que se perfeccionó en nosotros. Cuando uno admite sus debilidades, tiene entonces que luchar y dejar que el Señor manifieste Su fortaleza para que el mérito de todo lo que se logre le sea atribuido a Él[5].
Desde el nacimiento, el Señor nos ha dado a todos ciertos puntos fuertes; otros los hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida, aun antes de salvarnos y de empezar a servir al Señor. Hay quienes dan la impresión de que tienen una fortaleza excepcional, o que son fuertes en un campo en particular. Claro que cuando uno es fuerte en cierto aspecto, y aprovecha esa cualidad y lleva a cabo algo para el Señor, es importante atribuirle el mérito y la gloria al Señor. Y cuando se trata de una cualidad que parece innata, de algo que siempre se ha tenido, es aún más importante dar verbalmente al Señor la gloria que cuando salta a la vista que se trata de un don milagroso o sobrenatural. Si no, la mayor parte de la gente no tendrá manera de saber que es el Señor quien actúa y que no solo es obra de esa persona.
Algunos no se dejan distraer muy fácilmente. Son muy dedicados. Sus propios conflictos personales apenas si los turban o los molestan. Hacen su trabajo pase lo que pase, y no se pasan un montón de tiempo preocupados por sus problemas. Siguen adelante por el Señor a pesar de los pesares. En el caso de personas que tienen esa fortaleza natural, debemos recordar que fue el Señor quien las hizo así y les dio esas cualidades en un principio.
«¿Qué tienes que no hayas recibido?»[6] Sin el Señor, ni siquiera estaríamos aquí, ni habríamos nacido; no tendríamos nada de nada. Por más que hayas nacido con muy buenas características, sigue siendo todo obra del Señor. Es el Señor quien nos da los dones; todo proviene de Su inspiración. Cada uno de nosotros tiene diferentes dotes, puntos fuertes, debilidades, aptitudes e ineptitudes[7].
La Biblia dice que «Su poder se perfecciona en la debilidad»[8]. O sea que en nuestra debilidad se manifiesta Su fortaleza. Necesitamos fuerzas para cumplir nuestro cometido. Nos exhorta a ser fuertes en el poder de Su fuerza.
La esencia de todo el asunto es que debemos fortalecernos en el Señor. Ese es el objetivo que perseguimos. Podemos admitir y confesar nuestras debilidades, pero no pasarnos el tiempo pensando en ellas. Una vez que hemos admitido nuestras debilidades, debemos comprender y agradecerle al Señor que Él nos va a fortalecer para que podamos llevar a cabo algo por Él.
El pueblo que conoce a su Dios será fuerte y hará hazañas[9]. ¡Ese es nuestro objetivo! Así pues, fortalezcámonos en el Señor, y en el poder de Su fuerza[10].
Artículo publicado por primera vez en junio de 1989. Texto adaptado y publicado de nuevo en noviembre de 2018.
[1] Efesios 6:10.
[2] 2 Corintios 12:9.
[3] 2 Corintios 12:9.
[4] Efesios 6:10.
[5] 2 Corintios 12:10.
[6] 1 Corintios 4:7.
[7] 1 Corintios 12.
[8] 2 Corintios 12:9.
[9] Daniel 11:32.
[10] Efesios 6:10.
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